Los Adoquines, 12 años de aquel sueño que trascendió a la murga y se convirtió en sostén del barrio
Arrancaron “tocando el parche” y en poco más de una década lograron un crecimiento tan grande, que más que una murga son un grupo comprometido socialmente con la barriada de Villa Gaucho. Carnaval, festival de rock y carrera de atletismo entre los hitos de su historia. Sin embargo, los destaca la identidad que lograron, con bases en el respeto, la diversidad, la familia, la unión, la cultura y alegría, entre otros cimientos.
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Un 9 de noviembre, pero de hace 12 años nacía en pleno corazón de Villa Gaucho una murga, que con el tiempo trascendió todo tipo de barreras y se convirtió en el espíritu mismo del barrio. Una familia gigante.
Un grupo de amigos venía hace tiempo sintiendo esa necesidad de poner en práctica la idea de hacer algo que identifique a la barriada, entonces se juntaron y así nació “Los Adoquines de Fulano de Tal”. Claro que en esos comienzos no tenían idea de la cantidad de gente que reunirían, ni las pasiones que generarían, sólo sabían que había ganas y amor.
“Nos embarcamos en un viaje sin regreso dónde los sueños y la diversidad marcaban el rumbo, por una necesidad, por un presentimiento del alma, por la identidad y el placer que se siente”, enfatizó Marco Nuñez, uno de los precursores y referentes de la murga que ya es emblema del barrio.
Esos sueños se hicieron realidad y lograron su primera participación en los Carnavales de Mi Tandil en 2009, a tan solo dos meses de su fundación y con 45 personas. “Eso nos marcó a fuego”, ratificó, y desde ese momento nada los detuvo para seguir avanzando, tanto que hoy son más de 80 los que conforman la gran familia Adoquinera de Villa Gaucho.
Gente de trabajo, familia y amor
“Los sueños eran más encomunados y las proyecciones a realizarlos era totalmente barrial”, recordó Nuñez, que además valoró el haber podido participar en varias fiestas de la zona y realizar tres intervenciones en la Fiesta Nacional del Trekking en el Chalten, provincia de Santa Cruz.
Estas posibilidades los llevó a compartir escenarios con grandes bandas nacionales como Las Pelotas, Siete Venas, Arbolito, Karamelo Santo, La Reventada entre varias más, que según dijo les enseñaron “lo bueno que es compartir”.
Esa enorme satisfacción y “orgullo de ser adoquines”, representando al barrio y a Tandil en donde sea que estén los motivaba cada vez más y fue por eso mismo que decidieron “ponerle un distintivo”. Nació así el “Villa Gaucho Rock” marcando otro hito en la historia de identidad y unión.
“El primer año fue con el objetivo de poder comprarnos instrumentos, lo hicimos y toda la barriada se hizo presente”, recordó con emoción, sobre todo al memorar ver a todos festejando y disfrutando del evento. Siempre con una visión a futuro y en conjunto, “cayeron en la realidad” de que eso que estaba pasando tenía que seguir y crecer.
Ya van por la novena edición de este festival solidario y gratuito, donde gracias a la perseverancia lograron vencer los “preconceptos errados que había sobre la gente de atrás de la ruta”. “Nos pudimos dar a conocer y mostrar que somos gente de trabajo, familia y amor, que piensa en sentido común para todos”, distinguió.
Pluralidad y diversidad, bases del crecimiento
Con la perseverancia, el amor, el bien para todos y la alegría como bandera el camino de los Adoquines siempre fue ascendente. Así, con apertura para los desafíos las circunstancias de la vida los llevó a conocer a Ramón Bedoya, quien consideraron como “atleta emblema de la ciudad”.
“Una persona hermosa y maravillosa” que los incentivó a embarcarse también en la realización de una carrera de atletismo, la primera de la zona. “En homenaje a esta leyenda viviente hoy ya estamos trabajando en la quinta edición de una prueba atlética de calidad y volcada totalmente a los atletas”, reveló el referente, celebrando otro orgullo más para la barriada.
Tal como puntualizó, es la pluralidad de las personas que se suman a los Adoquines de Fulano de Tal lo que los hace crecer y aprender de las diversidades, respetos y lo importante que son todos y cada uno, desde los más pequeños hasta los más grandes.
A construir un mundo mejor
Parecía que todo estaba hecho pero no era así, faltaba la presentación de la murga en el barrio. Nada más y nada menos que mostrar la esencia del grupo en su lugar de gestación, de donde adquirieron la identidad que los caracteriza. La cuna de todo.
Así fue que armaron el Carnaval barrial de Villa Gaucho, “llevando color, alegría y baile a todas las calles”, donde que cada vez que ocurre el fenómeno se disfrazan y tiñen de pura algarabía, brindando la oportunidad “de reventar el espíritu” en su rama más fuerte: “el carnaval”.
Si bien la llegada de la pandemia puso, entre otras cosas, en vilo esta posibilidad de festejos en comunidad, nunca pierden de vista la esperanza del momento en que puedan poder lanzar la cuarta edición de esta celebración barrial.
“Sueños, deseos, amor, amigos, familia, identidad, cultura, unión, respeto, fiesta, juegos, ensayos, aprendizaje y lucha” son solamente algunos de los valores enumerados y que en estos 12 años han ido cosechando. “Son 12 años de apostar a una identidad barrial que es propia y original, de no bajar los brazos, de emoción y fantasías libres que recorren nuestro aire cada vez que nos encontramos para seguir generando otra realidad”, reflexionó Marco Nuñez, poniendo sobre el tapete todo eso que los moviliza a construir un mundo mejor.
Más que una murga, una pasión con causa social sin marcha atrás
El mayor impulso y crecimiento de la murga en cuanto a cantidad de integrantes empezó a darse hace unos cuatro años y hoy son más de 85 personas las que conforman ese familión. Todos reconocen que es una pasión que no tiene marchar atrás.
Gerardo Arrascaeta, su compañera Natalia Sánchez y su higo Bruno se han volcado como familia enteramente a los Adoquines y así como ellos muchísimos más, entre ellos Mabel Irazábal y Luciana Alvarez, que también concurre con sus hijos.
“Para mí Adoquines es un cable a tierra, mi hobby, algo que amo hacer y le hace bien a mi familia por eso siempre participamos los tres”, destacó Natalia con el alma llena. A la par, su compañero aseguró que llegar a Los Adoquines les cambió la vida. Gerardo contó que de no saber tocar ni un instrumento, de repente están haciendo música y eso mismo los hace creer que pueden hacer un montón de cosas, como lograr todo eso que fueron alcanzando a través de los años con orgullo. “Lo que nos propongamos lo podemos lograr, la murga es un impulso para todos”, aseveró.
“De jubilada acá estoy, chocha, a mis hijos les encanta verme feliz y de que pueda disfrutar ahora de grande. Yo me divierto y esto es como mi familia”, expresó Mabel, que después de los 60 se unió al grupo y aseguró haber perdido la vergüenza mal impuesta por la sociedad, encontrando un espacio de distracción que reconoció de fundamental a esta altura de la vida.
Por su parte, Luciana llegó por uno de sus hijos que toca en la murga y le sugirió acercarse. “Un día fui y no me quise ir más, es algo lindo, voy con mis hijos para que vayan viviendo todo el espíritu que se genera”, dijo y aseguró que no ve las horas de que pase la pandemia para volver a los ensayos.
Pero más allá de la música y el baile, los une la pasión de la solidaridad. Las necesidades que va teniendo el barrio cambian y son varias, y en ese contexto Los Adoquines se fue convirtiendo en un grupo con gran conciencia social, que se compromete con la búsqueda de soluciones.
“Esto hace que todo lo que venimos haciendo naturalmente, cobre un sentido más lógico”, explicó el referente, refiriéndose a distintas situaciones de la vida que surgen y sin saberlo la murga los fue preparando para tener la capacidad de abordarlas.
Asimismo, en esta oportunidad no dejaron pasar la necesidad de recuperar ese espacio que habían logrado con el Limache, enfatizando que a pesar de la coyuntura por el coronavirus y las prioridades que impone la lucha sigue y seguirá en pie. Ese lugar de unión, de convergencia, que se formó con la propia identidad de la barriada y en base a sus necesidades y esfuerzos, aguarda por volver a ser, por ser ese nido que acuna los sueños y las esperanzas de los chicos y los grandes.