Alimentación y crisis: los alimentos sustitutos y el cambio de paradigma alimentario
Frente a la falta de leches y lácteos de segunda línea -accesibles para el bolsillo del consumidor-, proliferaron alimentos sustitutos en base a leche, que fueron retirados de las góndolas por incumplir con el rotulado establecido en el Código Alimentario. El contexto actual plantea cambios en el paradigma de alimentación, ante las limitaciones económicas y el problema de la malnutrición.
Ante la escasez de leches de segundas marcas, proliferó en el mercado una alternativa más económica: el alimento lácteo a base de leche. Recientemente fueron retiradas de las góndolas algunas marcas de estos alimentos, al menos de forma provisoria, alegando que se rotulaban y publicitaban de forma engañosa, confundiendo de este modo a las personas que creían consumir leche cuando en realidad no era estrictamente así. Estos sustitutos apuntaban a un segmento que no puede comprar los productos tradicionales, y tanto la Anmat (Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica) como el Ministerio de Agroindustria de la Provincia de Buenos Aires suspendieron su comercialización en el territorio.
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El Código Alimentario Argentino especifica claramente a qué producto se lo debe denominar “leche” y cuál es la información obligatoria que deben llevar los rótulos. Los alimentos lácteos son alimentos que contienen, además de leche, otros ingredientes como concentrados de proteínas de suero, y que por ende no puede usar la denominación de “leche” que de acuerdo al código alimentario sólo puede utilizarse si cumple con los requisitos del artículo 554 – (Res 22, 30.01.95). Sí incluye las bebidas lácteas: “productos lácteos elaborados a partir de la leche y/o leche reconstituidas y/o leches fermentadas y/u otros derivados de origen lácteo, con o sin el agregado de otras sustancias alimenticias y en los que el contenido de ingredientes de origen lácteo es como mínimo del 51 por ciento de la totalidad de los ingredientes del producto listo para consumo”.
Dicho artículo establece que, con la denominación de “leche” sin calificativo alguno, se entiende el producto obtenido por el ordeño total e ininterrumpido, en condiciones de higiene, de la vaca lechera en buen estado de salud y alimentación, proveniente de tambos inscriptos y habilitados por la Autoridad Sanitaria Bromatológica Jurisdiccional y sin aditivos de ninguna especie. La leche proveniente de otros animales, deberá denominarse con el nombre de la especie productora.
Alternativas de consumo
Laura Romano, licenciada en Nutrición (MN 5992) y columnista de Telefé Noticias, en diálogo con el ciclo radial “Dulce o amargo” (104.1 Tandil FM), explicó que se trataba de productos con 70 u 80 por ciento de leche y el resto de diluyentes, porque en lugar de usar agua se utiliza el lactosuero, un excedente natural de la leche que contiene agua, grasa y proteínas.
“Lo que hacen es agregarle eso, que en general se desperdicia o se usa para alimentos de animales. Se aprovecha, porque es mucho más barato y se diluye. No quiero alarmar a la gente, no es tóxico, no es malo, lo confuso es que estuviera en las góndolas de leches y lo sacaron del mercado por el revuelo que hubo”, detalló la profesional.
Romano se lamentó por esto: “pensemos en la gente que tiene comprar cinco sachets de leche a la semana, el problema es que las segundas marcas no se consiguen y esto está al nivel de ellas, el litro de leche de marcas premium cuesta más de 40 pesos”.
La nutricionista aclaró que tiene la mitad de proteínas que la leche propiamente dicha, pero que, en los rótulos que pudo observar, vio que le adicionan vitamina D, calcio y los valores “estaban bastante equiparados los índices de la leche”.
“Siempre existieron, pero ahora ante la crisis y la falta de leche en góndolas, aumentó la cantidad de este tipo de alimento. Lo comparo con la leche en polvo no reconstituida como recomienda el envase, no creo que sea algo malo ni perjudicial para la salud”, valoró.
Sin embargo, Romano hizo hincapié en la lectura detallada y atenta de los rótulos y etiquetas de los productos que se consumen, para saber qué se está consumiendo de manera consciente.
El problema de la malnutrición
En cuanto a los cambios alimentarios y de consumo en época de crisis, destacó que se reduce el consumo de proteína porque se compra menos carne o lácteos, porque son los más caros de consumir.
De los tres nutrientes esenciales para el organismo: carbohidratos, grasas y proteínas, la profesional explicó que estas últimas son fundamentales para el crecimiento, son los “ladrillitos” del cuerpo, que propician el crecimiento y un estado de salud adecuado.
“Tenemos que comer más legumbres; lentejas, porotos, garbanzos. Comparás un kilo de harina de maíz con igual cantidad de porotos secos, salen lo mismo y se tiene el doble de proteínas. Ante el aumento del precio de la carne, la complementación proteica se logra consumiendo trigo o arroz y combinándolos con legumbres y vegetales”, señaló.
En Tandil existen ferias como Colectivo natural, Consuma dignidad y los bolsones de verduras de la CTEP, que apuestan por productores locales que ofrecen alimentos naturales y orgánicos a precios amigables para el consumidor y las familias.
Más allá de los efectos del contexto económico, que inciden en la dieta de las personas, el consumo de alimentos ultraprocesados impacta negativamente en la salud, así como la incompleta ingesta de proteínas, grasas e hidratos de carbono, además de otros nutrientes esenciales para los humanos.
En los últimos años han aumentado en Argentina y el mundo los índices de sobrepeso y obesidad, que en muchos casos van de la mano de la malnutrición
“Muchos chicos no tiene las proteínas necesarias. No es llenar la panza y cubrir calorías, sino que los alimentos tengan con nutrientes. Las consecuencias de una mala alimentación acarrean déficit escolar, problemas de aprendizaje, retraso del crecimiento. Esto es fundamental en los 1000 primeros días de vida”, expuso Romano.
Malcomidos
En otra línea, la periodista Soledad Barruti, se ha dedicado a desnudar los entramados de la industria alimenticia y sus terribles efectos sobre las personas.
En sus libros “Malcomidos” y “Mala leche”, plantea una serie de interrogantes para desarrollar un extenso y riguroso trabajo que pone la lupa sobre los controvertidos métodos de la producción agropecuaria del país, de la industria alimentaria y los conflictos asociados a ella: el abuso de agroquímicos, la explotación desmedida de los recursos naturales, la especulación financiera, el cambio climático y el papel del Estado.
“Nos vendieron la idea de que la leche y los lácteos son los únicos alimentos de donde se puede extraer calcio y eso es una falacia, y si bien es perfecto para la industria, no lo es para dirigir la alimentación de miles de millones de personas. Que los lácteos puedan ser buenos en algunos pueblos con sistemas productivos respetables es una cosa, pero lo que se desarrolló alrededor de esas recomendaciones sobre lácteos son sistemas sustentables crueles, poco saludables y productos que hacen que esos lácteos vengan llenos de azúcar, repletos de aditivos y de cosas que no querríamos consumir. Por eso en otros países se recomienda no consumir más de dos porciones de lácteos por día y se impulsan formas de reemplazar el calcio”, afirmó la autora, quien desde su espacio en los medios y las redes sociales cuestiona fuertemente el consumo de alimentos ultraprocesados y el uso indiscriminado de azúcar en todas las preparaciones.
La importancia del calcio
Milagros Rubio nació, creció y vive en Tandil. Es licenciada en Nutrición por la UBA (MN 8.156 y MP 3.869). Consultada por El Eco de Tandil, la profesional manifestó que desde su formación recomienda el consumo de leche y sus derivados, pero respeta todas las líneas de manejo que puedan surgir de los especialistas.
“Si hay alguna patología de base que lo impida, por supuesto que no, como en el caso de ciertas intolerancias en las que se reemplaza el consumo de leche”, aclaró.
Con respecto a la importancia de consumos de lácteos, Rubio explicó que son sumamente importantes porque aportan proteínas de alto valor biológico, que son de alta calidad y contienen todos los aminoácidos esenciales.
“Con respecto al calcio, que es donde nos involucramos más en recomendar el consumo de lácteos, las guías argentinas recomiendan consumir tres porciones. Lo que consideramos lácteos es leche, yogur y queso, manteca y crema no se incluye dentro de esta necesidad diaria de consumo”, especificó.
La nutricionista observó que hay etapas de la vida en que los requerimientos aumentan por lo tanto se tiene que reforzar el consumo y este tiene que ser diario, “no podemos hacer consumo que generen reserva a largo plazo”.
Un vaso de leche aporta 200 mg de calcio, los quesos en 30 gramos -cuanto más duro más cantidad de calcio, sodio y grasa- tienen entre 200 y 300 mg.
“Las leches fortificadas con vitamina D son importantes, se necesita para la formación de huesos, y hay una deficiencia a nivel poblacional por el tipo de consumo de alimentos que muchas veces se suplementa”, indicó.
Intercambio de alimentos
Pero ante una dieta restrictiva de productos de origen animal, como sucede en el caso de los veganos, o de personas que por motivos de salid no puedan consumir lácteos o decidan no consumirlos, hay alimentos que pueden reemplazar el consumo de calcio.
“En el intercambio de alimentos se puede mencionar la leche de almendras, que se absorbe de una manera diferente pero tiene una buena proporción de calcio, lo que sucede es que es un alimento muy costoso, desde ese lado es dificultoso”, evaluó. Frutos secos, legumbres y vegetales como el kale, el brócoli y el berro, aportan también calcio al organismo.
Milagros hizo la salvedad de que “las cantidades que uno tiene consumir superan el volumen comparativo con un vaso de leche, por ejemplo”.
Consumo consciente
“Con el tema de productos que se elaboraron, ya sea por una cuestión de costos o de innovación, la realidad es que si los sacaron fue por una cuestión de que no cumplieron ciertas normativas y reglamentos que están dentro del Código Alimentario, porque se puede prestar a interpretaciones erróneas, pero no porque sean nocivos o generen un riesgo a la salud”, refirió sobre los alimentos lácteos la nutricionista Milagros Rubio, de Tandil.
Desde su mirada profesional, recalcó el hecho de que hay que analizar siempre cada caso en particular: si la persona está sana, si está obesa, en qué etapa de la vida se encuentra, si es un niño o una mujer embarazada, si padece osteopenia u osteoporosis, condiciones que requieren un aporte diario de calcio para evitar que esos huesos se vayan descalcificando.
Desde su óptica, lo importante es empezar a qué estamos comiendo cuando comemos, cuando compramos un paquete, y resaltó la necesidad de leer las etiquetas de los productos, aprender y asesorarse, y si es necesario consultar a profesionales.
“Lo fundamental es no se interpreten mal ciertos productos y que se los consuma para una cosa, si están elaborados para otra. Siempre saber bien en qué situación uno está en cuanto a estado de salud, para evitar problemas mayores”, reforzó.
Entendiendo de su parte que hay una necesidad de innovación permanente por parte de la industria, según lo que se necesite, sean demandas de salud pública, de mercado o por abaratar costos, Rubio analizó que “no significa que sean de mala calidad o no tengan beneficios, hay que ver cada uno en particular para saber si está bien o mal, si corresponde o no”.