Bienestar
Nutrición y genética: el poder de la nutrigenómica y la epigenética en nuestra salud
Los componentes de los alimentos pueden interactuar con nuestros genes.
La interacción entre la nutrición y la genética ha cobrado una importancia creciente en las últimas décadas. Dos campos de estudio que han surgido en este contexto son la nutrigenómica y la epigenética. Estos dos ámbitos de la ciencia nos ayudan a entender cómo lo que comemos puede influir en la expresión de nuestros genes, afectando así nuestra salud y bienestar a largo plazo.
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La nutrigenómica se centra en cómo los componentes de los alimentos pueden interactuar con nuestros genes. Diversos estudios han demostrado que ciertos nutrientes pueden activar o inhibir la expresión de genes específicos que influyen en procesos biológicos cruciales para nuestra salud. Por ejemplo, el consumo de ácidos grasos omega-3, presentes en pescados como el salmón, se ha asociado con la activación de genes antiinflamatorios, mientras que las grasas trans pueden inducir la expresión de genes relacionados con la inflamación y el riesgo cardiovascular. El consumo de crucíferas como brócoli y coliflor, a través del aporte de sulfurorafan, activa genes anticancer.
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La epigenética, por otro lado, se refiere a los cambios en la expresión génica que no implican alteraciones en la secuencia de ADN. Estas modificaciones pueden ser inducidas por factores ambientales, incluida la dieta. María Blasco, una investigadora prominente en el campo, ha enfatizado cómo la metilación del ADN y las modificaciones de histonas son mecanismos epigenéticos clave que pueden ser influenciados por nuestra alimentación. Por ejemplo, se ha demostrado que la metilación de ciertos genes involucrados en el metabolismo y la inflamación puede ser modificada por la ingesta de alimentos ricos en folato, como las verduras de hoja verde.
Uno de los genes que ha captado la atención en el contexto de la salud y la longevidad es el SIRT1. Este gen juega un papel crucial en la regulación del metabolismo energético y la respuesta al estrés celular. Investigaciones sugieren que una dieta hipocalórica puede activar al gen SIRT1, promoviendo mecanismos de defensa celular y mejorando la salud metabólica. Aunque la restricción calórica puede parecer contraintuitiva en un mundo donde la abundancia alimentaria es la norma, acercarse a este enfoque puede ofrecer beneficios significativos a largo plazo.
Es esencial reflexionar sobre la frase "somos lo que comemos", entendiendo que tenemos una responsabilidad inmensa en la construcción de nuestra salud a través de las elecciones dietéticas que hacemos. Los estudios de autores como Jeffrey Gordon y otros pioneros en el campo de la microbiota también nos recuerdan que la salud intestinal juega un papel crítico en nuestra salud general, y esta también puede ser impactada por lo que consumimos.
La nutrigenómica y la epigenética ofrecen una nueva perspectiva para entender cómo nuestras elecciones alimentarias afectan no solo nuestra salud actual, sino también la de nuestras futuras generaciones, nuestros hijos y nietos. La epigenética también es hereditaria. Esto nos lleva, una vez más, a adoptar una dieta consciente, rica en nutrientes y antienvejecimiento, resaltando la importancia de la salud como un legado que va más allá de la genética.
En este contexto, la invitación es clara: al ser responsables en nuestras elecciones alimenticias, podemos influir positivamente en nuestra salud y bienestar, alineando nuestra dieta con nuestras necesidades genéticas y epigenéticas. La ciencia avanza, y con ella, nuestro entendimiento del vínculo entre la nutrición y la genética se profundiza, ofreciéndonos herramientas para liderar un camino hacia una vida más saludable y plena. Entonces, ¿cuál es tu próximo paso?