La pesadilla de una joven víctima de incesto comenzó a ventilarse en un juicio
Una casa oscura y la imagen de su madre adentro, inmóvil. El interior de la vivienda también está llena de víboras, y ella se eleva, pero desde arriba le gana la culpa porque ve que allí siguen sus hermanos. Entonces vuelve y toma a las víboras y las ahorca. Allí se despierta, alterada. Otra vez las pesadillas ganaron su inconsciente.
Este, como otros sueños-relatos fueron transcriptos primero y ahora reseñados por la psicóloga Gloria Lloveras del Servicio de Salud Mental del Hospital, quien como terapeuta intervino en el caso de abuso sexual sufrido por una joven de parte de su padre.
En efecto, la profesional contó a los jueces que a partir de los sueños que la víctima contó se logró comprender y tomar dimensión del terror que sufrió y aún padece la paciente y, desde aquellas pesadillas que logró verbalizar comenzó a conocerse los abusos cometidos por su propio padre, en medio de un entorno familiar muy complejo, con una madre que le exigía que se tapara todo. El olvido y el silencio, cargada de culpa religiosa como receta para una convivencia insostenible.
El caso de incesto comenzó a ventilarse ayer en el Tribunal Criminal 1, donde los jueces Guillermo Arecha, Pablo Galli y Gustavo Echeverría, escucharon atentamente la requisitoria del fiscal Marcos Egusquiza y el planteo defensista, a cargo del doctor Gustavo Ballent, para luego incorporar por lectura las pruebas que obran en el expediente, para disponerse luego a escuchar precisamente a la profesional que intervino en el aberrante caso, como a la joven víctima.
Por razones que hacen a preservar a la víctima, se obvia mencionar a los protagonistas, empero se trata de una escabrosa historia familiar que ya tuvo su primer capítulo penal, cuando la Justicia condenó al que hoy está sentado en el banquillo de los acusados a 8 años de prisión, por abusar de otra de sus hijas, menor que la que ahora se animó a contar sobre lo que padeció entre los 11 a 14 años.
En efecto, el fiscal está acusando por abuso sexual agravado, en forma reiterada, gravemente ultrajante, con una pena en expectativa que irá más allá de la primera condena que se emitió, habida cuenta de que se está hablando de hechos aún más graves y por más tiempo. Más precisamente entre el año 2001 hasta principios de 2005.
El caso se repite a otras historias de las mismas características de abuso, que se agravan a partir de que el abusador es padre y seguramente también algún hermano mayor, aunque no está en juego en este juicio.
Con tajante claridad y contundencia, la psicóloga refirió a cómo se abordó a la joven para que pudiera revelar lo que finalmente relató, incluso ayer a la mañana frente a los jueces. Delante del Tribunal entonces, y a metros de su progenitor, la víctima detalló sobre sus padecimientos, versión que quedará a criterio de los magistrados evaluar a la hora de dictar un veredicto.
La licenciada Lloveras, primero, despojada de su secreto profesional, aportó elementos, indicios concretos que hablan de una niña que a su entender resulta totalmente creíble y no registra ninguna actividad alucinatoria ni de fabulación.
La testigo contó sobre el difícil abordaje para que la joven pudiera abrirse a contar sus padecimientos cuando era niña, considerando que se trató de un incesto, que a criterio de la psicóloga resulta más grave que un abuso, dado que se destruye el psiquismo.
Contaría sobre otros sueños rescatados. La de la imagen de un hombre disfrazado que la seduce como si fuera su pareja y cuando se acerca aparece el rostro de su padre y se queda paralizada.
Cuando debe volver el tiempo atrás y contar sobre los abusos, la niña abusada se brotará y se angustiará mucho, a lo que la profesional aludirá a situaciones psicosomáticas.
Los condimentos sobre el miedo padecido hasta hoy también van de la mano de las amenazas que la madre propinaba en pos de ocultar todo, incluso transitando por ribetes religiosos.
Es que el padre acusado resultó ser un hombre que lideraba en la ciudad una religión, la cual no sólo profesaba sino que la utilizaba para que sus hijas víctimas callaran. Así se desprende de lo que se extrajo del propio expediente. Una carta escrita por el padre diciéndole a su hija abusada que era la “elegida” de Dios y que debía guardar silencio, lo que no hizo más que llenarla de mayor culpa de la que este tipo de situaciones conllevan.
En este caso, según contó la psicóloga, las instituciones acompañaron y contuvieron a la víctima que, de hecho, por la intervención de todos los actores del sistema, logró subsistir a los padecimientos y hoy busca insertarse en la sociedad, lejos del conflictivo núcleo familiar, cuando su hermanita, quien presentó mayor vulnerabilidad, intentó suicidarse por lo sufrido.
Tras el aporte de la testigo, llegó el turno de la víctima, quien pidió declarar junto a su psicóloga y sin público, para así cerrar la jornada. La joven contaría ante los magistrados lo padecido y alcanzaría para lo que el fiscal entiende como un hecho cabalmente probado.
El jueves, a la misma hora y en el mismo lugar, fiscal y defensor realizarán su alegato en un nuevo caso arribado a juicio por un delito de instancia privada que se traslada al ámbito penal.
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