142 años de El Eco de Tandil
De la prensa al metaverso, sin escalas
Este es un contenido generado para la contratapa del suplemento por los 142 años de El Eco de Tandil
Imagine por un instante que lo que tiene en sus manos no es un papel.
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Usted lo ve como tal. Lo palpa. Lo huele. Y todos sus sentidos le indican que se trata de un material ya conocido, que usted aprecia y mucho. Que le permite aislarse de la vorágine a la que a diario se somete. Que le permite sumergirse en un mar de novedades y entretenimiento.
En definitiva, usted ve, huele y palpa ese añorado material. Pero no. Le aseguro que no lo es.
Hagamos una pausa. Ya vamos a volver a esto. Antes acompáñeme en este breve relato con el que intentaré contarle de manera llevadera la apasionante filosofía que hay detrás en todos estos años de El Eco de Tandil.
Ya hace más de cinco siglos que existe uno de los inventos que marcó un antes y un después en la historia de la humanidad.
En ese entonces, un tal Johannes Gutenberg, orfebre alemán, inventó la imprenta. Usted dirá, “es un hecho que ya conocía”. A lo que yo le contesto que “sí”. Tiene usted toda la razón. Pero sigamos un poco más. Aquí es donde comienza la verdadera aventura. Lo mejor de este relato.
Un día de ese siglo, usted se despertó, se plantó frente al espejo de su habitación y sí… es él. Luce y viste como Johannes. Pero hay un pequeño detalle: su cerebro piensa y razona como él, pero vivió y conoce la realidad del año 2024. Cuánto por hacer… ¿no?
Se despertó cinco siglos atrás. ¿Cuántas cosas, que hoy tiene, allí no existen? Tómese unos segundos para pensar en todo eso antes de continuar.
Estoy convencido de que enumeró una decena de objetos. Hasta me atrevo a decir que si dejó pasar algo más de tiempo, esa decena podría convertirse en un centenar.
Si usted, al igual que yo, es consciente de tener el nivel de ansiedad en un nivel muy elevado, pronto notará que para llegar a un “simple” reloj despertador, antes había que inventar cada uno de sus componentes… y algo que no es menor, ¡había que inventar el reloj de aguja! Y así, podríamos seguir durante mucho tiempo. Hasta hoy.
Lo sé. Vengo lento. Solo un poco más.
Vuelve a ser “Johny”. Ya inventó la imprenta. La “prensa” empieza a “prensar” y años más tarde, se imprime el primer periódico.
Pero usted sigue viendo todo lo que le falta a su alrededor. Conocía de su existencia y nadie puede comprenderle. Nadie le entiende de lo que habla, pero cree saber hacia dónde va “la cosa”.
Cierra los ojos. Se acuesta en su cama de siempre (del siglo XV) y entra en un profundo sueño. Abre los ojos.
Con sus pies descalzos, apoya el derecho en un material que simula ser algo de piedra, pero sin la textura a la que está acostumbrado. Mira a su alrededor y no entiende nada. Todo es distinto. Localiza un espejo y se refleja en él.
Sí. Es usted, pero con la conciencia de Gutenberg. Afuera, es el 2024. Y para usted, es el siglo XV.
Tómese unos minutos para imaginar y graficar la situación. Adelante.
Todas genialidades. Acababa de inventar la “imprenta”… y ahora tiene, delante de sus narices, un objeto cúbico y luminoso. No tiene la menor idea de qué se trata. Pero todos por la calle, “disfrazados”, llevan uno “de esos” en sus manos. Su nivel de desconcierto es total y absoluto. Más de cinco siglos pasaron sin que usted se percatara.
Recapitulemos. Fuimos al siglo XV, siendo usted. Y volvimos al XXI, siendo “Johny”. No es necesario cambiar más de siglo. Solo avancemos unos años.
2026. Vuelve a su cuerpo y conciencia.
Y no. Le confirmo que no tiene en sus manos un ejemplar en papel de El Eco de Tandil.
Tiene puesto “algo” (que puede ser un casco) de realidad virtual y unos guantes sensoriales que le permiten experimentar, “virtualmente”, una realidad paralela. Ve, huele y palpa un ejemplar de El Eco de Tandil. Pero le vuelvo a confirmar que, físicamente, no lo es.
¿Como quién se siente? ¿Como Johny, viviendo siglos después? ¿O como usted, en el cuerpo de Johny? ¿Como quién quiere sentirse?
A esa dualidad quería llegar. Y ahora que tengo su atención, sabré explicarme mucho mejor.
El avance de la tecnología nos ha ido cambiando, obligándonos a transformarnos para poder seguir informando como lo hicimos durante todo este tiempo.
Hace tan solo 20 años, lo que se imprimía en un ejemplar de El Eco de Tandil era leído, en ese formato, por unos cuantos miles de tandilenses. Era usted uno de esos y era esa una de las pocas formas que tenía para informarse de lo que acontecía en la ciudad.
Hoy, en papel, me atrevo a decir que llegaremos a la décima parte de la población. Pero ese mismo contenido, en todos los demás medios o plataformas, tiene una llegada inmensamente superior y no solo de personas tandilenses, sino de todo el mundo. Dentro de ellas vuelve a estar usted. Y quizá hoy ya prefiera esto. ¿Acaso lo imaginó hace 25 años? Probablemente no.
En El Eco, intentamos que la filosofía de trabajo sea como la del caso de usted en el siglo XV. Sí, esa misma.
Sabiendo que hay o que habrá algo mejor, buscamos siempre adelantarnos al próximo paso para continuar con nuestra verdadera razón de ser. Tenemos el enorme desafío de estar donde usted va a estar. Donde usted elija estar, antes de que nos lo pida.
Nos encontramos en una industria muy particular y distinta a la mayoría. Cada vez son menos las personas que quieren pasar tiempo frente a nuestros contenidos tradicionales. Pero cada vez son más las que, cuando directamente les afectan o un tema puntual les interesa, escriben “El Eco” en su buscador o red social favorita.
También son menos las que tienen tiempo para leer todos los contenidos que a diario son generados. Pero de a poco, son más las que eligen escuchar eso mismo en un podcast, con velocidad “2X” (acelerado al doble).
Hace 142 años que nacimos en papel. Hace 26 años que nos volcamos a internet. Y sí… en 26 años, hubo más cambios que en los 116 restantes.
Pero hay algo por lo que siempre luchamos. Porque al final de todo, la verdad es lo que más importa. Esa que se transmite de manera fehaciente, sin imponerse.
Es ahí donde estaremos, siendo para usted la fuente de información en la que pueda seguir confiando. Una voz que atienda la demanda de todos los actores de la democracia y una pluma que siga “escribiendo" la historia de nuestra sociedad.
Para cerrar, y espero no haberle generado aburrimiento durante su lectura, dejo tres frases que humildemente marcan nuestro presente y dictan nuestro futuro.
La primera, de la cual desconozco su autoría, “Camina solo y llegarás rápido. Camina en compañía y llegarás lejos”.
La segunda, esta ya sí escrita por el griego Arquímedes, “Denme un punto de apoyo (o palanca) y moveré el mundo”.
Y por último, la que nos impulsa a repensar la realidad y cada una de nuestras acciones, atribuida a Henry Ford: “Si hubiera preguntado qué necesitaban, me hubieran pedido un caballo más rápido”.
¿Imagina los próximos avances? Nosotros, intentamos hacerlo. Siempre pregonando por mantener EL VALOR DE LA PALABRA.