Jerónimo Coll: el tandilense que despliega sus artesanías por el mundo
Con 37 años, es uno de los artesanos tandilenses que no sólo triunfó con sus piezas en el ámbito local sino que alcanzó distintas ferias del mundo. Hijo de un importante soguero de la ciudad, desde muy chico comenzó a trabajar con su padre quien le enseñó todo lo que sabe. Hoy, ya consagrado como un gran artesano, vislumbra un futuro interesante para su actividad.
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La soguería es el más autóctono arte argentino. Máximo Coll fue uno de los primeros artesanos que la trajo a la ciudad y la transmitió a sus hijos y que hoy Jerónimo la desarrolla de manera muy entusiasta. En diálogo con El Eco de Tandil, explicó de qué se trata este arte, sus inicios y los planes para el futuro.
-Si se habla de soguería, ¿a que se remite puntualmente?
–La soguería, cuya materia prima es el cuero crudo, a diferencia de la talabartería, que trabaja con cuero curtido, tuvo su origen en el Río de la Plata, hace aproximadamente 4 siglos. En principio fue utilizado por los habitantes originarios y el gaucho.
El cuero crudo es el cuero en su estado natural, totalmente ecológico, sin componentes químicos que alteren su naturaleza. Tiene el color natural del animal, con todas las características de su piel.
Sus métodos fueron transmitidos en forma oral por los gauchos, quienes han legado, generación tras generación, la tradición de la manufactura en cuero crudo.
Esta creación rioplatense, tradicional y exclusiva, es reivindicada por los maestros artesanos con cada una de las piezas que salen de sus manos.
-¿Cómo comenzaste con la soguería?
–Nosotros somos 5 hermanos y todos hemos trabajado con el viejo en el taller por necesidad; así que el oficio lo tenemos todos. Yo me dediqué un poco por inercia y comodidad en su momento ya que cuando terminé de estudiar, además de que me necesitaba en el taller, tenía la ventaja de no tener que fichar y como soy músico tenía horarios que podía combinar. Al principio no fue por elección sino que me resolvía la economía momentánea y porque me daba espacio para la música.
Luego, entre idas y venidas, fueron pasando los años y seguía en el taller. Hasta que hace unos 5 años que seriamente me planteé por qué estaba haciéndolo y que tuvo que ver con el nacimiento de mis hijos. Ahí fue donde inició un proceso en el que despegué de mi papá y me puse mi propio taller ya que descubrí que me gustaba y que lo hacía bien porque tuve a un maestro como fue mi papá que me exigía más que a cualquiera. Por lo tanto tenía incorporado una buena forma de laburar.
Por lo tanto desde hace cuatro años que comencé a ir a algunas exposiciones puntuales, busqué a hacerme una clientela y me puse mi propio taller. Por supuesto que continúo haciendo cosas con mi papá pero ya desde hace poco firmo yo mis propios trabajos.
-¿Y tu papá que te dice?
–Está muy contento, no fue una salida brusca ni mucho menos. A mí me costó porque fue un despegue difícil por lo que tenía que afrontar y poner yo la cara frente a los clientes; pero descubrí que me gusta moverme por esos lugares. Sumado a que las cosas que se empezaron a dar progresivamente van para el lado que yo lo quería llevar.
La realidad que tenemos la misma problemática que todos los autónomos, no sólo de los artesanos, que es que cada día tenés que resolver la economía del mes que viene y no lo tenés seguro. Por lo tanto hay que tener mucho orden para el trabajo y contemplar las distintas aristas como la ejecución, la venta, etc; pero al mismo tiempo eso me permitió que se me abran distintas puertas.
-¿Cómo te enteraste de los concursos?
–El año pasado mi cuñada me avisa de un concurso de una ONG llamada “World Crafts Council” (Consejo Mundial de Artesanos) que funciona a nivel mundial y que tiene sedes en distintas partes del mundo dividido por regiones. En este caso era una convocatoria a un concurso que se llama “Reconocimiento de la excelencia de World Crafts Council” con patrocinio de la Unesco.
En ese momento no le di mucha importancia pero más sobre la fecha, dos o tres semanas antes de que se cierre la toma de piezas, me llega un mail del El Mercado de Artesanías Tradicionales de la República Argentina (Matra), una dependencia del Ministerio de Cultura y nuclea a los artesanos que hacen artesanías tradicionales como es la soguería. Yo había conocido a su directora, Roxana Amarilla, en una exposición y ella se acercó a presentarse así que ahí tomé conocimiento que el Matra estaba en actividad.
En ese momento leí las bases del concurso y las cuestiones que tenían en cuenta para las premiaciones, tenían una instancia nacional y otra regional. Finalmente se me ocurrió una pieza de un cuchillo con un trabajo de guarda precolombina así que terminé al límite con los tiempos de entrega y entró al concurso. Tiempo más tarde, en la instancia nacional seleccionaron mi pieza junto con otras 20 más de Argentina y a los dos meses me llamaron de Matra para decirme que mi pieza junto con otras 3 de Argentina, había quedado seleccionada.
Junto con la pieza va una ficha específica del artesano con los datos ya que la función de esta ONG es promover la artesanía y el comercio de la misma. A partir de ahí fue que me comenzaron a llegar distintas invitaciones para las ferias del mundo.
-¿Y pudiste viajar a alguna feria?
–En diciembre del año pasado surgió una en Brasil donde yo me pagué los gastos pero el stand me salió muy barato a través de la Fundación Exportar. Fue una experiencia muy buena y comercialmente muy viable, así que ya fue mi primera salida a una feria internacional.
Luego en julio de este año me invitaron a la “Feria del poncho” en Catamarca donde los tejedores y lo textil es lo que prevalece. Sin embargo me invitaron a participar como jurado lo cual me pareció una experiencia increíble sumado a que visite el lugar de donde salen las guardas precolombinas que yo hago en mis piezas.
Finalmente, estando en Catamarca, me confirman que salió un viaje a Jerusalem para agosto aunque me confirmaron que no podía llevar cuchillería ya que era un protocolo de exhibición de la feria debido al contexto actual. Esta era la 40ta. edición de artesanías donde participaron más de 40 países de todo el mundo. La realidad es que el festival por medio de la Embajada solicitó artesanos argentinos, por lo que le pidieron a Matra quien me convoca a mí y a otro chico Jorge Virasoro de Villa Traful que trabaja en madera. De esa forma el Ministerio de Cultura nos pagó los pasajes y, una vez en Israel, se hizo cargo la feria. La experiencia fue alucinante en todo sentido y por suerte tuve la oportunidad de poder concretarlo.
-¿Cómo fue el encuentro con Teresa Parodi?
–La vi en dos oportunidades. En primera medida, el año pasado nos hizo la entrega del premio de la ONG y a la vuelta del viaje a Jerusalem también nos recibió porque fuimos un poco los representantes de Argentina. Más allá de que como soy músico tengo una afinidad particular por Teresa, me gustó que ella estaba preocupada realmente por el trabaja de cada uno y de la historia de nosotros. Además muy interesada en dejar un registro y en que cada gasto que se hace, el artesano lo aproveche al máximo.
-¿Y ahora?
– Nuevamente por la World Crafts Council y la Unesco me surgió que en enero me voy a la Semana de Artesanía Latinoamericana en Kuwait. Realmente estoy muy feliz porque son cosas que nunca me hubiera imaginado que se me iban a dar con la artesanía. Por suerte continúan saliendo cosas muy interesantes.
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