La industria textil produce una gran cantidad de ropa cada año, con estimaciones que oscilan entre&nbsp;80.000 y 150.000 millones de prendas.&nbsp;Esto equivale a aproximadamente 187 prendas nuevas por persona al año.Cada 22 de abril se celebra en el mundo el Día de la Tierra, con una invitación a reflexionar sobre el impacto que nuestras acciones tienen en el ambiente. En ese contexto, mirar hacia la industria de la moda -una de las más contaminantes del mundo- se vuelve inevitable.Bajo una apariencia inofensiva, el universo textil esconde una trama de explotación laboral, contaminación de ríos y suelos, consumismo exacerbado y desechos que tardan siglos en degradarse. Frente a este modelo insostenible, surge una alternativa: la moda sustentable. Ya hace varias décadas, creadores, marcas y consumidores vienen impulsando un cambio profundo en la forma de diseñar, producir y consumir indumentaria.Desde Tandil, este movimiento global también tiene su anclaje y emprendimientos en pos de una mayor consciencia ambiental sin dejar de lado el buen gusto. En este caso contamos con la voz de Pilar Gómez, diseñadora, artista y promotora activa de la sostenibilidad desde su práctica profesional y su estilo de vida.<figure class="image"><img src="https://cdn.eleco.com.ar/media/2025/04/moda_sustentable_1.jpg" alt="MOda sustentable - 2"></figure>“La sostenibilidad también implica un nuevo vínculo con el vestir”, afirmó la diseñadora, y apuntó una serie de acciones posibles como para empezar, que refieren a la compra de ropa usada, reparar lo que se rompe, intercambiar con otras personas o incluso repensar la cantidad de prendas que realmente necesitamos.La llamada fast fashion o moda rápida es un sistema basado en la sobreproducción y el descarte constante. Sus impactos son múltiples y profundos: según Naciones Unidas, esta industria es responsable del 20% del desperdicio total de agua a nivel mundial y genera el 10% de las emisiones globales de carbono. Solo para fabricar una remera de algodón se utilizan alrededor de 2.700 litros de agua, el equivalente a lo que una persona adulta bebería en dos años y medio.En el Día de la Tierra, pensar en cómo nos vestimos es también pensar en el mundo que queremos habitar. La moda puede ser un espacio de expresión, de creatividad y también de compromiso con el planeta.<section class="noteSuggested" data-id="137130,136661,136162" data-title="Puede interesarte"></section><h3>Fusión de arte y moda sustentable</h3>Pilar estudió Diseño de Indumentaria en Mar del Plata, donde se acercó por primera vez al concepto de moda sostenible. Luego profundizó sus conocimientos en el IED de Barcelona, en España, con una especialización en Moda Ética y Sostenible. Desde entonces, su práctica no se limitó al diseño, sino que se expandió hacia una forma de vida en coherencia con sus valores, explorando hábitos como el vegetarianismo, la reducción de residuos y el reciclaje.Durante la pandemia, creó Yamana, una marca de indumentaria sustentable que trabajaba con descartes textiles de fábricas y marcas de Mar del Plata. “Teníamos un acuerdo justo con el equipo de costura”, contó. Aunque en 2023 decidió enfocarse más en su faceta artística, hoy continúa desarrollando su marca personal, fusionando arte y moda sustentable desde Tandil.El concepto de moda sustentable -también llamada moda sostenible o ética- comenzó a tomar forma hacia fines de los años noventa, en paralelo con el auge de los movimientos ecologistas y el crecimiento de la preocupación por los derechos laborales en la industria textil.<figure class="image"><img src="https://cdn.eleco.com.ar/media/2025/04/pilar_gomez.jpg" alt="Pilar Gomez - 1"></figure><h3 style="text-align:justify;">Una tragedia para el cambio</h3>El desastre del derrumbe del edificio Rana Plaza en Bangladesh, en 2013, marcó un punto de inflexión. Vale recordar que más de 1.100 trabajadores murieron por condiciones precarias mientras confeccionaban prendas para marcas internacionales. Ese hecho visibilizó la cara más cruda de la moda rápida (fast fashion) y aceleró la toma de conciencia a nivel global.Desde entonces, numerosas organizaciones y diseñadores comenzaron a desarrollar colecciones con materiales reciclados, procesos menos contaminantes, trazabilidad en la cadena de producción y vínculos más justos con los trabajadores. La moda sustentable, lejos de ser una simple tendencia, se fue consolidando como un movimiento cultural y político que busca cambiar las reglas de juego en una industria acostumbrada a la explotación y el descarte.<blockquote>“El problema de fondo es que en general se ponen por encima las ganancias de las empresas, recortando presupuesto en eslabones fundamentales como el sector agrícola, los talleres de costura y, por supuesto, el medioambiente, que no tiene voz propia… ¿O sí? A través de los cambios climáticos vemos cómo se expresa”, reflexiona la diseñadora local.</blockquote><h3 style="text-align:justify;">Impacto ambiental, respeto y ganancias</h3>Según Pilar Gómez, la moda sustentable se basa en tres pilares: el cuidado del ambiente, el respeto por las personas que intervienen en toda la cadena productiva y la viabilidad económica del sistema. Esto incluye desde la elección de los materiales y procesos hasta el impacto que tendrá una prenda en su vida útil y al final de su ciclo.En contraposición al modelo fast fashion, que produce a bajo costo y en grandes cantidades, la moda ética promueve una lógica de menor escala, mayor calidad y más conciencia. “¿Quién querría hacer algo que perjudique al ambiente, a los productores y que no sea viable económicamente?”, cuestionó Pilar. Sin embargo, aseguró que la realidad muestra que las ganancias de unos pocos suelen prevalecer por sobre el bienestar colectivo, afectando tanto a las personas como al planeta.El problema no es menor. Según datos de la ONU, la industria de la moda es responsable del 20 por ciento del desperdicio total de agua a nivel global y emite cerca del 10 por ciento de los gases de efecto invernadero.De hecho, las estadísticas muestran que solo la fabricación de una remera de algodón puede requerir hasta 2.700 litros de agua dulce. Además, el uso de pesticidas, los tintes industriales, el transporte internacional y la acumulación de desechos textiles generan un daño enorme que rara vez se ve reflejado en la etiqueta de una prenda.Como explicó la diseñadora, el impacto no se limita a las grandes fábricas: “Incluso el agua que desecha nuestro lavarropas afecta al medioambiente. Hay microplásticos que no se filtran y terminan en ríos y océanos”. En este contexto, la moda sustentable prácticamente se impone como una respuesta urgente, que no solo interpela a los diseñadores sino también a los consumidores.<figure class="image"><img src="https://cdn.eleco.com.ar/media/2025/04/moda_sustentable.jpg" alt="MOda sustentable - 1"></figure><h3>¿Cómo se produce moda sostenible?</h3>Una prenda sostenible puede estar hecha de fibras naturales orgánicas, como algodón certificado o lana de origen responsable, pero también puede provenir de materiales reciclados o incluso de descartes industriales.Asimismo, las técnicas de teñido con pigmentos naturales, el uso eficiente del agua, los acuerdos justos con talleres de confección y la reutilización de prendas son prácticas cada vez más comunes en este ámbito.<blockquote>“La sostenibilidad también implica un nuevo vínculo con el vestir”, incentivó Gómez. “Podemos comprar ropa usada, reparar lo que se rompe, intercambiar con otras personas o incluso repensar la cantidad de prendas que realmente necesitamos”, se explayó, manifestando que el cambio cultural es tan importante como el tecnológico: “Implica dejar de ver la ropa como un bien descartable y empezar a entenderla como parte de un sistema más amplio”.</blockquote>Es importante mencionar que los textiles no biodegradables (como polyester, spandex, nylon y rayón) tardan hasta 200 años en degradarse y el costo ecológico actual de producir textiles biodegradables los hace igual de dañinos.Cada año se talan 70 millones de árboles y se utilizan 70 millones de barriles de petróleo para producir las fibras sintéticas.&nbsp;Al lavar el polyester, se desprenden partículas, microplásticos, que no se degradan y son tan pequeños que se confunden con algas marinas que ingiere el plancton y sube por la cadena alimenticia: sí, terminamos consumiendo ropa.Aunque el algodón es una fibra biodegradable, su cultivo ha dejado de ser sustentable.&nbsp;De hecho es el responsable del uso de&nbsp;24 por ciento de insecticidas y 11 por ciento de pesticidas del mundo, aunque utiliza únicamente un tres por ciento del terreno cultivable. Es más, se requieren 20 mil litros de agua para producir un kilogramo de algodón (lo que corresponde a una playera y unos jeans).<h3>Referentes que marcan el camino</h3>En la Argentina, existen diseñadores y marcas que vienen trabajando desde hace años en este paradigma. Uno de los nombres más reconocidos es el de Carolina Müller, fundadora de la Asociación de Moda Sostenible Argentina (Amsoar), que nuclea a marcas de todo el país y promueve el consumo responsable.También se destacan emprendimientos como Xinca, que fabrica zapatillas con materiales reciclados y trabajo social en Mendoza, o Animaná, que produce textiles artesanales junto a comunidades originarias del norte argentino.En el plano internacional, algunos referentes ineludibles son la diseñadora británica Stella McCartney, pionera en la alta costura sin uso de cuero ni pieles, o el colectivo Fashion Revolution, que surgió tras el derrumbe del Rana Plaza y promueve la campaña global #WhoMadeMyClothes. Otras innovaciones llegan desde el desarrollo tecnológico, como Orange Fiber (Italia), que produce textiles a partir de cáscaras de naranja, o Piñatex, una alternativa vegetal al cuero hecha con fibras de hojas de ananá.&nbsp;<h3>Un nuevo rol para los consumidores</h3>La moda sustentable no es solo una cuestión de marcas: el cambio depende también del comportamiento de los consumidores. “Tenemos que volver a hacernos preguntas simples: ¿Quién hizo esta prenda? ¿Con qué materiales? ¿Cuánto va a durar?”, dijo Pilar. En un escenario donde cada compra es una forma de votar por el mundo que queremos, elegir qué vestir es también una decisión política.Informarse, elegir menos y mejor, valorar lo artesanal, preferir lo local y lo reciclado, y rechazar lo que genera daño, son acciones que marcan un camino posible. Aunque los desafíos son enormes, las oportunidades también lo son: hay creatividad, tecnología y conciencia suficiente para transformar la industria textil.<blockquote>Más allá de los materiales o los procesos, la moda también es una forma de decir. “Para mí, la moda es una herramienta de comunicación Es un lenguaje visual que puede transmitir valores, ideas, pertenencia. Y si podemos usar ese lenguaje para cuidar el planeta, es todavía más potente”, concluyó la diseñadora local,</blockquote>En este Día de la Tierra, pensar en lo que vestimos es también una forma de pensar en lo que dejamos como huella. El camino hacia una moda más sustentable no es solo una tendencia, es una necesidad. Y en cada ciudad, en cada taller, en cada armario, puede empezar a cambiar la historia.<h3 style="text-align:justify;">Día de la Tierra: una fecha para reflexionar y actuar</h3>El Día de la Tierra se celebra cada año el 22 de abril desde 1970, cuando millones de personas se manifestaron en Estados Unidos para exigir mayor conciencia ambiental. La iniciativa fue impulsada por el senador Gaylord Nelson, preocupado por la creciente degradación del planeta y la falta de políticas públicas. La fecha fue elegida para maximizar la participación estudiantil y coincidía con el Día del Árbol en varios estados del país.Aquel primer Día de la Tierra movilizó a más de 20 millones de personas y sentó las bases de un nuevo paradigma. A partir de esa jornada histórica, se crearon organismos como la Agencia de Protección Ambiental (EPA) y se sancionaron leyes clave como la Ley de Aire Limpio y la Ley de Agua Limpia.El lema 2025 es "Nuestro poder, nuestro planeta" hace un llamado urgente a triplicar la generación global de energía limpia para 2030. La consigna destaca la necesidad de una transición hacia fuentes renovables, invitando a individuos, empresas, comunidades y gobiernos a sumar acciones concretas frente a la crisis climática.El mensaje central es claro: cada decisión importa. Desde lo que consumimos hasta cómo nos movemos o vestimos, todas nuestras acciones tienen impacto. El poder del cambio está en nuestras manos.<h3 style="text-align:justify;">Fabricar ropa cuesta carísimo</h3>De acuerdo con&nbsp;cifras&nbsp;de la Alianza de las Naciones Unidas para la Moda Sostenible y la Conferencia de la ONU sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD, por sus siglas en inglés) recogidas en una de las publicaciones más recientes al respecto, el impacto negativo de la industria textil&nbsp;representa:<ul><li>8 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI);</li><li>215.000 millones de litros de agua al año;</li><li>500.000 toneladas de microfibra desechadas en el mar</li><li>20 por ciento de las aguas residuales del mundo.</li><li>Se producen entre&nbsp;80.000 y 150.000 millones de prendas al año.</li></ul>

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