Historias
Tienen más de 90 años, se conocieron en un geriátrico y viven una historia de amor a su manera
Catalina y Fermín desafiaron las convenciones sociales, sus circunstancias particulares y hasta una pandemia. Comparten como pareja la residencia en la que viven y se declaran muy enamorados. Felices de haberse conocido, celebran a cada instante la posibilidad de estar juntos y ese encuentro que les cambió la vida.
En vísperas del Día de los Enamorado y por fuera de toda ansiedad comercial, vale la alegría conocer la historia de Catalina y Fermín. Ellos tienen 93 y 95 años, respectivamente, y se enamoraron en 2020 en Reminiscencias, el geriátrico en el que ambos viven.
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Quizás todas las historias de amor se parezcan, pero el encuentro entre ellos surgió de forma inesperada e improbable porque la vejez no suele ser socialmente reconocida como una etapa para el deseo, el erotismo, el afecto y los planes.
En medio de una pandemia que restringió el contacto físico a su mínima expresión y en medio de una sociedad que saca del mercado del deseo a los adultos mayores, el vínculo de Catalina Pisicelli y Fermín Urban brotó como flor en el asfalto.
El acontecimiento irrumpe así, sin ningún aviso. La amistad es un acontecimiento. El amor es un acontecimiento. El mundo es un lugar hermoso y hostil. Y para disfrutar su hermosura y metabolizar su hostilidad, están los amigos y los amores. No se sabe qué se ve en el otro que hace, sin dudarlo, tender puentes y cruzarlos.
El amor a toda costa
Catalina y Fermín comparten habitación y cama en la residencia que hace un par de años saltó a la fama, justamente, por haber implementado un novedoso método con unas mangas de plástico para que los residentes pudieran abrazar a sus familiares.
Los abrazos de ellos nunca se detuvieron y siguen hasta hoy, mientras hablan con El Eco de Tandil sentados en un sillón, prolijamente vestidos y con la mirada luminosa.
“Yo tengo 40”, contesta Catalina cuando se le pregunta la edad, y se ríe. Claro que tiene 40, no cabe ninguna duda. “Nos gustamos y enseguida nos acostamos, es la verdad”, reconoce frente al personal del establecimiento, que estalla en carcajadas al oírla
Con su voz suave, la mujer relató que “enseguida” hicieron pareja porque se llevan bien. Las parejas no necesitan hacer cosas, lo sabe cualquiera que alguna vez se haya enamorado o se haya divertido con alguien, alcanza con un mate o una botella de vino, o con tomarse las manos, y si no alcanza con eso no alcanza con nada. Y a ellos les sobra todo.
Pero sí les gustaría ser una pareja “libre”. En este sentido, se refirieron a poder vivir su amor fuera de la institucionalización y de los límites que la lógica geriátrica impone.
“Ojalá todos puedan tener una pareja libre. A mí me gustaría algún día tener mi casa, hacer la comida, hacer nuestras cosas, vivir como una pareja común”, anheló Cata.
La vida a besos
Durante el día realizan algunas actividades por separado, más allá de que comparten habitación y otros espacios comunes. Cuando eso sucede, a la pasada se tocan las manos o se tiran besos, como si no quisieran desperdiciar un solo segundo, incluso de los minutos que pasan separados.
“Estamos enamorados, antes me cargaban pero ahora ya es común vernos juntos. A veces nos conformamos pasando uno al lado de otro, tocarnos apena”, y mientras dice esto le toma la mano a Fermín y le acaricia el dorso.
Ellos tienen hijos, tienen familias, estuvieron casados antes y vivieron muchas cosas. Noventa años es mucho tiempo para la experiencia vital, pero al mismo tiempo parecen un soplo cuando se tiene ganas de hacer cosas.
“Él me entiende mucho a mí y yo a él, nos gusta estar juntos, besarnos, estar abrazados o de la mano. Me gusta que sea franco, que me diga lo que siente y lo que quiere, es importante decirnos todo lo que sentimos, es muy lindo eso. Ojalá todas las parejas tuvieran ese momento de estar juntos y poder decirse todo lo que quieren. Nos gusta estar juntos, hablar de la familia, ser una pareja”, compartió.
“Es jodido llegar a viejo”, interrumpió Fermín, pero agregó: “Yo me siento lo más bien con ella, es una gran compañera y los dos sentimos igual”.
Y ella retomó la palabra: “No pretendemos nada más, no queremos nada más, este es el amor puro. Aprendí a aceptar el destino, antes me preguntaba por qué a mí y ahora gracias a él lo acepto, lo entiendo, lo transformo. Somos muy felices".
Palabras escuchadas
Antes de despedirse, Catalina preguntó dónde iba a salir la nota y expresó una idea que condensa muy bien lo que sucede con las personas, con todas, en cualquier parte: la gente quiere ser escuchada. “Cuando nos escuchan volvemos a ser de este mundo, es importante que nos escuchen”, sostuvo.
Y si, como escribió el poeta chileno Raúl Zurita, “toda declaración de amor es urgente porque nos vamos a morir”, antes de que llegue la hora mejor aprovechar lo que a cada uno le toque.
Y decir y escuchar todas las palabras de amor que haya. Como Catalina y Fermín, que se van de novios por la vida desterrando una muerte solitaria. Porque mientras tanto, lo que hay es vida. Y sus vidas florecen todavía con la fuerza de mil primaveras.