FRASES EN LA HISTORIA
“¡Oh libertad, cuántos crímenes se cometen en tu nombre!”
Por Daniel Xodo
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(Jeanne Marie Philipon Roland, revolucionaria francesa, 1754-1793)
París en 1789. La Revolución Francesa ha sido uno de los hechos que más influyeron en la historia del mundo actual y un acontecimiento de aquellos que exponen lo mejor y lo peor de la condición humana. Con luces y sombras. Héroes y pusilánimes. Visionarios y oportunistas.
Jean Marie Philipon es una de las personalidades trascendentes en el devenir del hecho por su activa participación y también por el legado moral de una reflexión suya. Hija de un grabador de escasos recursos, mostró su talento e interés por las actividades intelectuales desde niña. Con una personalidad fuerte y dispuesta a enfrentar lo que consideraba arbitrario o injusto, lo demuestra desde la niñez en ocasión de resistir una orden de su padre que la pone en el límite de ser azotada, según ella misma lo relataría años más tarde. En gran medida autodidacta, su avidez por la lectura la familiarizó con Plutarco y también con Rousseau, Voltaire y Montesquieu. Agradable sin ser singularmente hermosa, según descripciones de la época, contrae matrimonio con Jean Marie Roland, político y filósofo mucho mayor que ella.
Ambos promueven la difusión de ideas que serán generadoras del posterior estallido social y político, propiciando reuniones con intelectuales y políticos en su propio hogar donde compartirían discusiones con personajes como Robespierre o Brissot.
Madame Roland escribe artículos políticos para el Courrier de Lyon.
Roland es convocado como ministro. Adhieren con su mujer a los “girondinos”, revolucionarios moderados que se enfrentarían duramente con los “jacobinos”, partidarios de una revolución más extremista.
La oposición del matrimonio Roland a los excesos de los revolucionarios, y sobre todo, señalarlos públicamente los hace caer en desgracia durante el período del Terror.
Madame Roland es encarcelada y su esposo huye. En prisión, escribe Appel à l'impartiale postérité. Varios pasajes de esa obra, en gran medida autobiográfica, reflejan su valor y firmeza de carácter. Vale rescatar uno en particular de su relato: “La desgracia puede por lo tanto hostigarme, pero no postrarme; los tiranos pueden perseguirme, pero ¿envilecerme? ¡Nunca, nunca!”.
El 8 de noviembre de 1793 fue conducida a la guillotina. Antes de colocar su cabeza en el cepo, se inclinó ante la estatua de arcilla de la Libertad, situada en la Plaza de la Revolución, y exclamó: “¡Oh libertad, cuántos crímenes se cometen en tu nombre!”.