CITRICPLAS: plástico hecho con cáscara de naranja, pomelo y limón

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Accedé a las últimas noticias desde tu emailValentín Frávoli tiene 20 años y Alejandro Unchalo, 19; se hicieron amigos en la secundaria. Estudiaron en Técnica 2 y egresaron en 2021, hace menos de un año.
En 2020, plena pandemia, les tocó empezar a trabajar con el proyecto que deben presentar para terminar el secundario, habían elegido la orientación de Técnico Químico. Ambos son apasionados por cuidar el medioambiente y su plan, sabían, iba a ir por ese camino.
Decidieron, después de idas y vueltas, hacer plástico biodegradable y llegaron a un producto hecho a base de cáscara de cítrico y almidón de maíz. El desafío es maravilloso y se engancharon tanto que siguió más allá de terminar la secundaria. De hecho, el establecimiento les brindó las instalaciones para continuar con la elaboración una vez finalizadas las clases.

Los cítricos, me explican los chicos, le dan tenacidad y fuerza al plástico y ese es el valor agregado que le dieron a su producto, ya que había habido, anteriormente, un proyecto de plástico realizado a base de almidón en la escuela.
Hoy, Alejandro trabaja con sus hermanos elaborando panificados y estudia Licenciatura en Alimentos; Valentín acaba de dejar su trabajo en un comercio, para empezar a prepararse para ingresar a la universidad el próximo año, quiere estudiar Gestión Ambiental. Sus tiempos, entonces, son muy limitados, pero los fines de semana se dedican a la producción y elaboración de plástico. Hacen, aproximadamente, un metro cuadrado por día. Pomelo, limón y naranja son las frutas que más utilizan. Se proveen de su propio consumo, o de alguna emprendedora que elabora dulces.
Este año pusieron su energía y foco en la Feria Expojardín que se hace en nuestra ciudad a fin de año. Allí van a presentar su producto para la venta, por primera vez, y están entusiasmados. El objetivo es que su plástico sea el material de envoltorio de semillas de huerta o forrajeras. Y en eso están, rellenando y preparando los envoltorios que ellos mismos van produciendo.
Las primeras veces lo hicieron en el galpón de la casa de Alejandro, hoy trabajan en el quincho de la casa de Valentín. Sus familias los acompañan y apoyan. El proceso es súper manual por el momento, pero los chicos se dan maña e, incluso, han armado una máquina para facilitar la elaboración.
Procesan las cáscaras de frutas, primero, preparan la resina y la extienden en placas con una regla. Todo ese trabajo lleva entre dos y tres horas. Al otro día despegan el plástico y luego sellan las bolsas. El plástico biodegradable, a base de cáscara de frutos que elaboran los chicos, tarda de 15 a 30 días en degradarse.

Se definen como emprendedores en una etapa inicial, y son conscientes de que lo que elaboran es difícil de hacer a gran escala de manera manual, pero no pierden las esperanzas y siguen firmes trabajando en ello y quieren meterle más ritmo a la producción. Para una mejor organización, se dividen las tareas según sus destrezas y habilidades: Alejandro hace la parte química, y Valentín los trabajos que requieren más prolijidad.
Y, lo más lindo de este gran equipo de dos, son sus sus ganas de cuidar el planeta y contagiar esa consciencia. Cuando Valentín y Alejandro tienen un rato del fin de semana con producción estancada por la falta de algún insumo, agarran algunas bolsas, se ponen los guantes, y se van al dique a juntar basura.
¿Objetivo? Que algún día sea un negocio.
¿Desafío? Generar consciencia.
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