DÍA DEL PADRE
Los Paoletta, padre e hijos que comparten la pasión por la medicina y el legado del trabajo
El médico traumatólogo Rubén Paoletta forjó una reconocida trayectoria en la ciudad y le transmitió la pasión a sus hijos. Padre de cinco, dos de ellos -Edilio y Franco- tomaron su legado profesional y en la actualidad los tres comparten consultas y quirófano. Una historia atravesada por la libertad de elegir y un profundo amor al trabajo, a partir de un vínculo entre padre e hijos que se fortalece y resignifica a cada paso.
Cuando a los 17 años Rubén Paoletta, hijo de un trabajador de las canteras y de una ama de casa, oriundo de Villa Laza, decidió estudiar medicina, no se imaginó la trayectoria que forjaría en la ciudad ni que años después sus hijos seguirían sus pasos.
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Casado desde hace más de cuarenta años con Alicia, tienen cinco hijos y seis nietos. Dos de ellos, Edilio y Franco, son también médicos traumatólogos. Enzo y Dino son politólogos y la única mujer, María Sol, se desempeña como terapista ocupacional y se dedica a hacer rehabilitaciones.
Con casi 70 años, Rubén sigue ejerciendo su profesión a la par de sus hijos y comparten no sólo el quirófano o consultorio, sino la pasión por la medicina, por el deporte y por ayudar a las personas de la mejor manera que saben. Una historia familiar donde no hay mandatos, sino elecciones libres y deseos compartidos, pasiones transmitidas y un legado basado en el trabajo y el compromiso.
Pasión por la medicina
El Eco de Tandil conversó, en ocasión de este Día del Padre, con Rubén y Edilio Paoletta, para desentrañar parte de ese vínculo resignificado a través de la vocación y la labor diaria.
Pese a que podría jubilarse, el patriarca de la familia elige seguir trabajando en su tradicional consultorio de la calle Rodríguez y allí recibió a este Diario, orgulloso del camino recorrido y convencido de que aún le queda mucho por andar; “me sacan esto y estoy perdido”, comentó, risueño. Recibido de médico en la Universidad de Buenos Aires, se especializó en el área de traumatología en el Hospital Militar Central de la Capital Federal y aún conserva intacta su entrega a un trabajo que le ha demandado gran parte de su vida.
-¿Cómo es trabajar con sus hijos?
-Para ellos es estimulante y para mí es una felicidad trabajar con mis hijos. Traen su experiencia y nos enriquecemos todos, queremos seguir adelante porque es el mejor momento de la profesión. Es estimulante cuando a uno le hablan bien de sus hijos, más allá de lo profesional, saber que son buenas personas, honestas, comprometidas con la sociedad y buena gente
-¿Le sorprendió que dos de sus hijos optaran por la misma profesión y especialidad?
-No hubo una sugerencia para seguir medicina. Quizás el haberlos llevado a ciertos lados, ellos me acompañaban y veían de qué se trataba, y eso los llevó a elegir la profesión. Los dejaba a la mañana en el colegio San Jose siempre les decía los beneficios de estudiar, pero no hubo una imposición. También les hablé del aprendizaje, de poder ascender en el conocimiento y elegir una profesión que les gustara a ellos. Fue una crianza con libertades, en la mesa cada uno tenía su palabra y no había represión, siempre tuvieron libertad para elegir.
-¿Por qué decidió ser médico?
-Cuando tenía 17 años, a mitad de quinto año, mi padre me preguntó qué me gustaría estudiar y pensé en medicina porque lo veía ligado al deporte. Hacía atletismo, fútbol, tenía una relación con eso. El sacrificio grande lo hicieron mis padres, desde mi condición de médico hice un esfuerzo pero no tanto como ellos. Pero yo tenía relación íntima con el deporte, fui buen alumno y pensaron que valía la pena que estudiara y traté de no defraudarlos. Me recibí dando la ultima materia en el hospital Ramos Mejía de la Ciudad de Buenos Aires y 29 años después, “Edi” dio su último final en el mismo lugar.
-¿Qué es lo mejor que le podría dejar a sus hijos?
-La trayectoria, las ganas de trabajar, superarse profesionalmente y brindarse a la comunidad. Y la familia, ¿no? La familia es el núcleo. Ellos son lo que siempre soñé, tener hijos como los que tengo. Uno los ve andar por la vida y piensa que valió la pena.
Tras los pasos de papá
“Edi”, como todos los conocen, cuyo primer nombre es Rubén porque cuando nació a su madre no le dejaron ponerle solamente Edilio, nombre de su abuelo paterno, y eligió agregarle el del padre, tiene 40 años y tres hijos, Antonia, Felipe y Emilia, de 8, 5 y 1 año, respectivamente. Con calidez y firmeza ejerce la profesión que heredó libremente de su papá, y se prestó a la charla en su consultorio, donde los huesos y los músculos no tienen misterio para él si de aliviar a un paciente se trata. Graduado en la Universidad de Buenos Aires, al igual que su progenitor y su hermano, hizo la residencia en el Hospital Italiano y desde hace algunos años desarrolla su profesión en la Clínica Chacabuco.
-¿Cómo surge su vocación?
-La vocación de médico en padre e hijo es muy fuerte. No sé si pasa con otras profesiones de esta manera. A veces tiene que ver con esta cosa de la infancia de ir caminando por la calle y que de repente alguien nos parara gracias a tu papa volví a caminar tu papa me arreglo esta fractura, esas cosas de la gente agradecida te quedan grabadas, las expresiones, la gratitud, las sonrisas. Cuando uno es médico puede ayudar a la gente y en determinados momentos para alguien eso puede ser todo; volver a caminar, o si tuvo un accidente. Solo fui yendo para ese lado, terminé siendo médico traumatólogo. Está relacionada con el deporte y me gusta mucho. De chico él nos contaba lo que hacía, y me interesaba.
-¿No pensó que quizás era una profesión muy sacrificada y demandante?
-Sí, pero nunca lo vi como algo malo, qué importante son los médicos que ayudan a las personas en cualquier momento. He visto a mi papá irse de un cumpleaños, de una navidad, para ir a atender a un accidentado, lo entendíamos y aceptábamos. Cuando me formé siempre tuve a mi padre como ejemplo a seguir, todo lo que le empieza a pasar como profesional él ya lo vivió y tiene su experiencia. La residencia es lo más parecido al servicio militar; no ves a tu familia, no tenés fiestas de fin de año, dormís poco, comés mal, te da angustia. Como él también lo había vivido, entonces uno sabe cómo es y no hay miedo.
-¿Cómo resultó el hecho de compartir el trabajo con su padre y hermano?
-Lo lindo de trabajar con mi papá, estar con el compartir el quirófano, tratar a los pacientes intercambiar experiencias. Aportamos las técnicas nuevas de cirugía y se trabaja en equipo. El plus de trabajar con un padre, si fuera mi madre médica sería lo mismo, compartimos también con Franco. Ayer estábamos los tres haciendo una cirugía, trabajando juntos y ayudando a una persona. A veces las palabras no alcanzan para el crédito que uno tiene.
-¿Cuesta desconectar del trabajo cuando se juntan en familia?
-Cuando nos reunimos en familia nos tomamos unos minutos para charlar de los pacientes y los casos, uno habla más de trabajo que si no compartiera profesión, es más plomo para los otros hermanos o mi mamá, pero no lo tomamos como una carga. Amamos tanto esta tarea que el hecho de no desconectar, aunque a veces el cuerpo pueda pasar facturas, no es un cansancio, pedimos disculpas a los otros que se tienen que aguantar esto (risas), pero es una pasión, no lo sentís nunca como una carga.
-¿Le gustaría que tus hijos siguieran sus pasos?
-Quiero que sean felices como soy feliz con mi profesión, si algún día decidieran seguir esta carrera -aunque es muy dura-, me encantaría que si les toca vivir lo que yo viví, si encuentran ese espíritu en la medicina van a ser muy felices.
-¿Cómo se resignificó la relación con su padre a partir de su propia paternidad?
-Es una experiencia que uno mira de costado hasta que le toca y es inexplicable. Una vez que tenés a tus hijos en brazos entendés lo que significa ser padre. Ser hijo lo entendiste siempre, pero el amor que se puede tener por un hijo, darías la vida por tu hijo, hasta no tenerlo no lo sentís. Sin preguntárselo ni que me lo hayan dicho, sé que mis padres darían todo por mí, porque es lo que yo siento por mis hijos.
Creo que si es parecido a lo que siento, que estoy seguro de que sí, es un sentimiento inexplicable, que lo llevo dentro, te lo puedo contar con palabras o no, pero el fuego ese adentro es inexplicable y uno se termina de dar cuenta cuando es padre. Es posible imaginarlo antes, pero la expresión final es cuando tenés a tus hijos. Obviamente no hace falta tener hijos para sentir el amor de los padres, no es que hay que experimentar todo para poder sentirlo y recibirlo, pero hay un entendimiento final de muchas cosas de los padres cuando uno tiene hijos.
-¿Con qué palabra definiría a su padre?
-Ejemplo creo que es la palabra, porque él es un espejo, lo puedo resumir con él.
-¿Qué es lo que le más le gusta de él?
-La incondicionalidad con nosotros, ese amor, el ser servicial. Papa está para todo, con los nietos, con nosotros, con mamá. Hizo todos por nosotros, para que podamos estudiar y ser felices. Y sigue con nosotros, eso no va cambiar nunca. Cuando no esté lo vamos a seguir recordando y va a seguir siendo apoyo, porque el ejemplo siempre está. Ojalá le pueda dar lo mismo a mis hijos.