Economía social y solidaria
Consuma Dignidad, un proyecto que apuesta a los productores locales y el consumo responsable
La propuesta nacida en la Unicen nuclea a 50 productores locales y otros regionales para ofrecer una experiencia integral de venta directa, del elaborador al consumidor, bajo los parámetros de la economía social. Con entregas cada 15 días, 300 pedidos despachados por mes y varios equipos de trabajo, el proyecto busca conformarse como una cooperativa para seguir creciendo.
Consuma Dignidad es un proyecto del Programa Economía Social y Solidaria, de la Secretaría de Extensión de la Unicen que nació en 2016 y tomó vuelo propio. La iniciativa propone la intermediación solidaria orientada a promover el consumo responsable y consciente de productos elaborados bajo las premisas de: trabajo digno y autogestionado, compromiso ambiental, precios justos y venta directa del productor al consumidor.
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Con la pandemia el proyecto creció aún más y explotó los canales de venta online, que hasta principios de 2020 eran incipientes. Ahora hay 50 productores locales y casi 20 regionales que comercializan sus elaboraciones a través de Consuma Dignidad, un equipo de logística de 15 personas, y muchas otras puntas que establecen lazos comunitarios y con la universidad para potenciarse.
El Eco de Tandil conversó con Mariano Larrondo, referente del Programa Economía Social y Solidaria de la Unicen y con Andrea Uribe, coordinadora Equipo de Trabajo Consuma Dignidad, Productora Madre Arepa y Vivero Cooperativo MTE Rural, para profundizar sobre este modelo asociativo que ya inició su camino para convertirse en una cooperativa que ofrezca buenas condiciones tanto a los productores como a quienes eligen consumir su mercadería.
“El proyecto nació de una preocupación de un sector docente, no docente, estudiantes y graduados de la Unicen que en ese momento del país (fines de 2016) veían qué herramienta se podía generar para colaborar con los productores autogestionados y trabajar en la comercialización desde la economía social”, recordó Mariano.
Así fue como surgieron las primeras ferias del productor al consumidor y, a partir de ello, se materializó la posibilidad de generar otra herramienta complementaria para armar nexos y canales que actuaran a la manera de puentes.
Una idea que germinó
Con la idea tomando forma más allá de las ferias, empezaron a aparecer más productores interesados en ofrecer su mercadería, se armaron catálogos y días de entrega, en pos de seguir propiciando el encuentro directo con el consumidor.
Su primer espacio fue el Campus de la Unicen y luego se trasladaron al Centro Cultural Universitario, donde funcionan hoy y despachan los pedidos dos sábados al mes. Pero se hace camino al andar y la propuesta está en constante cambio.
Al respecto, Andrea explicó que “con el tiempo surgió la posibilidad, además de como productores de ofrecer nuestra mercadería, trabajar en la logística recibiendo un pago por esas horas de trabajo”.
De este modo, llegaron otras personas que apostaron al proyecto sin ser productores necesariamente, pero que se convirtieron en engranajes fundamentales de toda la maquinaria humana que tracciona a favor de este proyecto.
Hay equipo
En la actualidad hay un equipo fijo de 15 personas, en su mayoría mujeres jefas de hogar que así producen su sustento, que reciben y controlan los productos vendidos; que desde temprano los sábados empiezan a armar los pedidos para entregar; que salen en auto a realizar los envíos a domicilio; y quienes entregan los pedidos que se retiran personalmente. Se despachan alrededor de 300 pedidos por mes .
Todas estas actividades contribuyen a poder acercar a la comunidad, productos de origen local y regional, y habilitar un circuito corto de comercialización que incluye productos que van desde panificados hasta cosmética natural, pasando por productos de la huerta, plantines, pastas, yerba, fideos y aceite.
Además del equipo de logística, hay personas que se dedican a la comunicación, a sumar productores al proyecto, una precooperativa vinculada al material audiovisual, y más actores involucrados.
Por su parte, Larrondo destacó que “es un proyecto que muta y crece para hacer esa intermediación solidaria, que es lo que entendemos, con una amplia cantidad de actores y poder ser nexo, con la premisa del menor costo posible, porque esto no tiene fines de lucro, solamente se busca generar el trabajo necesario para que los productos se consuman”.
Cooperativismo
La iniciativa ya dio los primeros pasos para constituirse como una cooperativa y desde la Universidad pretenden acompañar a que el grupo sistematice todos los saberes adquiridos en este proceso y que desde ahí emerjan más líneas de acción.
“Las experiencias de la región permiten detectar problemáticas y trabajar para resolverlas con las áreas de conocimiento de la universidad. Puede ser a través de las prácticas socioeducativas, las capacitaciones de los equipos y los productores, el asesoramiento en bromatología, etiquetado y presentación del producto. La idea es mejorar la experiencia integral de todos”, precisó Mariano.
Asimismo, también aspiran a intensificar el vínculo con los consumidores para poder diversificar y ampliar la oferta, haciéndolos parte del proyecto. También la frecuencia de las entregas es un parámetro en evaluación para mejorar y generar una mayor sinergia entre todas las partes. Se trata, de alguna manera, del espíritu de una feria replicado en esta propuesta, donde todo es directo y autogestionado, y además se problematiza la cuestión de los precios populares, una variable que resulta tensiona la coyuntura en todos los niveles.
“La premisa es ser flexibles a las necesidades de los productores y consumidores garantizando el trabajo. Con este fortalecimiento de resolver la figura jurídica de la cooperativa en camino, es importante poder repensar en los próximos meses cómo seguir ampliando el proyecto del proyecto y generando lazos comunitarios; también consolidar los esquemas de trabajo y los equipos para incrementar oferta de mercadería, productores y llegar a más gente”, remarcó el referente del programa.
De Colombia a Tandil
Andrea Uribe tiene 44 años aunque parece menos y elabora –en la cocina comunitaria del centro cultural La Compañía- arepas, medallones hechos a base de masa de maíz seco molido o de harina de maíz precocida, que pueden cocinarse solas o con rellenos diferentes. Vino a Argentina hace 13 años y hace casi 9 que está en Tandil, enamorada de las sierras pese al frío pampeano.
En diálogo con este Diario, contó que empezó haciendo arepas para gente conocida y que en un momento, una productora llamada Nancy, le habló de Consumo Dignidad.
En este sentido, compartió que, como justo tenía la habilitación de bromatología para vender su mercadería, “me acerqué, ofrecí mi producto y empezó a circular el consumo”.
“Empecé a sumarme a las entregas y después me quede como parte del equipo de trabajo. Vendo mi producto, sí, pero hay todo un sentido de la economía que está bueno que vaya calando en nosotros. Conocerse con los consumidores, tener confianza y cercanía, esa parte es muy linda de rescatar. Hay gente nueva que se acerca más allá de lo que uno pueda vender y es muy lindo ver cómo se van creando las relaciones con la comunidad, con la economía popular, con una economía justa para todos”, sostuvo.
Para comprar los productos se puede acceder a la página web www.consumadignidad.com.ar - Celular: 2494 350712.