FRASES EN LA HISTORIA
“Por palas, picos y azadones. . . ¡cien millones!”
Por Daniel Xodo
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(Gonzalo Fernández de Córdoba, noble y militar español, 1453-1515)
España. Tierra dura que ha modelado el carácter de hombres de grandes gestas. Pueblos en paisajes agrestes donde se subliman las virtudes humanas cuya manifestación es exaltada en historias en las que el espíritu del Quijote prevalece sobre mezquindades y envidias que lo rodean.
El Gran Capitán, título que supo ganar Gonzalo de Córdoba luchando por la grandeza de España, es un paradigma de las cualidades que el español admira. Entra a la milicia por la costumbre y tradición del mayorazgo. Siendo segundón, lo habitual era dedicarse a las armas. El tercer hijo era para la Iglesia.
La muerte de su padre lo coloca al cuidado de un caballero de su familia que lo entrena en las armas y sería su tutor. Sirve como paje del infante Alfonso y enhebra amistad y mutua admiración con quien sería la reina Isabel, que pondera su valor y lealtad.
Es convocado a pelear contra los moros, a los cuales derrota en diversos combates y escaramuzas. En la lucha por Granada, es tomado prisionero Boabdil, con quien establece una amistad tal que, entregando éste a su hijo como rehén en garantía del acuerdo de paz, lo hace a condición de que su cuidado sea confiado a Gonzalo, con el que negocia finalmente la rendición musulmana.
Combate contra los turcos y gana el agradecimiento de los venecianos, cuyo Dux le envía dineros que distribuye entre sus soldados, en la primera de las guerras italianas.
El papa Alejandro VI le pide ayuda para recuperar el puerto de Ostia que estaba en manos de piratas que impedían el abastecimiento de Roma. Destruye la fortaleza, recupera Ostia y Roma lo aclama como un héroe.
El acuerdo de Granada entre Fernando y Luis XII reparte el reino de Nápoles. Quien era el rey, Federico I, se siente traicionado e incita a Gonzalo a rebelarse contra los reyes de España. Este se niega y le aconseja no ser desleal y aceptar lo acontecido.
Lucha contra los franceses que quieren tomar Nápoles, a los cuales, con tropa numéricamente muy inferior, vence reiteradamente y estos, aún vencidos, reconocen la valía de Gonzalo y años después lo agasajan en la corte real.
Para compensar las falencias, reestructura su ejército y modifica los agrupamientos para facilitar la formación de combate. Crea las coronelías, unidades que se transformarán en los legendarios tercios españoles combinando infantería, caballería y artillería, privilegiando a la infantería que se convertiría en la reina de las batallas. En 1503, en la batalla de Ceriñola, cuya duración según los relatos fue de una hora y que se destaca en la historia militar, hace gala de una estrategia innovadora y tácticas eficaces que en brevísimo tiempo derrotan al ejército de Francia. Los franceses, después de haber luchado contra él, se quejan de que “no habían combatido con hombres sino con diablos”. Siglos después, Rommel leería permanentemente sus movimientos tácticos.
Idolatrado por sus soldados y amado por la población de Nápoles al punto de tener que intervenir en la multitud que lo vitorea durante sus apariciones para poder trasladarse, sufre el recelo del rey Fernando II que le pide cuentas de los gastos incurridos en la guerra, implicando en este pedido la sospecha sobre sus manejos económicos y también, según algunas fuentes, rencor por su amistad juvenil con Isabel.
El relato histórico señala que uno de los factores importantes de sus victorias fue la óptima utilización de los escasos recursos económicos que recibía.
Es sabido que no bastan estrategias, tácticas bélicas y valentías si no se cuenta con las provisiones y avituallamiento indispensables y Gonzalo había hecho buen uso de lo que disponía.
La leyenda cuenta que, molesto por la desconfianza del rey, su respuesta había sido la siguiente relación: “Por picos, palas y azadones, cien millones de ducados; por limosnas para que frailes y monjas rezasen por los españoles, ciento cincuenta mil ducados; por guantes perfumados para que los soldados no oliesen el hedor de la batalla, doscientos millones de ducados; por reponer las campanas averiadas a causa del continuo repicar a victoria, ciento setenta mil ducados; y finalmente, por la paciencia de tener que descender a estas pequeñeces del rey a quien he regalado un reino, cien millones de ducados”.
No hay constancia de esta respuesta que parece muy improbable dado que hubiera provocado el enojo y consiguiente castigo de Fernando. Isabel había muerto y no podía protegerlo como lo hacía de las habladurías y envidias que sus éxitos provocaban.
Indudablemente, los Reyes Católicos tuvieron en Gonzalo Fernández de Córdoba un súbdito leal, aún al precio de resignar sus intereses y soportar recelos e ingratitudes y cuya figura sería enaltecida en la historia.