ENFOQUE
Un vero cavaliere italiano
Por Walter Vargas
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Sin gloria y con relativa pena, igual de lejos del cielo que del infierno, Daniele De Rossi se marcha de la Argentina con algo más preciado que el esplendor deportivo: una aureola de tipo respetuoso y respetable.
Un tipo, sea dicho de una vez, que a su manera y en la medida que pudo, que las circunstancias tejieron y propiciaron, intentó ponerse a la altura de su buen nombre.
Lo intentó, pudo, supo y vuelve a Italia sin sombras de rubor y sin máculas.
Por supuesto que en la cancha propiamente dicha el vínculo del centrocampista italiano y Boca fue insulso, irrelevante, protocolar.
Siete partidos, un gol bautismal e insuficiente en una aciaga noche contra Almagro en La Plata por la Copa Argentina y un nivel que en los días venturosos fue aceptable y en la mayoría mediocre, aunque no necesariamente pésimo como pretendieron quienes -hinchas de Boca o no, periodistas o no- desde el primer momento registraron su llegada con ojeriza.
¿Por cuáles razones el guerrero de la Roma tuvo escasa participación?
A despecho de las informaciones oficiales y de las versiones oficiosas, he ahí un tema envuelto en cierta bruma: más bien sobrevoló la certeza -difícil de comprobar y a la vez vigorosa- de que las lesiones no daban para tanto pero sí la lógica de gustos ejercida por Gustavo Alfaro.
Pero hasta donde se sabe De Rossi jamás formuló objeción alguna al entrenador y se carece de una hipótesis valedera que ponga en cuestión lo que dijo en su conferencia de prensa de despedid: que con Alfaro mantuvo una buena relación que incluso superó la barrera del respeto hasta los lindes del cariño.
A primera mirada podría interpretarse como una referencia de ocasión, políticamente correcta (tal vez algo de eso haya habido), pero mejor examinada bien puede darse en una tecla omitida por los campeones mundiales de los memes, ocurrentes de Twitter y otras variantes de la gratuidad: De Rossi no presumió de lo que hacía rato ya no era, tampoco prometió lo que no estaba en condiciones de cumplir y nadie podrá negar, con fundamentos, su naturaleza de profesional cien por cien.
Un tipo honorable y querible, De Rossi, que dio tan poca tela para el circo y las comidillas, tan poca, que a lo sumo inspiró al seguimiento de su agenda en los restoranes de Puerto Madero y Palermo.