Bienestar
Microbiota intestinal: ¿qué es y cómo impacta en nuestra salud?
Somos lo que comemos y a través de nuestra alimentación y estilo de vida generamos un impacto enorme en nuestra salud.
La microbiota intestinal es el grupo de microorganismos que habitan los intestinos. Es un grupo diverso que incluye no solo a las bacterias, si no a virus, hongos y protozoos. La microbiota intestinal puede llegar a pesar 200 grs, son millones y millones de microorganismos.
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Por eso es clave saber cómo cuidarla para tener una microbiota sana.
Existe una relación muy estrecha entre la microbiota y la salud. La microbiota juega un rol crucial en la homeostasis (equilibrio) del organismo, cumple funciones en la nutrición, inmunidad e inflamación. Hoy se dice que es un órgano metabólico clave para nuestro bienestar.
Actualmente ya se habla de microbioma más que microbiota ya que esta definición es más amplia y representa de una forma más clara lo que sucede en nuestros intestinos.
Microbioma se refiere no solo al grupo de microorganismos en nuestros intestinos si no también al conjunto de los genes presentes en todas las células componentes de la microbiota y a sus metabolitos.
Algo interesante de resaltar es que el microbioma contiene una cantidad de genes de 100 a 150 veces mayor que los genes que componen el genoma humano. En una persona adulta el tracto gastrointestinal puede albergar entre 500 y 1.000 especies de microorganismos, siendo las bacterias de los filos Bacteroidetes (≈25%) y Firmicutes (≈60%) los mayoritarios. Esta relación es importante de mantener, y se ha establecido un ratio Firmicutes/Bacteroides como un parámetro para evaluar el equilibrio de la microbiota intestinal y su funcionalidad.
En los obesos este ratio está muy alterado por el aumento de los Firmicutes. Los firmicutes tienen mayor capacidad para fermentar hidratos de carbono y por lo tanto liberan más calorías durante la digestión de los alimentos.
Algunas enfermedades crónicas no transmisibles (atopías, síndrome metabólico, enfermedades inflamatorias, asma, cáncer y algunos trastornos de la conducta) se asocian a disbiosis: principalmente debido a la pérdida de riqueza de especies en la microbiota intestinal y desviación del entorno microbiano ancestral.
Los cambios en la transmisión vertical del microbioma, el uso de antisépticos y antibióticos y los hábitos dietéticos de la sociedad industrializada parecen estar en el origen de la disbiosis. Generar y mantener diversidad en la microbiota está siendo objeto de investigación.
Aunque cada persona alberga una composición distintiva, la estructura global conforma unos patrones que se repiten en distintos individuos y se definieron como enterotipos.
El concepto de enterotipo sugiere que el ecosistema microbiano en el intestino humano conforma estados internos de simbiosis entre los distintos miembros de la comunidad microbiana, probablemente determinados por las propias redes metabólicas o sociales en las que se integran. Estas interacciones explican la estabilidad y la resiliencia de un ecosistema sujeto a fluctuaciones. Los individuos del enterotipo 1 se caracterizan por la dominancia de Bacteroides, los del enterotipo 2 por la de Prevotella y los del enterotipo 3 por la de Ruminococcus o Bifidobacterium. La dieta es uno de los principales condicionantes de los enterotipos.
La extracción microbiana de energía a partir de un alimento es variable y depende de la composición microbiana como vimos con anterioridad. La microbiota también regula el almacenamiento de lípidos, por lo que su papel en la obesidad y el síndrome metabólico es clave.
La microbiota y los metabolitos que se generan en el intestino a partir de la dieta, configuran señales neurales y endocrinas que influyen en órganos y tejidos distantes. De este modo, la microbiota contribuye a funciones tan diversas como la regulación del balance energético (ingesta, gasto energético, metabolismo de la glucosa, etc.), así como otras que dependen del sistema nervioso, incluyendo funciones cognitivas, estado de ánimo y comportamiento (eje microbiota-intestino-cerebro). Actualmente sabemos que existe una comunicación bidireccional entre microbiota y distintos órganos.
La microbiota también interviene de forma directa o indirecta en la síntesis de distintos neurotransmisores (serotonina, dopamina, ácido γ-aminobutírico [GABA] entre otros) que influyen en las funciones cerebrales, el comportamiento, el metabolismo y la inmunidad.
Son claves para nuestro bienestar, ya que se sabe que va mucho mas allá de sentirse bien físicamente. La influencia de la microbiota en la síntesis de serotonina es particularmente relevante ya que hasta un 90% de este neurotransmisor, la hormona de la felicidad, se sintetiza en el intestino.
La serotonina es clave en la regulación del estado de ánimo, el apetito, las funciones cognitivas, regula la inflamación y la motilidad intestinal. La microbiota intestinal puede estar implicada tanto en la reducción de los niveles de serotonina (por su capacidad de metabolizar el triptófano que actúa como precursor), como en su producción estimulando la expresión de los genes del hospedador (triptófano 1 hidroxilasa) implicados en su síntesis, posiblemente a través del efecto estimulador de los acidos grasos de cadena corta que generan al fermentar distintos compuestos. La desregulación del sistema serotoninérgico también está relacionada con enfermedades inflamatorias crónicas, depresion y obesidad inducida por la dieta.
Diversas bacterias intestinales codifican enzimas (catalizadores biológicos) que conducen a la síntesis de catecolaminas, como dopamina, norepinefrina y epinefrina. La dopamina tiene una importante función en el sistema de recompensa, implicado en la regulación del comportamiento alimentario y también en el estado de ánimo.
Las funciones asociadas a la MI estuvieron tradicionalmente asociadas a la digestión y absorción de nutrientes, al desarrollo de la inmunidad, a la regulación de la motilidad intestinal y al mantenimiento del equilibrio intestinal. Sin embargo, en los últimos años se le ha adjudicado a la MI un papel relevante en salud mental, especialmente asociado a la modulación de respuestas emocionales. De hecho, la disbiosis se ha asociado a trastornos neuropsiquiátricos tales como esquizofrenia, depresión mayor, autismo y trastornos de ansiedad, entre otros. Se postula que los factores estresantes de orden psicológico o físico pueden afectar la composición y la actividad metabólica de la MI, así como los cambios experimentales.
Otro punto interesante de destacar es el rol de la microbiota y su impacto en el rendimiento deportivo. La microbiota intestinal puede influir de manera positiva en el rendimiento deportivo mediante la producción de ácidos grasos de cadena corta a partir de la fermentación de la fibra en el intestino grueso. Estos ácidos pueden ser oxidados en el músculo y, de este modo, contribuir a la disponibilidad de glucosa muscular. También contribuyen a aumentar el flujo sanguíneo, la sensibilidad a la insulina y la conservación de la masa muscular. Cuando se presenta un cuadro de disbiosis,esto puede influir de manera negativa en el rendimiento del deportista, ya sea causando malestar intestinal, comprometiendo los tipos de alimentos que hay que ingerir durante el ejercicio físico o provocando afectaciones en el ámbito energético, que se manifiestan en un sentimiento de más fatiga.
Actualmente se acepta que para alcanzar un estado de salud integral es necesario que nuestra microbiota intestinal esté sana. Los principales indicadores de salud de la microbiota son su riqueza (cantidad de microorganismos) y su biodiversidad (cantidad de especies). En conclusión, la microbiota juega un rol fundamental en la fisiología de las personas (una mirada más amplia de su rol como colaboradora en la digestión de los alimentos), es clave en nuestro bienestar, que va mucho más allá de sentirse bien físicamente. Somos lo que comemos y a través de nuestra alimentación y estilo de vida generamos un impacto enorme en nuestra salud.
Por Enriqueta Bottini