Frases en la historia
Varo, ¡devuélveme mis legiones!
Por Daniel Xodo
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(Octavio Augusto, primer emperador de Roma, 63 a.C./14 d.C.)
La formación del Imperio Romano estuvo jalonada de victorias épicas y también de catastróficas derrotas. El Bosque de Teotoburgo es una de las peores con aquella última condición. Y, para peor, fue un ciudadano romano quien se la infligiría.
Arminio, luego de los siglos Hermann para el nacionalismo alemán, había nacido hijo de un caudillo tribal de los queruscos, que habitaban al Noreste del Rhin y eran considerados feroces. Siendo niño fue entregado por su padre como garantía de su fidelidad a Roma, educado allí y hecho una notoria carrera militar y cívica a su servicio, e incluso ennoblecido socialmente.
Por entonces, Roma intentaba extender su dominio pleno más allá del Rhin, en cuyos márgenes occidentales tenían importantes castros, pero hacia el Este solo había pequeñas guarniciones que se retiraban durante el invierno hacia asentamientos más seguros, dado que quedaban rodeados de tribus hostiles.
El proceso de romanización era lento. Había intercambio y cierto grado de aceptación de las ventajas que el imperio llevaba, como las carreteras o el comercio, pero las tribus germánicas eran de pastores nómades que seguían valorando sus costumbres e independencia y con frecuencia surgían rebeliones y ataques a los romanos.
Octavio Augusto designa a Publio Virgilio Varo, militar experimentado que había sofocado rebeliones en Judea, para avanzar en el dominio de la Germania, dado que era de su confianza e incluso familiarmente emparentado.
Y para asegurar el cumplimiento de sus objetivos envió con él a Arminio, que conocía a los germanos y sus modalidades guerreras, considerando que Varo era muy proclive al juego y diversiones y podría poner en riesgo la misión. Tal era la confianza que Octavio Augusto depositaba en ellos.
En el inicio, las relaciones entre ambos fueron excelentes. Sin embargo, el intento de conseguir el pago de impuestos, la imposición de los procedimientos judiciales de Roma y también la conducta desordenada de Varo indignan a Arminio, que comienza a conspirar contra él junto a los germanos. Según algunos historiadores no estaba conforme con su situación de príncipe romano de su tribu y ambicionaba ser rey de los germanos.
Retornando Varo con las legiones XVII, XVIII y XIX (de las veintiocho que tenía en esa época el imperio) a los cuarteles de invierno con alrededor de 30 000 hombres, Arminio, que tenía también mando militar, lo engaña informándole de una rebelión inexistente e induciéndolo a tomar un camino hacia el norte para sofocarla, en dirección al bosque de Teutoburgo, cercano a la actual ciudad de Osnabrück. Zona pantanosa, y con un estrecho camino entre el bosque y los pantanos. En el lado boscoso Arminio había hecho construir una empalizada disimulada con ramas y follaje para esconder sus hombres a lo largo de seis kilómetros.
Las legiones se desvían de su camino hacia la trampa. No marchan en formación de combate. Lo hacen confiados y mezclados soldados con auxiliares. La marcha es penosa por el terreno y una persistente tormenta.
Los germanos atacan de improviso y la sorpresa produce el caos y la dificultad de defenderse de un enemigo que ataca y se refugia detrás de la trinchera a lo largo de quince o veinte kilómetros. No obstante, las legiones intentan recomponerse y atacar pero el enemigo rehúye el combate abierto.
La caballería romana huye hacia el norte pero son atrapados por miles de germanos y masacrados. Varo, previendo el desenlace, se suicida. Luego de tres días de lucha, no hay prisioneros. Los que se rinden son torturados y degollados. Sus cráneos son clavados en los árboles del bosque. Las águilas de cada legión, estandartes y símbolo sagrado para los romanos, caen en manos de los germanos.
La XVII, XVIII y XIX legiones son aniquiladas. Más de veinte mil muertos.
Cuando llega la noticia a Roma, surge el pánico. Temen que los germanos invadan y lleguen al corazón del imperio como los galos lo habían hecho 400 años atrás, pero los seguidores e Arminio no se atreven.
Octavio Augusto no puede concebir el desastre ocurrido. Se deja crecer la barba y el pelo. Vaga por su casa, golpeando su cabeza contra las puertas clamando: “ Quintili Vare, legiones rede” (Quintilio Varo, devuélveme las legiones”).
Roma no olvida ni perdona las traiciones, primero Tiberio, que luego sería emperador, que da sepultura a los huesos esparcidos en el bosque de Teutoburgo desde años atrás, y después, Germánico en la batalla de Idistaviso, derrotan a las tribus en rebelión en forma definitiva. Octavio Augusto ya había muerto.
Arminio, tiránicamente, intenta convertirse en rey de los germanos pero es traicionado y asesinado por su propia familia.
El Rhin y el Danubio se convertirían en el límite del imperio en los próximos siglos.
Nunca más habría legiones con los números XVII, XVIII y XIX, pese a que habían sido recuperados sus estandartes.