El trabajo en casa, el relato de quienes no debieron modificar sus hábitos a raíz del aislamiento obligatorio
Son aquellos que desde antes de la llegada de la pandemia del Covid-19 ya trabajaban desde casa. Algunos en la industria del software, otros en la producción de alimentos. Emergieron reflexiones que hablan de los modelos productivos, el consumismo y el autoabastecimiento. Cuatro testimonios distintos en tiempos de cuarentena.
Ha llegado una pandemia que ha modificado rotundamente el ritmo de la población mundial, con medidas preventivas y sociales que han afectado hasta las costumbres, donde grandes y chicos debieron aislarse obligatoriamente ante un virus que amenazada a todos. Sin embargo, ciertos grupos de personas que no tuvieron que cambiar su forma de vida, o casi. En algunos casos porque ya trabajaban en sus hogares desde antes, y en otros porque, aparte, no necesitan demasiado del mundo exterior.
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Claro que algunas rutinas se vieron modificadas porque los niños no tienen clases y hay una demanda de atención y actividades. Pero hubo otras, que al estar directamente relacionadas con la tierra, la producción de alimentos y la vida al aire libre, no sufrieron realmente variación.
Estos últimos, además, consideraron que la pandemia trae consigo un mensaje y destacan la oportunidad de conectarse con el entorno, el medioambiente y la naturaleza toda.
Autoabastecerse
Damián Colucci y su familia viven a tan sólo diez kilómetros de la ciudad, en “Monte Callado”, un campo agroecológico con multiplicidad de actividades.
Allí, la familia de siete integrantes, tiene un emprendimiento de molino harinero que funciona todo el tiempo y no ha parado durante la cuarentena, ya que hay más demanda de la habitual.
Pero además, en esas tierras sanas y libres de agrotóxicos también tienen gallinas que producen huevos orgánicos, otros animales y huerta que atender. “Entre ellas también el traslado de esos alimentos a la ciudad”, agregó.
Todas las cuestiones arriba mencionadas son de las que se encargan a diario, su trabajo, su sustentabilidad, su día a día que con el aislamiento no se detienen ni se han modificado. Ahí también los niños andan afuera jugando entre ellos y con los animales, como siempre.
“Nosotros de la ciudad prácticamente no necesitamos nada y en un caso así, con más razón, podemos no ir porque tenemos todas las necesidades de alimentación ya cubiertas”, sostuvo y enumeró que tienen carne, porque carnean sus propios terneros, frutas y verduras de sus propios cultivos, y harina. “En ese sentido estamos salvados”, aseguró.
Aunque trata de ir lo menos posible a la ciudad, la demanda de sus productos lo hace acercarse cada vez más seguido. Sin embargo, como su actividad está incluida dentro de las excepciones del aislamiento social, preventivo y obligatorio, esto tampoco ha cambiado.
“Ahora, por suerte, vamos mucho menos”, dijo. “Uno se empieza a dar cuenta de que se puede parar un poco y no hay tantas necesidades urgentes que satisfacer”, reflexionó.
De esta manera, la rutina de Damián, sus cinco hijos y su compañera, no ha sufrido grandes modificaciones ante la pandemia del Covid-19.
El mundo del software
“Mi rutina antes de la cuarentena consistía en levantarme temprano por la mañana para llevar a Lihuen, mi hijo de 2 años al jardín a las 8 y volver a casa a trabajar”, comenzó relatando Mauro Giamberardino quien se desempeña en la industria del Software.
Además de esto, contó que algunos días iba a entrenar de 7 a 8 mientras que su compañera se ocupaba del traslado del pequeño.
“Dado que ambos estamos en el rubro del software los dos estamos trabajando desde casa, tanto antes de la cuarentena como ahora”, reveló, aunque ahora a su típico ritmo se sumó un pequeño pero significativo cambio y es la presencia de su hijo que ya no va a al jardín.
Al compartir relatos de su rutina, manifestó que durante la mañana trabajan mechando algunas veces con cosas de la casa. “Al mediodía uno hace el almuerzo mientras el otro va a buscar al gordo, lo dormimos y a seguir trabajando hasta las 17 o 18”, sostuvo. Después de ese horario intentaban salir un poco de la casa.
“Ahora con la cuarentena estamos adentro todo el día y obviamente no podemos salir a entrenar”, indicó, pero de todas maneras intentan hacer algunas actividades con su niño mientras intercalan con el deber. “Porque en nuestro caso no estamos exceptuados de trabajar”, explicó, aunque admitió que desde la empresa a la que responde están al tanto de la situación familiar ante la ausencia de clases y son contemplativos. Cabe destacar que tanto Mauro y su compañera se desempeñan para distintas firmas y cuentan con condiciones diferentes de contratación.
Si bien el aislamiento obligatorio no los ha modificado en eso de tener que trabajar en el domicilio, sí debieron organizar algunas cuestiones. “Intentamos hacer las actividades que nos mandan del jardín, pero la verdad, siendo que ambos continuamos trabajando se hace un poco difícil encontrar el tiempo”, reveló.
El informático contó que su pareja justo está en un proceso de cambios de proyectos y tiene menos carga laboral. Igualmente, en su caso, donde también tienen que dedicarle tiempo a Lihuen (nuestro hijo), merma la cantidad de tiempo dedicado a lo laboral, sin poder completar las ocho horas de antes. “No diría que baja la eficiencia, dado que esta mide la cantidad de trabajo que podes hacer en determinado tiempo”, aclaró.
Finalmente aseguró que si se le preguntara qué pasaría si no estuviese un hijo, “quizás la situación sería al revés”. “Creo que le dedicaríamos al trabajo tal vez más tiempo del que estamos obligados”, concluyó.
En profunda conexión con la tierra
Silvina Morteo tiene un vivero y apenas sale de su casa se topa con él, para ella “todos los días está la oportunidad de contemplar bellos amaneceres”, y trata de aprovechar ese momento de aire puro.
Su relato es poético, tiene cadencia y su rutina no se ha visto afectada por la pandemia del Covid-19. “Enciendo un fueguito para calentar la pava, en una hornalla rocket, que se alimenta de ramas finas. En mi rancho planté Chilcas (plantas nativas ) como cerco, con su poda me proveo de leña”, contó.
Y así empieza su día, con unos mates que acompaña con el pan que hace una amiga, usando la harina que hace Colucci. “El dulce también es casero, de tanto tomate que coseché éste verano”, exclamó. Luego de esto sí, es tiempo de observar la huerta y planificar la tarea del día.
“Cosechar, regar, sembrar, sacar algún yuyito, encontrar insectos, cubrir el suelo. Reproducir plantitas, para plantar, para intercambiar o vender”, enumeró. Mirando atentamente expresó: “Hoy tengo varias berenjenas para cosechar y hacer en escabeche, que con eso nomas tengo para entretenerme”. Y si no fuera así, siempre aparecen cosas para hacer y producir.
“Me gusta intercambiar con otros productores, desde la pasta dental y el shampoo hasta los utensilios de la cocina, casi todo es artesanal”, explicó, aunque por estos días eso no se puede, pero tiene tanto para seguir sus días en casa.
Entonces, su reflexión la llevó a compartir que no se necesita mucho del mundo industrializado. La bici es su medio de movilidad, “cero costo y muchos beneficios”.
“A esta entretenida vida hay que sumarle la vida de ranchera, de constructora natural. De barro y paja voy sumando paredes, pero ese es otro cantar”, dijo agregando otra actividad domiciliaria, inmersa en ese mundo del cual no necesitó salir antes ni ahora. “Contemplas el atardecer escuchando las aves, preparas la cena, miras las estrellas y ya”, determinó.
El consumismo y sus consecuencias
“La realidad es que la cuarentena obligatoria emitida a raíz del virus Covid-19 no me cambió la vida”, aseveró Marcos Corti, un productor que vive solo en su rancho de barro y paja ubicado en cercanías a la estación De la Canal. Allí lleva adelante un emprendimiento de alimentos orgánicos junto a su hermano, que también vive en el mismo predio con su familia.
De acuerdo a su consideración, esta situación poco les modifica a todos los que están relacionados con el trabajo o la dedicación cerca de la tierra.
“Te podría decir que lo que cambia mis rutinas son los climas o las estaciones del año, como también puedo decir que hay prácticas fijas de cada día”, indicó y, entonces, enumeró los riegos de las huertas, la alimentación de animales, mantenimiento del parque, podas, entre un montón más.
Para este hombre de campo, el resto de los procedimientos varía según la época. Por ejemplo, contó que actualmente están entrando en tareas que tienen que ver con la llegada del otoño, realizando siembras de variedades de invierno, con previo abonado de suelo y limpieza.
“También se termina la cosecha de verano y con esto la cocina de los alimentos elaborados que son frutos de la siembra en primavera”, explicó. Además, consignó que particularmente se dispone para hacer la leña que va a calefaccionar su hogar.
“Como bien se sabe siempre hay algo para hacer en el campo, mejor dicho, en todo lugar donde exista un espacio mínimo para poder lograr lo que necesitamos”, aseguró y reflexionó que, cuando esto no pasa, se termina dependiendo de “pocos hilos” para mantener la estructura de vida, “como ocurre en la ciudad”.
A raíz de esto, planteó un análisis en el que asegura que no solo tiembla el modelo actual de estas ciudades por un virus, si no que también porque se monta toda la historia a la importancia de “pocos hilos”.
“No quiero decir que estoy yo haciendo lo correcto, pero no podemos seguir con el sistema que hoy tenemos, en el que maltratamos a nuestra verdadera casa que es el planeta entero”, esbozó.
Propuso, entonces, empezar a tomar conciencia e invertir tiempo en conocer verdaderamente el efecto dominó de los actos humanos, como el consumo y todo el recorrido que existe cuando se elige en qué gastar el dinero. “El Covid-19 es la vacuna que la madre tierra activó contra el virus humanoide”, aseguró.