Aladro: “El Mundial de Rosario fue incomparable”
La arquera tandilense integró el plantel de Las Leonas que se coronó en 2010. Una década después, afirma que "había una confianza absoluta en el grupo". La magia de Luciana Aymar, la pasión de la gente y los afectos, en "el torneo que más me marcó".
Una ciudad, un año. Rosario, 2010. Hacer mención a ambos conduce inevitablemente a uno de los puntos altos en la historia del hockey argentino. En la ciudad santafesina, hace una década, se produjo la segunda consagración mundialista del seleccionado nacional femenino, logro que tenía el antecedente de Perth 2002 y que no volvió a repetirse. El 3-1 conseguido frente a Holanda, la noche del 11 de septiembre, selló la coronación tras una campaña impecable, que incluyó siete victorias en igual cantidad de partidos.
Como integrante de aquel plantel de Las Leonas estuvo la tandilense Laura Aladro, arquera suplente en una competencia que se ganó un lugar en la memoria deportiva de este país. Entre otras cosas, por la repercusión popular y por las descollantes actuaciones de Luciana Aymar, quien en su casa alcanzó un nivel excepcional. El estadio Mundialista, inaugurado para la ocasión, lleva hoy el nombre de quien fuera elegida ocho veces mejor jugadora del mundo.
Aladro, surgida en Independiente de su ciudad y vinculada durante diez años a River Plate, fue parte de las convocatorias del seleccionado mayor entre 2005 (Trofeo de Campeones, en Canberra, Australia) y 2015 (Liga Mundial, en Rosario), cuando decidió su alejamiento para dedicarse de lleno a su familia.
Una década después del título mundial, la tandilense recordó para este Diario las vivencias de aquella conquista imborrable y sus años en el primer nivel.
-¿Eras del grupo “del medio” en cuanto a edad y experiencia en la selección?
-Claro, yo soy de la camada de “Sole” (Agustina Soledad García), “Nenu” (Mariné Russo) y “Clau” (Claudia Burkart). Había más grandes y más chicas. Y la menor de todas era “Delfi” Merino, que jugó su primer Mundial de mayores.
-¿Deportivamente, en qué momento te encontraba ese 2010?
-Como siempre, me tuve que matar para ir a ese Mundial. “Belu” (Belén Succi) era la titular, y entre “Lau” Del Colle y yo nos jugábamos el otro lugar. Siempre tuvimos una relación muy buena entre las tres. Disfruté mucho esa convocatoria y cada segundo del torneo, aunque no me haya tocado jugar.
-¿Cómo son esos momentos previos a un listado en el que no sabés si estarás incluida?
-Hay jugadoras, las titulares, que saben que van a estar. Ellas no viven la lista de la misma manera que las suplentes. En mi caso, cuando escuchaba mi nombre, era una sensación única. Y llegaba el saludo de las compañeras, que compartían esa alegría. Se me llenaba el alma cada vez que llamaba por teléfono a casa para avisar que estaba convocada.
-¿También te tocó estar del otro lado, ser la que queda afuera en el último corte?
-Sí, claro. Hubo épocas en que me tocó viajar mucho. Y después con “Flor” Mutio éramos una o la otra. Una quiere estar en todos los torneos, jugar mucho y ganar. Pero quedarse afuera es parte de las posibilidades.
-¿En el caso puntual del Mundial de Rosario, te lo comunicó el entrenador Carlos Retegui?
-Terminó un entrenamiento, nos juntaron a todas y empezaron a dar los nombres de las dieciocho convocadas. No puedo explicar lo que me pasaba por la cabeza y el corazón. Escuchar mi nombre fue algo único. Y precedió a un torneo que disfruté a pleno.
-¿Qué significó ese Mundial?
-Siempre que me preguntan, lo elijo como el torneo que más me marcó. Salíamos a la calle y la gente nos alentaba, se vivió con una pasión increíble. Nos sentimos queridas por la gente, que es muy seguidora con Las Leonas. Agregale que estaban las familias de todas, una oportunidad única por jugarse en Argentina. Fueron mis papás, hermanos, primas, novio. Es sensacional jugar un torneo en otro país, pero acá teníamos el plus de poder abrazar a nuestros seres queridos. Mis afectos son lo más importante en todo lo que viví, y tener esa compañía era especial. Fue un Mundial incomparable.
-¿Esa localía jugó siempre a favor o en algún momento puede haber perjudicado por la presión?
-Pasa que ese equipo era genial. Sentíamos que todas éramos importantes, había una confianza absoluta en el grupo. Estábamos fuertes, mentalmente y en todos los aspectos. Sabíamos que íbamos a estar seguras en defensa y que teníamos unas delanteras infernales. Por eso, todo lo de afuera fue aprovechado a favor. A veces esa presión te puede jugar en contra, pero no fue este caso.
-¿El otro plus que tenían era Aymar? ¿Alguna vez la habías visto jugar en ese nivel?
-“Lucha” fue una jugadora completamente diferente al resto. Yo la apreciaba hasta en un entrenamiento. Le vi hacer cosas increíbles, fluía dentro de la cancha. Hacía cosas que nadie hace, ya sea en una práctica, en un amistoso contra varones o en un partido oficial. Nunca me cansaba de verla. Y a ese Mundial se lo devoró, fue impresionante.
-¿Había alguna que se acercara a su nivel?
-Soledad García. Siempre las nombro a las dos, porque son esas jugadoras totalmente diferentes. Tienen algo natural, capaces de hacer cosas que asombran hasta a un entrenador. “Sole” siempre con el arco en la mira, con unos movimientos únicos. Fue un plantel impresionante. Claudia Burkart era completa, daba una seguridad total. Y así te puedo nombrar a varias.
-¿A Aymar la notabas convencida de que ese era su gran torneo?
-Estaba en su ciudad, donde la gente le demuestra todo el cariño. Eso la potenció, lo disfrutó y jugó a un nivel pocas veces visto.Recibí las noticias en tu email
Arquera hay una sola
-¿Concentrabas con Belén Succi?
-Generalmente sí. En todos los torneos me tocaba con “Belu” o con “Maqui” Rodríguez. Ya en el Mundial, creo que el cuerpo técnico había dispuesto que las arqueras estuviéramos juntas.
-Alguna vez entrevisté a Succi y me dejó una frase que recuerdo: “Laura era mi cabeza fuera de la cancha”. ¿Cómo lo tomás?
-La conozco muchísimo. Sé sus presiones, cómo vive, lo exigente que es. Sé lo que le puede afectar un gol o una frase. Entonces, siempre trataba de hacerla sentir con fuerza. Quería que ella diera su máximo y ganemos. Siempre me entrené para ser titular, pero jamás hubiera esperado que a ella le fuera mal. Hoy sigue estando en Las Leonas, una arquera de primer nivel mundial.
-¿No te frustraba no tener tu oportunidad?
-Hay cosas en las cuales no se puede perder el tiempo. Imaginate si el cuerpo técnico tuviera el trabajo de levantarle el ánimo a una jugadora porque juega poco o no juega. En esos momentos, sos parte de un equipo y la energía está puesta en eso. Tuve momentos en los que lloré por no poder atajar, pero nadie se enteraba. A la hora del grupo, todas éramos iguales desde el lugar que nos tocaba ocupar.
-¿Sentías esa importancia de pertenecer al grupo?
-Era una más del equipo. No dentro de la cancha al no tocarme jugar, pero sí fuera de ella. El “Chapa” (Retegui) le daba un premio a la mejor jugadora de cada partido, y alguna vez me lo dio a mí aunque no hubiera entrado. Explicaba que había tenido importancia por alguna palabra, algún concepto o por mi actitud positiva.
-¿Cómo era el día a día en Rosario?
-En los torneos, no hay mucho tiempo entre partido y partido. Los entrenamientos son cortos, cuidando a las jugadoras para su recuperación. Por eso se da lo que decía antes de la importancia del grupo. Para que “Belu” descansara, me tocaba atajar penales australianos en las prácticas. A su vez, tenía que estar al máximo para oponerle resistencia a la jugadora que ejecutaba. Por todas esas cosas, el equipo está por encima de todo.
-Te había tocado jugar un Mundial junior, también en Argentina (Quilmes 2001, con la tandilense Martina Arcostanzo como compañera). ¿Fueron muy diferentes uno de otro?
-Para la forma en que lo viví, hay muchas diferencias. En 2010 entendía otras cosas, era más consciente del lugar en que estaba. Sabía lo que me había costado llegar hasta ahí y lo disfrutaba mucho más.
No se puede vivir de otra manera
-¿De qué manera seguís ligada al hockey?
-Estoy trabajando en Independiente, con arqueras y arqueros de todo el club; y a su vez con la escuela para los que quisieran sumarse de todos los equipos y categorías, que venían de otras ciudades también y se frenó por el tema de la pandemia. Además, en Los Cardos estoy con las arqueras y con la coordinación de hockey del club. Sergio Villar está con las menores y yo de Sub 14 para arriba.
-¿También está el proyecto de arqueros por todo el país?
-Así es. Eso incluye a Succi, Mutio, “Pao” Vukojicic, “Anggie” Cattaneo, Mariela Antoniska y Damián Angio. Se llama Arqueras Argentinas y el objetivo es capacitar en todo el país. Queremos que haya más arqueras y arqueros que disfruten del puesto.
-¿Es algo difícil de lograr?
-Nosotros sabemos lo que es la falta de motivación o que no te den detalles de lo que tenés que hacer en la cancha. Es un puesto ingrato y hay déficit de enseñanza, porque no hay conocimiento. Hay que enseñar técnicas, la forma de hablar con las compañeras para ordenar a la defensa, darles herramientas para mejorar.
-¿De chica te pasó sufrir ese déficit?
-No, porque yo tenía a Javier Perotti. El “Gordo” me llevaba jugadores varones para entrenar y me enseñaba mucho. Además, yo empecé a atajar a los 14 años y a los 17 estaba en el seleccionado argentino junior. Entonces, fui aprendiendo un montón de cosas.
-¿En ese aprendizaje fue valioso Sergio Vigil?
-Sin dudas, “Cachito” fue fundamental. Él me ponía cuatro defensoras y con eso nos teníamos que arreglar para frenar a las delanteras en los ejercicios. Era un desafío. Aprendíamos a trabajar en equipo y a entender mejor el juego.
-¿De esos tiempos te quedó el espíritu competitivo?
-Me gusta competir y dar lo mejor, en la circunstancia que sea. Cuando volví a Tandil y a Independiente, había gente que me decía “vos viviste un Mundial, atajaste diez años en Las Leonas y te ponés así por un partido local”. Y sí, para mí es importante el momento que estoy viviendo, valoro cada entrenamiento y cada partido al máximo. Juego con las veteranas y quiero ganar.
Leona para siempre
-¿El cierre de tu carrera en Las Leonas también se dio en Rosario, en la fase final de la Liga Mundial?
-Sí, en 2015. Me tocó atajar en la final contra Nueva Zelanda, ganamos el título. Era un día 13, que es mi número. Tuve la suerte de cerrar mi etapa en el seleccionado de la forma en que quería.
-¿Cómo tomaste aquella decisión?
-Internamente, sabía que era mi último torneo. Me venía a vivir a Tandil y ya con 33 años tenía otras prioridades. Quería formar familia y estaba en ese proceso interno. Hablé con Gabriel Minadeo, que en ese momento era el entrenador, y le expliqué la situación. Obviamente que todos lo entendieron de la mejor manera. Era algo que veníamos hablando con “Seba” (Sebastián Gastaldi, su pareja desde hace trece años), él siempre me bancó en todo. Desde los 30 quería ser mamá, se terminó dando a los 35.
-Encima, tuviste una despedida en Mar del Plata.
-Me invitaron al último partido de una serie de test match con Nueva Zelanda, para que pudiera ir mi familia. Me regalaron un reloj y una medalla que dice “Laurita, por siempre Leona”. Eterna suplente y me hicieron una despedida. Fue un cierre tan lindo que solamente me deja buenos recuerdos.