La historia del tandilense Tomás Erviti, quien viajaba por el mundo y quedó varado en Georgia
Muchos son los casos de tandilenses que han quedado varados en diferentes partes del mundo por el coronavirus y muy variadas son sus historias. Algunos de ellos han logrado regresar gracias a los vuelos de repatriación, pero otros tantos continúan aguardando que todo se normalice. Uno de ellos es Tomás Erviti, quien desde Georgia compartió con este medio la situación que atraviesa.
Tomás Erviti, el tandilense de 29 años que recorrió el mundo compartiendo mates con los lugareños, se encuentra varado desde hace cuatro meses en un pueblo de 1.400 habitantes en Georgia y desde allí relató su nueva vida, en el marco de la pandemia por el coronavirus que afectó al planeta entero.
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Con un pequeño gato como única compañía, Tomás aguarda por un vuelo de repatriación como el que consiguió su compañera de viaje Goizane, quien logró retornar a España, su país de origen. Mientras tanto, evalúa proyectos para poder solventar su estadía.
Relató que la situación en Georgia “no es mala” y que de hecho nunca se decretó allí una cuarentena obligatoria, pero que, de todas formas, ellos decidieron quedarse en la casa que un nativo les prestó. No obstante, contó que sí se tomaron medidas como el toque de queda entre las 21 y las 6, la prohibición de circulación de vehículos y el cierre del ingreso y el egreso de las ciudades más importantes.
“Ahora, luego de bastante tiempo, la cosa ha cambiado. Hay pocos casos por día y pareciera que la situación es estable aunque nunca se sabe. Todo se ha vuelto a reactivar, incluso el turismo local pero no el internacional, el cual estaba previsto para julio pero fue postergado para agosto”, narró el tandilense desde el Viejo Continente.
Tomás inició su aventura en febrero de 2018, luego de graduarse en Mar del Plata de arquitecto y trabajar allí durante seis años. En este 2020 tenía el objetivo de cruzar Irán por tierra, llegar a Turquía y luego quedarse en Europa para generar ahorros y seguir moviéndose. Sin embargo, el Covid-19 modificó drásticamente su itinerario: cerraron la frontera por tierra Irán-Pakistán el día anterior al que planeaba cruzar y la opción más económica con la que contaba era volar a Georgia.
Así, hace ya casi medio año, arribó junto a Goizane al país y nunca más lograron salir. “Mis planes se redujeron a ‘esperar’ y tuvimos la suerte de conocer un chico local antes de que todo se bloquee, quien nos prestó la casa de su abuela en un pueblito llamado Manglisi, de 1.400 habitantes a 50 kilómetros de la capital Tbilisi, para que pudiéramos aislarnos y aguardar”, manifestó.
Refirió que la vivienda es un tanto precaria y que sólo cuentan con agua unas pocas horas al día. De hecho, contó que en algunas oportunidades se congelaron las cañerías por el frío y las nevadas, por lo que esas jornadas no pudieron tener el servicio. De todas formas, manifestó que están muy agradecidos de poder estar ahí y que “para nosotros es un lujo; no necesitamos más”.
Informó que Georgia es un país muy tranquilo, con naturaleza variada, montañas del Cáucaso al norte que demarcan el límite del territorio, el Mar Negro al este y “mucho vino por todos lados (risas)”.
Interacción con los vecinos y planes a futuro
Reconoció que, gracias a su básico conocimiento del idioma ruso que aprendió viajando, puede comunicarse con los lugareños ya que las personas allí no hablan inglés. Así, logró hacerse conocido y explicar por qué estaba en Manglisi, “un pueblo que parece abandonado”.
“En un principio nos miraban como si fuésemos extraterrestres y al saber que éramos extranjeros la relación no era la mejor. Pero ahora todo mejoró e interactúo con unos pocos vecinos que reflejan la hospitalidad del país, como en tantos otros, y alguna que otra vez me han dado comida y ropa”, aseveró.
Incluso, para agradecer el trato que han tenido con él decidió cocinarles churros, pan y donas, todo a la sartén. También relató que hicieron helado de dulce de leche granizado y que el producto que se consigue en Rusia es muy similar al argentino, lo cual lo hace sentirse más cerca de nuestro país.
Para solventar los gastos que tiene y generar algunos ingresos, teniendo en cuenta que aún no sabe cuánto tiempo más deberá quedarse en Georgia, reconoció que probablemente comenzará a vender empanadas y pastas: “La cuarentena me sirvió para perfeccionarme en el tema”, contó entre risas.
Asimismo, reveló que planea retornar a la Argentina ya que la situación no es la mejor para continuar con la vida itinerante y los viajes alrededor del mundo. Sin embargo, hasta septiembre, por lo que pudo averiguar, no podrá volver si no es con un vuelo de repatriación.
“Estoy en contacto con la Embajada Argentina en Turquía, la cual me va informando si habrá vuelos posibles de acá en adelante ya que de momento sólo hubo uno pero tenía un precio desorbitante que difería mucho de mis posibilidades”, clamó.
El viaje
Erviti comenzó con su aventura el 22 de febrero de 2018, con un pasaje de ida a Moscú, Rusia, sin saber lo que le depararía. Su objetivo era viajar por un año, pero el destino modificó sus planes: “Descubrí que ésta es una de mis pasiones y la mejor escuela a la que uno puede asistir”.
Con una iniciativa curiosa, diferente y llamativa, como lo es la de compartir el mate, una bebida tradicional argentina, con los habitantes de diferentes naciones, recorrió un importante número de países.
“Me gustó la idea de ir compartiéndolo con los locales e ir mostrando una parte de nuestra cultura en cada lugar que visitaba. Se me ocurrió que era una buena idea grabar videos de la reacción de la gente al probarlo y por eso armé un Instagram para que el mundo lo viera. Mi viaje no se basó en esta idea, pero podía mostrar lo que iba experimentando”, refirió.
En poco más de dos años, recorrió, aproximadamente, 37 mil kilómetros viajando a dedo, compartió más de 700 vehículos y visitó un total de 24 países: Rusia, Finlandia, Estonia, Letonia, LIituania, Polonia, Ucrania, Kazajistan, Mongolia, Japón, Corea del Sur, Filipinas, Indonesia, Singapur, Malasia, Tailandia, Laos, Vietnam, Camboya, Myanmar, India, Sri Lanka, Pakistán y Georgia.
“Aquí espero, con mi vida simple y austera a ver qué pasa”, concluyó el tandilense.