Camila Eden y Tomás Cabitto, dos tandilenses que viven en un pueblo de 250 habitantes en Australia
Camila Eden y Tomás Cabitto, dos tandilenses de 27 y 24 años, respectivamente, viven en Boulia, un pueblo de sólo 250 habitantes en el norte de Australia. Desde allí dialogaron con este medio y analizaron su situación frente al coronavirus.
La propagación del coronavirus a lo largo del mundo y las medidas adoptadas por las diferentes naciones, que en su mayoría han cerrado las fronteras y han decretado la cuarentena, hicieron que muchos argentinos quedaran varados en diferentes lugares del planeta sin la posibilidad de regresar a sus hogares con sus familias.
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Pero ese no es el caso de Camila Eden y Tomás Cabitto, dos tandilense que partieron desde la Argentina hace ya casi un año y que no planean regresar a su ciudad natal hasta dentro de un tiempo. Desde Australia, donde se encuentran en este momento, dialogaron con El Eco de Tandil y contaron su experiencia en un país que llevó adelante diferentes iniciativas para combatir el virus pero de manera tardía.
Camila, de 27 años, y Tomás, de 24, comenzaron su viaje el 2 de julio de 2019. Su primer destino fue Indonesia, a donde fueron un mes de vacaciones y luego sí continuaron su ruta hasta el continente oceánico. Hoy se encuentran viviendo en Boulia, un pequeño pueblo al norte de Australia que posee solo 250 habitantes.
“La idea surgió porque queríamos hacer algo distinto, sumar una experiencia diferente, conocer otras culturas, trabajar en el exterior. Los dos nos habíamos recibido y sentíamos que teníamos ganas de hacer otras cosas antes de comenzar con nuestros trabajos y nuestras rutinas, así que decidimos venirnos por un año o dos al exterior. El objetivo es juntar plata para viajar y conocer Asia y Europa”, reconoció Eden.
Al llegar a Sidney, Australia, luego de su paso por Indonesia, consiguieron empleo en una granja de caballos por dos meses. Luego partieron rumbo al norte del país, a Mount Isa, donde trabajaron en un bar como barman y meseros.
“Después nos fuimos a pasar las fiestas, Navidad y Año Nuevo, a Tailandia, con la hermana de Cami y su novio. De ahí nos fuimos a Tasmania, donde laburamos en una granja de frutillas, haciendo limpieza de plantas. Y finalmente, hace poco más de dos semanas, nos vinimos a donde estamos en este momento, que es en Bobia, un pueblo donde hay 250 habitantes”, contó Cabitto.
Confiaron que su idea, desde un primer momento, fue volver a la Argentina cuando finalicen el viaje, que les puede demandar un año o dos, pero no mucho más que eso. “Ya llevamos ocho meses y los pensamientos siguen siendo los mismos: volver. Más que nada por la familia, los amigos y los afectos”, señaló Tomás.
La pandemia en Australia
Contaron los jóvenes que cuando se desató el caos, hace algunos meses, ellos se encontraban viajando en auto por la ruta de la costa oeste, una de las más reconocidas allá, yendo al norte para arribar a su nuevo trabajo.
“Cuando llegamos ya se habían tomado algunas medidas, como por ejemplo la suspensión de actividades masivas. Igualmente, acá en Australia se tardó mucho más tiempo que en la Argentina en realizar algunas acciones preventivas. De hecho, todavía no se ha decretado la cuarentena obligatoria”, citó Camila, remarcando lo mismo que habían mencionado Bernardo Cuadrelli y Gastón Payo, otros dos tandilenses que se encuentran en el país oceánico.
Entre las iniciativas implementadas por el gobierno australiano, enumeró el cierre de bares y restaurantes, como así también todo lo que implique la aglomeración de gente. Además, cancelaron todos los eventos masivos. No obstante, las escuelas continuaron funcionando con total normalidad.
“De hecho, la gente se podía reunir. Primero pusieron un límite de hasta diez personas, después cinco y ahora creo que sólo dos. Pero tardaron mucho en tomar medidas, siendo que estábamos peor y con más casos que en la Argentina”, completó.
El trabajo
En este momento, Tomás y Camila se encuentra trabajando en una Roadhouse, un establecimiento de similares características a una estación de servicios, donde se ofrecen hamburguesas, sándwiches y bebidas.
Al estar encargados de la cocina, sus trabajos no se vieron interrumpidos por las medidas del Estado, por lo que pueden continuar con sus labores diarias. La única diferencia es que las personas que se acercan no pueden quedarse a comer allí sino que deben llevarse la mercadería. “Entonces, por suerte, nuestro trabajo sigue”, comentaron.
Reconocieron que el hecho de haber tenido trabajo en el momento en que se desató el pánico por el Covid-19 hizo que no pensaran en regresar a Tandil. “Si no hubiésemos tenido trabajo o si nos hubiesen echado, creo que ahí si hubiésemos pensado en volver. Porque te agarra una crisis. Pero afortunadamente tuvimos esta chance y estamos muy bien. Aislados, en un pueblo de sólo 250 personas, y eso está muy bueno”, aclaró Cabitto.
Mientras tanto, aseguraron que se mantienen en contacto con sus familiares y sus amigos mediante videollamadas, para así saber cómo se encuentran todos acá y dejarlos tranquilos de que ellos están bien.