Música
Memorable concierto del Conservatorio
Por LEJ
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En notable y animoso emprendimiento, el Conservatorio Isaías Orbe ofreció el sábado 9 un recital de extraordinarios contornos con la presencia de dos celebrados intérpretes, Pablo Saraví (violín) y Fernando Pérez (piano), de quienes sería ocioso abundar, dados sus más que conocidos y laudatorios antecedentes.
Con un marco de calificado público, a todas luces conocedor, y que colmó las instalaciones del Colegio de Escribanos, se desarrolló un programa muy bien balanceado, con obras de diferentes equivalencias estéticas.
Las Sonatas para violín y piano de Ludwig van Beethoven (totalizan diez) suponen uno de los puntos cruciales de la música clásica enmarcada muy especialmente en el período del clasicismo vienés, protagonizado por Haydn, Mozart y el propio genio de Bonn. ¡Bendita sea la forma sonata!
De tal forma, en el comienzo pudimos escuchar una notable versión de la Sonata N° 7, opus 30 N° 2 de Beethoven, concebida entre 1801 y 1802 y en circunstancias dolorosas para el autor, quien ya padecía su progresiva y torturante sordera. Con sus cuatro movimientos, ambos instrumentos, tanto en los forte como en los pianísimos claros y precisos (destacándose el central, Adagio cantábile), tuvieron gran alcance expresivo que nos transportó a elevadas alturas.
En muy agradable interpretación, siguió Carlos Guastavino “Rosita Iglesias” de la serie “Las Presencias”. Guastavino, santafecino de origen, creó maravillosas obras, generalmente de corta duración, con un personal estilo armónico de raíces en la tradición romántica del siglo XIX y tempranos XX. La interpretación, como la anterior, se vio coronada por merecidos y sonoros aplausos.
En la segunda parte, se hizo presente Dimitri Kabalevski, con su “Improvisación para violín y piano Op. 21 N°1”. Esta elegante y espiritual composición musical es bien conocida en la tradición violinística por ser una obra novedosa. Completada en 1934, fue parte de la música del film Noche de St. Petersburgo y derrama melodías líricas, casi folklóricas.
Para finalizar una velada que será recordada por mucho tiempo, tal vez la más cautivante en lo que va del año, Saraví y Pérez ofrecieron otra obra de gran envergadura y variadas complejidades, la Sonata para violín y piano N° 3 op. 45 de Edvar Grieg.
El tono oscuro de la misma la aleja considerablemente del entusiasmo lírico de sus dos predecesoras, por su sutileza formal y nacionalismo explícito. Grieg terminó la Tercera Sonata en enero de 1887 y se unió al violinista Adolf Brodsky en su estreno, en diciembre de ese año en Leipzig, siendo esta obra un gran éxito y convirtiéndose rápidamente en favorita de Europa.
Aunque a veces tildado como folklorista, esta composición constituye una obra de grandes atributos, con audacia en su tratamiento de la forma sonata. El primer movimiento es una maravilla de temas concentrados, seguido de la Romanza central, con una canción serenamente lírica, casi folklórica, envuelta alrededor de una rápida y quebradiza danza. El final también posee una danza, pero con una sección de desarrollo acuciante y misterioso llegando a una apoteosis triunfante.
La entusiasta calidez del auditorio ratificó la calidad de estos talentosos intérpretes, debiéndose destacar la numerosa concurrencia de público joven.
Resta agradecer a las autoridades del Conservatorio, que hicieron posible esta jornada de disfrute musical.