Los Mirmidones, un proyecto que cambió la vida de los reclusos de la Unidad 37
Con el objetivo claro de cambiar la conducta y ayudar a que los reclusos del Penal de Barker salgan con mayores oportunidades y puedan tener una mejor reinserción, un grupo de voluntarios inició el proyecto de Los Mirmidones, que busca emular la tarea que realizo Eduardo Oderigo en la Unidad Penal 48 de San Martín.
La charla que brindó en noviembre de 2016 Eduardo Oderigo -creador de la Fundación Espartanos- en el Club Los Cardos, no fue una más. Aquel día, al compartir la experiencia del proyecto que estaba llevando adelante en la Unidad Penal 48 de San Martín, Buenos Aires, despertó el interés de un grupo de tandilenses que decidieron replicar su accionar y llevar el rugby a la Unidad 37, en Barker.
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El juez Pablo Galli, uno de los principales impulsores de este proyecto, contó que el rugby es más que nada excusa, ya que en realidad a lo que se apunta es a transmitir enseñanzas, valores, el compañerismo y la disciplina. Además, no solo se focaliza en el deporte sino que también les ofrecen a las personas que están privadas de su libertad otras herramientas, como talleres de huerta, de teatro y de carpintería; e incluso tienen una contención espiritual, ya que cada 15 días van Eduardo y Ana Cash a rezar y hablar. “Por todos lados hay cosas para hacer; es algo distinto a lo que se vive dentro de una unidad penitenciaria”, aseguró Galli y contó que todas estas actividades están organizados por un grupo de voluntarios.
Cuando propusieron el proyecto, luego de la visita de Oderigo, se les asignó un pabellón, el número 10. Éste era uno de población, conformado por presidiarios del conurbano que rara vez recibían visitas y donde estaban los “más agresivos”. Sin embargo, con el correr del tiempo y con la implementación de este programa, el cambio en los reclusos fue tan grande que el mismo Servicio Penitenciario hizo que de ese pabellón 10 se pasara a uno de autodisciplina. La gran diferencia entre ellos es que en el de población a determinada hora se los encierra en celdas y permanecen allí hasta el día siguiente; en cambio, en los otros es distinto, son abiertos; ellos mismos manejan sus horarios.
De hecho, Fabio Bustos, profesor de educación física del Penal, declaró que “este pabellón era de máxima seguridad” y que “el desafío nuestro era poder cambiar la forma de vida que tenían ellos. Con el paso del tiempo lo estamos logrando”.
En tanto, el juez Galli sostuvo que “esto, más que el trabajo nuestro, es el de ellos mismos; el cambio que hicieron. El otro día un colega voluntario dijo: ‘Ellos cambiaron y a su vez nos hicieron cambiar a nosotros; nos hicieron mejores’. Y la verdad es que cada vez que nos vamos de acá, nos vamos encantados, llenos, contentos”.
Así, poco a poco fueron desapareciendo el lenguaje ‘tumbero’ y las facas, y fueron apareciendo el “por favor”, “gracias”, “permiso”, “buenos días”. Y fue a tal punto que el Servicio Penitenciario lo reconoció y autorizó el cambio a un nuevo pabellón que hoy los internos ya no lo reconocen como tal, sino que para ellos es un club. “Eso les dio otra vida, otra forma de comunicarse”, señalan los voluntarios. Cada viernes, integrantes de este proyecto viajan hasta Barker para realizar alguna actividad junto a Los Mirmidones, ya sea entrenamiento de rugby, ensayos de obras o experiencias religiosas. El pasado 30 de agosto decidieron compartir con ellos una charla de un ex combatiente de la Guerra de Malvinas, Jorge Luis Reyes, e invitaron a El Eco Multimedios para que experimentara una jornada en la Unidad 37.
La Bandera, el punto de identificación más grande
Junto con Galli, Juan Martín Arostegui, Jorge Zabaleta y Luciano Pérez (colaboradores de este proyecto), ingresamos al Penal, donde tres alambrados perimetrales nos separaban de un grupo de reclusos que esperaban sentados en la galería de la escuela por la llegada del expositor. Serían alrededor de 80 presos, los de mejor conducta, los que aguardaban en el recinto. Al ver llegar a Reyes, cada uno de ellos se puso de pie y aplaudió con fuerzas, reconociendo a un héroe de nuestra patria.
“La verdad es que no imagino cómo será. No imagino las caras y no imagino la reacción. Pero calculo que a alguno le podrá ser útil, y eso ya para mí es un valor”, había reconocido Reyes en diálogo con El Eco Multimedios.
Si bien no era la primera charla que brindaría, sí era la primera vez que lo haría en una cárcel. Por tal motivo, las dudas respecto a cómo comenzar, lo abordaron; pero rápidamente desaparecieron cuando ingresó al Penal: “En la presentación de hoy estaba pensando de qué manera podía abordar el tema y no me pareció mejor imagen que la que tenemos enfrente, la Bandera Argentina flameando. Porque es la que ondea sobre ellos, sobre la gente del pabellón, sobre nosotros y la que lo hizo en Malvinas también. Es el punto de identificación más grande que tenemos y es lo que vamos a tratar de rescatar y valorar hoy”.
Y así lo hizo. Comenzó destacando nuestra insignia patria y luego fue ahondando en temas específicos de la batalla, contando experiencias y vivencias personales. Cada una de las personas allí presentes lo escuchó con atención e incluso algunos se emocionaron al oír los relatos en los cuales narraba la pérdida de amigos. Una vez finalizada la charla se dio paso a que todos aquellos que tuviesen alguna duda la pudieran despejar realizando preguntas y, por último, fueron varios los que se acercaron para saludar y felicitar a Reyes. Incluso Nicolás, capitán de Los Mirmidones, le entregó una plaqueta.
Un pabellón tranquilo y acondicionado
Tras la exposición, nos invitaron a pasar al pabellón 1, conocido como el “Club Los Mirmidones”. Al mismo accedimos sin custodia policial, porque como los mismos internos nos manifestaron, “hoy ya es tranquilo, no andamos con facas y no nos peleamos. Hay unidad y compañerismo”.
El lugar está bien mantenido, pintado y acondicionado con frases e imágenes deportivas que ellos mismos adosaron a las paredes. A un costado hay una puerta que abre paso a un pequeño patio interno, donde tienden su indumentaria y se ejercitan.
Nicolás, el capitán, explicó que “en nosotros mejoró la conducta, el cómo nos tratamos el uno al otro, cómo nos apoyamos y nos hablamos; teníamos otra sintonía en la cabeza que nada que ver con lo que es el deporte. Esto es algo que nunca en la vida nos imaginábamos, pero hoy somos solidarios y respetuosos”.
Él llegó al Penal en 2016 sin haber jugado al rugby y sin siquiera conocer las reglas del deporte. Pero al comenzar a practicarlo se dio cuenta de que “está realmente bueno” y que transmite valores que pueden adaptarse a la vida cotidiana. Aseguró que era egoísta, serio y que le costaba compartir; que solo hablaba con su madre. Pero con el transcurrir de los meses fue notando que el rugby le enseñaba a ser compañero, humilde y a confiar en el otro. “Y de mis compañeros te puedo decir lo mismo, en Los Mirmidones todos tenemos el mismo pensamiento. Todos buscamos la libertad, pero siempre con respeto”.
La visita que hacen los voluntarios es motivo para que cada uno de ellos espere con ansias los viernes: “Es nuestra visita hacia la calle, hacia la libertad; nos pone muy contentos. Cada vez que vienen, compartir el tercer tiempo es algo muy lindo. Nos sentimos libres”.
Pero esos días no solo practican deporte o hacen algunas de las actividades que proponen los colaboradores, sino que también se reúnen en el pabellón y hacen una oración pidiendo por su familia, sus compañeros y para que cuando a alguno le toque salir, continúe transmitiendo los valores que aprendió ahí dentro.
Acompañamiento para el afuera
Como explicó Aróstegui, además de la formación en valores que da el rugby, lo que buscan es formar personas que cuando salgan cuenten con mayores oportunidades y puedan tener una mejor reinserción.
“Yo entendí que existe una segunda oportunidad. Por eso hoy en día estoy acá, queriendo ser mejor persona. Y como dije, el rugby me ayudó a cambiar, tanto como para pensar como para comunicarme con el otro. Me inculcó el respeto por sobre todo, yo no tenía eso”, aseguró Nicolás.
Indicó el juez Galli que la idea del proyecto es continuar con un seguimiento cuando los internos reciben la libertad. Para ello, están tratando de instrumentar políticas con el Patronato de Liberados. “Porque cuando más apoyo necesitan es en ese momento, cuando salen”, complementó.
Sin ir más lejos, argumentó que hay tres o cuatro personas que son de Tandil que están trabajando, que están contentas y que incluso algunos han vuelto a ofrecerles ayuda. No obstante, remarcó que el sistema penitenciario no contribuye a que la reinserción sea la deseada: “Las cárceles deben ser sanas, limpias y para rehabilitación, porque así lo dice la Constitución. Y realmente es una norma que no se cumple: no son sanas ni son limpias, es algo conocido, al margen del gran esfuerzo que hace el Servicio Penitenciario para que así sea. Lo cierto es que hay cada vez más superpoblación y menos recursos; no escapa la situación de las cárceles a la del país”.
De todas formas, Luciano Pérez enfatizó que gracias a este proyecto la reincidencia es casi nula y agregó que el principal objetivo es cambiarle la vida a más de uno. En ese aspecto, dijo que el tercer tiempo es fundamental ya que son jóvenes que tienen a alguien que por primera vez los escucha: “Por lo general son chicos que están mal y en el tercer tiempo, cuando te cuentan en el pabellón, solamente con escucharlos salen agradecidos. Te dicen gracias por lo que les dijiste, y a uno le parece que les dice tan poco, pero es muchísimo”.