Marcos Lorenzo, el crack que se fue demasiado pronto
Su talento se apagó en 1994, a los 27 años, en un accidente automovilístico, pero quedó en la memoria colectiva como uno de los mejores futbolistas que dio Tandil
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Pocos días antes del debut de Argentina en aquel amargo Mundial de 1994, que pasaría sin escalas de la ilusión a la frustración tras el doping positivo que sacó a Maradona del torneo, la ciudad se conmocionaba con una terrible noticia. Tres conocidos tandilenses habían perdido la vida en un accidente automovilístico en la ruta 29, cerca de Ranchos. Una de las víctimas era Marcos Lorenzo, tenía solo 27 años.
Entre tanto dolor de sus familiares y amigos, entre lo absurdo de semejante pérdida, fue aflorando en los futboleros un sentimiento más superfluo, pero no menos triste. Cuando pasaron los días y llegó la resignación, cayeron en la cuenta de que el fútbol tandilense había perdido a uno de sus más grandes talentos.
Marcos viajaba hacia La Plata junto al empresario futbolístico Marcelo Arias y a su primo, Fernando Venturini, cuando se desató la tragedia. Era jugador de Estudiantes, el sábado anterior había sido titular en el empate sin goles frente a River. Su capacidad por fin empezaba a notarse en el equipo “Pincha”, después de un par de años con muchos vaivenes. Pero en un instante, el sueño se terminó.
El potrero de Los Manantiales
Zurdo, elegante, capaz de jugar de 10 clásico, de volante central, de zaguero y hasta de lateral, Lorenzo deslumbraba con su pegada y la facilidad con la que se sacaba rivales de encima. Sus apiladas eran famosas. No era un gran velocista, ni de esos dribleadores desprolijos y endiablados. Simplemente gambeteaba usando a la perfección el tiempo y el espacio. Un tranco demoledor.
Walter Cantero, exdefensor de Independiente, fue uno de sus amigos más cercanos y describe así los primeros pasos en el fútbol: “Lo conocí de muy chico. Íbamos a la Escuela Nº 1 y vivía a dos cuadras de mi casa, así que estábamos todo el día juntos. A los 10 años me llevó a Independiente, porque yo solamente jugaba en Los Manantiales, el potrero que había enfrente a la casa de Marcos. Fue un excelente amigo de la vida, pasamos grandes momentos, pero bueno, a veces pasan cosas que uno tiene que superar, aunque cueste mucho”.
Oscar, hermano mayor de Marcos y también exjugador rojinegro, fue testigo de sus comienzos en el deporte: “Arrancó en las inferiores de Independiente y ya se veía que era un distinto. También jugaba muy bien al tenis, así que hacía las dos cosas en el club. Pero en un momento tuvo que elegir. Habían llegado a la final en Sexta y dio la casualidad que el mismo día tenía que definir un torneo Junior de tenis. Ahí lo agarró el “Beto” Alonso, que era el técnico, y le dijo que tenía que decidirse por uno de los dos deportes, porque si no le iba a fallar a alguien. Eligió el fútbol, y no se presentó a la final de tenis”.
“Beto” Alonso también recuerda ese momento: “Era un distinto. Esa Sexta era muy buena, pero con él marcaba la diferencia. Creo que fue en cancha de Ferro, estábamos cambiados para salir a la cancha y Marcos no aparecía. Llegó con lo justo, y ahí fue que lo agarré y le dije que tenía que elegir entre una de las dos cosas”.
Levantando vuelo
Después de un título en Quinta, en un equipo que tenía a Cantero, Luis Vivas, Julián Espetxe y Jorge Alonso, entre otros, Marcos no tardó en llegar a Primera. Tuvo un paso por Defensa Tandil y luego integró un recordado equipo de Gimnasia que le peleó el campeonato a Grupo Universitario en el 86, de la mano de Juan Carlos Menchón, un técnico que conocía a Marcos desde sus inicios en el baby fútbol rojinegro: “Lo tuve en todas las inferiores de Independiente. Era un jugador con un físico destacado por su estructura y potencia, muy hábil con su zurda, con una pegada magnífica. Un chico humilde con el que siempre generamos mucha empatía. Tenía una sonrisa permanente, era bonachón, con una generosidad destacable, una pena que se nos haya ido tan pronto.
En el 86 lo llevé a Gimnasia y armamos ese equipazo. Jugaba en el medio con Lecuona, Fava y Gárate, y arriba estaba Mario Vener y Juan Cuello. Se hizo un festín en ese campeonato local”.
El “Gallego” recuerda también una anécdota vinculada a la facilidad de Marcos para jugar en cualquier posición: “Con la Reserva de Estudiantes jugamos contra Racing, en Avellaneda. Jugó de marcador de punta y la rompió. Los metió en un arco él solo por la banda izquierda, era un jugador muy versátil. Horacio Rodríguez, que era el técnico, nos decía que no sabíamos nada de fútbol, porque no nos convencía que jugara tan atrás. Jugando en esa posición la rompió y ese equipo salió campeón invicto en Reserva”.
Más tarde formó parte del campeonato rojinegro en 1989. En el Regional, Independiente armó una suerte de seleccionado local, con jugadores como los hermanos Kabalín, Sergio Bonanna, Guillermo González, Juan Macaya, Luis Riglos y David Gómez, y Lorenzo se encargó de mostrar destellos de su potencial. Y comenzaron a conocerlo en la región.
Luis Quintela describe ese despegue: “En el 87 ya lo habíamos llevado con Grupo a una gira por España. Era un pibe que apuntaba para mucho. Era increíble su asombro por estar ahí con nosotros, sacaba fotos de todo. Cuando llegamos allá me dijo que no había llevado botines, así que tuvimos que salir a comprarle unos”.
Y agrega: “En sus comienzos no se tomaba tan en serio el fútbol. En el 90 salimos campeones con Alumni y lo llevé como refuerzo para el Regional. Estaba jugando en Primera B, con Villa Lumieri. Jugamos un amistoso contra un combinado de Tandil que armó el ‘Negro’ Conti y ahí le hablé para que viniera con nosotros. Le puse como condición que se tomara todo con mucha seriedad, aceptó y cumplió. Se ganó la titularidad enseguida. Lo querían todos. Contra Alvarado, en Mar del Plata, se mandó una jugada tremenda. Gambeteó a todo el equipo y no fue gol por muy poco”.
Una apuesta marplatense
Tras el buen torneo Regional que realizó con los juarenses entró en escena Carlos Miori, una leyenda del fútbol marplatense y en especial de Deportivo Norte, cuyo estadio lleva su nombre: “Marcos es muy especial para mí. Acá en Mar del Plata lo recordamos mucho por todo lo que nos dio, tanto dentro de la cancha como a nivel humano. Él y toda la familia. Con Deportivo Norte fuimos a jugar un amistoso a Tandil, contra Independiente. Marcos jugaba de central, pero en una jugada agarró la pelota en el área propia y se fue gambeteando hasta el arco nuestro. En ese momento pensé, ‘si a este chico lo ponen un poco más arriba puede ser muy desequilibrante’.
Me quedó la imagen de un gran jugador”.
Al año siguiente, Miori se hizo cargo de Alvarado y después de consagrarse en el torneo local, comenzó a armar un equipo muy ambicioso de cara al Regional. “Enseguida pensé en él, pero me costó mucho llevarlo. Los dirigentes tenían pensado pagarles a 22 jugadores. Yo tenía dos arqueros y 21 jugadores, y ellos querían que la última plaza fuera para el tercer arquero. Al final insistí tanto que pusieron un arquero del club y lo pude sumar a Marcos”.
Pero “Toto” Lorenzo aporta más datos sobre esa contratación y la forma en que Miori se la jugó por el tandilense: “Cuando Miori les pidió a los dirigentes de Alvarado que lo contrataran, Marcos justo se agarró hepatitis, y lógicamente no querían saber nada. Entonces el ‘Pelado’ los convenció porque les dijo que lo quería para la segunda fase. Vino a Tandil a hablar con Marcos, le contó que se la había jugado por él y que quería que se cuidara y se recuperara. Le dijo que sabía que le gustaba salir, no cuidarse demasiado, porque después llegaba el domingo y la rompía igual, pero le pidió que empezara a ser más profesional. Y Marcos le cumplió, pasó la enfermedad en casa de mis viejos, se cuidó más que nunca y cuando llegó a Alvarado se ganó un lugar enseguida. Competía en el puesto con Irazoqui, que venía de jugar en Boca, y le ganó la titularidad”.
Alvarado pasó sin sobresaltos la primera fase, y consolidó una gran campaña con la llegada de Lorenzo, que le dio un salto de calidad al equipo: “Lo esperé y cuando se sumó nos dio grandes satisfacciones. Teníamos un gran plantel. De Aldosivi habían llegado Cortadi, Solabarrieta, Albornoz, y Débole, que se entendía a la perfección con Marcos, juntos hacían una diferencia abismal. Soy consciente de que esa cuarta amarilla que le sacaron en la primera final contra el ‘equipo del comisario’, en Sarandí, nos perjudicó demasiado. Muchos pensamos que con Marcos en la cancha otra hubiera sido la historia”. La referencia de Miori es a la final por el ascenso frente a Arsenal. Después del 2-2 de la ida en Sarandí, Lorenzo no pudo actuar en la revancha, en el estadio San Martín de Mar del Plata, suspendido por acumulación de amarillas. Fue derrota 2-1 y una nueva frustración de Alvarado en su búsqueda de llegar a los torneos nacionales.
Un equipo de Primera
Daniel Romeo, que luego le dejaría la posta a Luis Garisto en el banco de Estudiantes, fue junto a Horacio Rodríguez uno de los que apuntalaron la llegada de Lorenzo al equipo de La Plata, que por esos años intentaba salir de la deriva que inevitablemente lo llevaría al descenso dos temporadas después. Quintela recuerda esa transición: “Después del torneo bárbaro que hizo con Alvarado, me habían contactado de Colombia para llevárselo, pero cuando hablé con él, ya había arreglado con Estudiantes. Así que le dije que cuando debutara en Primera yo quería estar en la cancha para verlo. En el 93, le tocó ir por primera vez al banco en un partido contra Vélez, que estaba por salir campeón, y me regaló plateas para que fuéramos con mi hijo y con el ‘Negro’ Conti”.
Jorge Izquierdo, otro talentoso volante ofensivo surgido de Independiente, coincidió con Marcos en La Plata: “Cuando llegó a Estudiantes, yo estaba en las inferiores, así que no teníamos contacto. Pero cuando se enteró de que yo era de Tandil y que los dos habíamos salido de Independiente, me mandó a llamar y empezamos una relación de amistad muy linda. Iba mucho a la casa a compartir momentos con su familia, con Mariel, su esposa, con los mellizos, y con Marquitos, que nació después. A la noche cenaba con ellos o me iba a un rato a tomar un café porque la pensión estaba a tres cuadras”.
“Era un gran jugador, uno de mis espejos de chico. Iba a ver a Independiente o a cualquier equipo en el que jugara y disfrutaba porque era un monstruo. Algunos técnicos, como Horacio Rodríguez, lo ponían de marcador central, para que arrancara de más atrás, y que no lo marcaran tanto. Y él los gambeteaba a todos y se metía abajo del arco. Pero más allá de los futbolístico, lo más importante siempre fue lo bien que se portó conmigo. Valoro que me abrió las puertas de su casa para compartir con su familia, yo era chico y eso me vino muy bien. Era muy generoso con la gente de su entorno. Te brindaba todo. Muchas veces concentraba en el Country, me pedía que lo lleve, y después me prestaba el auto para que lo use el fin de semana. Fue uno de los grandes jugadores que dio nuestra ciudad. Tenerlo presente atenta contra el olvido”, dice “Chopi”.
A Marcos le costó ganarse un lugar en Estudiantes, alternó buenas y malas. Integró el equipo campeón de Reserva, con jugadores como Juan Sebastián Verón y Martín Palermo, y le tocó convertir frente a Navarro Montoya en la definición por penales en la que Estudiantes eliminó a Boca de la Supercopa 1992. Pero al año siguiente sufrió una fractura de tibia y peroné tras una fuerte entrada de Pedro Monzón en cancha de Huracán, y eso le demandó una larga recuperación y varias operaciones.
En el Clausura 94, cuando parecía haberse afianzado en el equipo que conducían Héctor Vargas y Abel Herrera, llegó aquel trágico final. El último adiós convocó en Tandil a muchos de los que transitaron con Marcos su camino por el fútbol. Llegaron Miori, Enzo Trossero, extécnico en Estudiantes, y Alejandro Barberón, que lo dirigió en Jorge Newbery de Lobería. También buena parte del plantel de Estudiantes, con Palermo, Verón, Claudio Paris, Edgardo Prátola, José Luis Calderón y los hermanos Capria. El “Mago”, un jugador con el que Marcos compartía muchas cualidades, lo recuerda así: “Hablar de Marquitos es tener un recuerdo de su presencia. Un recuerdo imborrable. Un tremendo jugador, le pegaba con un caño a la pelota. Pero lo que yo más rescato es su personalidad, su don de gente. Era un pibe muy callado, pero a la vez muy buena persona. Recuerdo haber estado cerca de él cuando tuvo aquella lesión grave y ahí nos conocimos mucho mejor. Nos provocó una enorme tristeza perderlo tan joven en un accidente tan absurdo. Pero la buena gente queda en un recuerdo lindo, grato. Cuando veo una foto o algo que tiene que ver con Marcos, siempre me da una linda sensación. Y eso es lo más importante”.