Sergio Caruso: cuando disfrutar del fútbol duele
Conoció de cerca a Pekerman y al gran Vélez de los 90. Las lesiones condicionaron una carrera muy prometedora, y lo obligaron a retirarse rápido. Hoy no puede vincularse con el juego como le gustaría, pero no se resigna
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Sergio Caruso dejó el fútbol competitivo hace ocho años, después de que una nueva lesión se atravesara en su carrera, dejando la sensación de que todavía le quedaba tiempo para seguir mostrando esa ductilidad con la zurda. Se declara un adicto a la pelota, en cualquier expresión que sea y más allá de esos dolores en el tobillo que solo le permiten darse el gusto muy de vez en cuando y entre amigos.
Hoy, con 41 años, hace los últimos intentos por recuperarse de esa persistente artrosis que lo alejó de las canchas justo cuando había cumplido uno de sus deseos, volver a vestir la camiseta de Loma Negra, el club que lo vio crecer y formarse hasta que levantó vuelo y se hizo inevitable que empezara a mostrar sus condiciones en el fútbol grande.
Vélez fue el primero en echarle un ojo a su talento, después llegaron los seleccionados juveniles de Pekerman, los clubes europeos, México, Colombia, Ecuador, y el regreso a las fuentes para dejar sus últimas jugadas en el fútbol tandilense, con participaciones en Grupo Universitario, Gimnasia, Independiente y Loma Negra.
Por estos días, Caruso trabaja en una empresa de correos y resiste con ese amor por el fútbol que le hace aceptar invitaciones para alguno de los múltiples torneos amateurs de la ciudad, aunque el cuerpo diga no.
Nació en Tandil, pero muy pronto la familia se mudó a Villa Cacique, atraída por el trabajo en la fábrica de Loma Negra. Por eso, su sentido de pertenencia se divide entre las sierras y ese pequeño pueblo del partido de Juárez que nació y creció a la vera de la famosa cementera.
“Trato de hacer alguna actividad, porque me gusta y porque toda la vida entrené y el cuerpo me lo pide. Pero tengo artrosis en el tobillo, no puedo jugar al fútbol. Me estoy tratando con el doctor Carlos Traynor, que hace Apiterapia. Hace dos años que voy y estoy mejorando mucho. Antes no podía correr y me dolía hasta para caminar”, explica Caruso sobre su actualidad.
-¿Ya te olvidaste definitivamente del fútbol competitivo?
– La ilusión de volver a jugar siempre está, pero los años pasan para todos y hoy tengo 41 y sé que mi carrera terminó. Me gustaría jugar con amigos, pero se me complica. Cada vez que me prendo en algún partido estoy dos o tres días con dolores. Pero voy igual, porque la cabeza me pide de vez en cuando jugar al fútbol. Con el entrenamiento me pasa lo mismo. Toda la vida entrené y siempre me gustó, más allá de que era un trabajo en ese momento. Siempre salgo a correr un poco para despejarme. Mis amigos me han anotado en los diferentes campeonatos que hay en Tandil y si en algún momento puedo ir y jugar aunque sea 15 minutos ya estoy contento.
– Cómo se produjo la lesión que te alejó del fútbol?
– Fue jugando para Loma Negra, en el cuarto o quinto partido que jugué después de volver. Fue una patada en el tobillo y se me hizo un esguince de tercer grado. Me recuperé con una bota y kinesiología, pero el dolor nunca se me fue. Y ahí uno de los médicos que consulté me dijo que tenía artrosis, que es algo que no se cura, pero lo importante es que no avance porque es una enfermedad de gente mayor. La enfermedad estaba y ese golpe la detonó.
– En algún momento probaste con el arbitraje.
– Fueron un par de meses, nomás. Iba a entrenar con los árbitros y me pidieron si podía dirigir o ser juez de línea. Pero no es lo mío. No me gustaba para nada. Uno cuando está dentro de la cancha se enoja y se la agarra con el árbitro. Y cuando yo estaba del otro lado no me gustaba que me dijeran nada. Dirigí en algunos partidos del Senior, pero no pasó de eso.
Una prueba en Vélez
Esa melena rubia que se destacaba con la zurda no tardó en dejarse ver. Y fue Vélez el que, casi por casualidad, le ofreció una prueba luego de verlo en acción.
“Tuve que ir a jugar para el seleccionado de Benito Juárez, porque Barker pertenece al partido. Jugamos en un torneo bonaerense contra Tres Arroyos, y fue a ver el partido un dirigente de Vélez. La esposa era de Gonzales Cháves y justo estaba ahí. Después del partido me vino a ver al vestuario, me dijo que jugaba bien y que le gustaría que fuera a probarme a Vélez. Le di el teléfono de mi viejo para que se pusieran de acuerdo, porque yo tenía apenas 14 años. Y un año y medio después, pude ir a hacer la prueba”.
-¿Cómo fue ese desafío de probarse en un club reconocido de Buenos Aires?
– En esa época era una situación difícil irse a probar a equipos de Primera. No había veedores en cada ciudad como ahora, donde la tecnología ayuda un montón. Era un sueño para mí, y ni lo dudé cuando me lo propusieron.
-¿Con qué te encontraste?
– Fue muy difícil, porque era otro mundo. Yo era de un pueblo de 2000 habitantes y me fui Buenos Aires solo, porque mi viejo me acompañó hasta la terminal acá en Tandil y allá me esperaba un dirigente. Mi viejo me dijo, cuando digan Liniers vos tenés que bajar, y para mí era todo nuevo. Nunca había ido a Buenos Aires.
– Y había que demostrar.
– Ese mismo día me llevaron al estadio para entrenar con mi división, Estuve una semana a prueba y me fue muy bien. Pero más allá del futbol, que era diferente en cuanto al ritmo, me costó estar solo en la pensión, donde no conocía a nadie. Había jugadores de todo el país y de a poco se convirtieron en mi familia. Fue una experiencia muy linda, nunca pensé que iba a vivir esas situaciones.
– ¿Quién manejaba las inferiores en Vélez?
– En ese momento el coordinador era Montaño, y el DT en mi división era “Toto” Calvanese, que hace poco me enteré que había fallecido. Estaba Bianchi en la Primera y Piazza en Reserva.
– Llegaste con el mejor Vélez de la historia.
– Recién había salido campeón del mundo contra el Milán. Era un equipo impresionante, y tuve la suerte de entrenar con ese plantel que tenía a jugadores como Chilavert, Trotta, el “Turco” Asad, Bassedas, el “Turu” Flores. Ese fue el equipo más grande de la historia del club.
– El debut no fue con Bianchi, sino con Piazza.
Si, ese día es inolvidable. Fue un 20 de diciembre del 96, era el último partido del torneo contra Ferro. Ese día el “Rifle” Pandolfi se enfermó, tenía fiebre y Osvaldo Piazza me llamó a la pensión el mismo día para decirme que no jugara en Reserva. Yo pensé que iba a ir al banco de Primera, porque no concentré y me llamaron último momento. Dormí en la pensión y cuando llegué al vestuario estaba con la 11, de titular. Se me vinieron mil cosas a la cabeza, fue un sueño. Empatamos 1-1 Me acuerdo que atajó Goycochea y adelante jugaron Martín Pose y Asad, conmigo de volante por izquierda.
Fue un partido duro, trabado y con lluvia. Y salí lesionado porque el “Doctor” Paredes me pegó una patada en la rodilla y me sacó. Yo tenía problemas de crecimiento, y cada vez que me golpeaba en esa zona me dolía mucho.
– A esa altura ya trabajabas con los seleccionados juveniles.
– Sí. Me había convocado Pekerman para el Mundial Sub 17 en Ecuador, donde terminamos terceros. Había jugadores como Aimar La Paglia, Cambiaso, que daba ventaja porque tenía 15. También estaban Duscher, Islas, muy buenos jugadores.
-¿Cuáles eran las virtudes de Pekerman para lograr tan buenos equipos juveniles?
– Sabía cómo tratar a los chicos, toda la vida dirigió juveniles. Tenía mucha humildad y paciencia y lo acompañaba un cuerpo técnico muy bueno. Nos trataba como un padre. Pasaba por las habitaciones, nos hablaba, nos preguntaba si necesitábamos algo. Y después nos decía que estemos tranquilos, que demostremos dentro de la cancha lo que nosotros sabíamos, sin nervios. Te daba tanta tranquilidad que cuando íbamos a la cancha nos sentíamos seguros, más allá de lo que significaba vestir la camiseta argentina.
Lesión y cambio de rumbo
Pese a su auspicioso debut con solo 17 años y su presencia los seleccionados juveniles, Caruso nunca pudo hacer pie en Vélez de la forma que le hubiera gustado. Y en eso mucho tuvieron que ver las lesiones.
“Tuve la mala suerte de lesionarme la rodilla. En un momento me dolía tanto que el médico del club, el doctor Coppolecchia, me operó. Estuve un año y dos meses parado, sin poder hacer nada. Cuando quise volver, seguía con molestias. Fui a verlo a Avanzi, que era uno de los mejores en esa especialidad, y me dijo que me tenía que operar de nuevo. Después de seis meses pude volver a las canchas, pero estar tanto tiempo parado me perjudicó mucho. Me hicieron un año más de contrato, pero me terminé yendo, porque en ese momento Vélez sacaba muchos jugadores y adelante mío tenía a varios.
– Llegó la chance de ir a Europa
En ese momento ya tenía representante y me llevó a la Fiorentina. Pero era un mal momento, porque el club estaba mal económicamente y encima tenía problemas con algunos jugadores. Presentaron la quiebra y fueron a parar a Tercera división. Estuve dos o tres meses ahí, conviviendo con el “Equi” González, el que jugó en Central y en Boca.
-Después pasaron muchos equipos y países.
El mismo representante me llevó a jugar tres años a León, en México. Fui a Alemania a jugar en el Borussia Fulda, después a Colombia, en Unión Magdalena. Volví a Argentina para jugar con Juventud Unida de San Luis y Douglas Haig, en la B Nacional. Y también tuve un paso por Barcelona de Guayaquil. Ya tenía el pasaporte comunitario, así que después estuve jugando seis años en clubes del ascenso italiano. Con Aversa Normanna conseguimos el ascenso.
Balance positivo
Más allá de no haber podido asentarse en el máximo nivel, para Caruso su carrera fue lo suficientemente buena como para dejarlo conforme, aunque acepta que las lesiones lo condicionaron demasiado.
“Uno de mis problemas fue el físico, las lesiones, sobre todo la rodilla. Desde chico tuve problemas de crecimiento. No me puedo quejar porque pasé por muchos clubes y con buen nivel. Cuando me operé dos veces en Vélez el médico me decía que era difícil recuperarse, pero eso me dio más fuerzas para volver a jugar. Con los años y con un poco más de experiencia, tuve muy buenos momentos en México y en Italia. Y pude demostrar lo que sabía”.
-El fútbol siempre cerca.
– El fútbol es todo para mí. Tengo una familia y estoy trabajando en otra cosa, pero siempre lo tengo por arriba de todo. Al tener mi familia acá, siempre tuve la idea de volver. Siempre decía que el día que dejara de jugar me venía a radicar acá. Tuve chances de quedarme a jugar y a dirigir en Italia, pero elegí regresar. Mi hermana, que se mudó allá mientras yo jugaba, fue la que se quedó.
-¿Estas conforme con tu carrera?
– Dentro de la mala suerte tuve suerte, porque pude seguir jugando después de una lesión muy grave. Mal o bien pude responder en los clubes en los que estuve. Pude salir campeón en México, en Italia también fuimos campeones y ascendimos. Si no me hubiese lesionado, a lo mejor podría haber triunfado en Vélez. Pero la vida te juega malas pasadas y hay que saber levantar la cabeza y seguir.
-Grupo fue el primer equipo en tu regreso a Tandil.
Volví en Grupo Universitario, pasé por Gimnasia, en donde me dirigió mi amigo “Bochi” Abad. Pasé por Independinete y terminé en Loma. El técnico era el “Chino” Ríos, uno de mis mejores amigos. Cuando agarró el cuerpo técnico me llamo y me dijo que tenía que volver para jugar con él como DT. Por desgracia me lesioné el tobillo y no pude jugar todo el tiempo que hubiera querido.
-¿No tuviste propuestas para trabajar en el fútbol?
– He tenido algunas. En Independiente, en Gimnasia, para dirigir divisiones inferiores o infantiles. Con mi trabajo se me hace difícil. Es cierto que los entrenamientos duran dos horas, pero cuando uno pertenece a un cuerpo técnico necesitas horas de planificación y otras cosas. Hoy mi prioridad es el trabajo, yo tengo que mantener una familia, y eso es lo más importante. Para ese tipo de trabajo necesitas tiempo y ahora yo no lo tengo, Y el futbol es muy amateur en Tandil como para pretender dedicarme a eso con exclusividad. Pero eso no quiere de decir que más adelante, si se da la oportunidad, no me gustaría trabajar en eso.
-¿Qué personajes o entrenadores te marcaron?
– Tuve a Bielsa en Vélez. Yo estaba lesionado en ese momento, pero estaba en el plantel y miraba mucho los entrenamientos. Estaba dos horas o dos horas y media, y hasta que no le gustaba como salía el entrenamiento no lo terminaba. Tiene esas cosas. Es un enfermo del fútbol en el buen sentido. Lo vive y los disfruta tanto como un jugador. Después tuve compañeros como Chilavert. Era un placer verlo trabajar, la manera de aplicarse para practicar los tiros libres, ensayaba todos los días para mejorar su pegada. Jugadores que tienen un don y lo quieren seguir mejorando.