Patricia Tarabini: “Los mejores recuerdos de mi vida están en Tandil”
La extenista formada en el club Independiente vive en Miami, desde donde repasó sus vivencias en la ciudad y su actualidad como comentarista y entrenadora
Por Fernando Pedersen
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De esta redacción
Patricia Tarabini conserva intacta esa personalidad positiva y franca que la caracterizó desde que Tandil la conoció por primera vez. Pasaron muchos años, con logros, satisfacciones y algunos golpes duros desde aquel momento en que llegó a la ciudad de la mano de su padre, en uno de los tantos destinos futbolísticos de Aníbal, el recordado delantero y técnico. Sin embargo, para “Pato” aquella no fue una mudanza más. Aquí estableció sus raíces más sólidas, se formó como una de las tenistas más destacadas de Argentina, y hoy reivindica su sentido de pertenencia aunque las vueltas de la vida la encuentren a miles de kilómetros. Es uno de los nombres ilustres de esa escuela tandilense que conforman entre otros los hermanos Pérez Roldán, Mariano Zabaleta, Juan Mónaco o Juan Martín Del Potro y, con 51 años, está radicada en Kay Biscayne, trabajando como comentarista en una señal deportiva americana y ligada al tenis, como entrenadora.
“Después de los Juegos Olímpicos de Atenas me fui a vivir a San Diego. Ya tenía la Green Card y estuve casi 12 años viviendo y comentando tenis para Direc TV. Después, por una oferta laboral, me mudé a Miami para comentar en Canal Sony y me instalé en Kay Biscayne, que es un lugar que ya conocía porque veníamos mucho a entrenar en la época de ‘Gaby’ Sabbatini, que vive muy cerca de casa, Mercedes Paz y Betina Fulco. La vida es muy tranquila. Se puede progresar mucho laboralmente y estoy contenta”, resume Patricia sobre su actualidad.
-¿Cambiaron mucho las cosas con la pandemia?
– No tanto. Se empezó a contagiar mucha gente en Miami, pero no hay muchos muertos. Dentro de todo se lleva una vida normal, aunque la gente se empezó a cuidar mucho más. Es angustiante para todos, es una situación impensada. Yo me preocupo mucho por mi familia en Argentina. Nos encontró separados esta pandemia y es una lástima porque me gustaría estar con ellos. Espero que Argentina pueda salir bien de todo esto. Creo que a un país como Estados Unidos le va costar menos levantarse. Están más acostumbrados.
– ¿Cómo fue la transición después de dejar de jugar?
– No lo sentí para nada, porque fue gradual. Pasé de jugar singles a dobles, después mientras jugaba dobles empecé a hacer algunos trabajos de coach. Me ayudó encontrar rápido a alguien a quien entrenar. También surgió lo de ser comentarista y eso me mantuvo siempre activa. Además disfruto mucho de estar con la familia y los amigos, así que no lo sentí para nada. No me costó porque sigo siempre vinculada al deporte que es lo que me apasiona.
– ¿Y con el tenis específicamente, qué estás haciendo?
– En San Diego manejé un club de tenis, entrenaba a chicos para ir a la universidad y a algunos profesionales. Ahora estoy entrenando a Anna Kalinskaya, que es una jugadora rusa que está creciendo mucho, y también a algunos junior.
De Mónaco a Tandil
Aníbal Roberto Tarabini es un nombre emblemático en el fútbol tandilense. La ciudad lo adoptó como propio después de su llegada en la década del 70. Comenzó en Estudiantes de La Plata y se había destacado como un delantero importante en Boca e Independiente, logrando la convocatoria para el seleccionado nacional en el Mundial de Inglaterra 1966. En Tandil desarrolló una larga trayectoria, jugando y dirigiendo en la mayoría de los clubes de la ciudad, como Independiente, Santamarina, Racing de Gardey o Grupo Universitario, además del seleccionado. En 1997, falleció en un accidente automovilístico: “Fue el mejor papá del mundo para mí. La persona que me enseñó el respeto, la bondad, el cariño. El ser compasivo, el ponerse siempre en el lugar del otro. Me enorgullece ser su hija. Todos me decían que era un gran goleador, que le pegaba con las dos piernas. Era derecho, pero un día trabajando con el padre se lastimó y empezó a pegarle con la zurda. Era muy fuerte, muy rápido. Pero más allá de haber sido un gran jugador, yo valoro que siempre me apoyó mucho en todo lo que emprendí, sobre todo en el deporte. Siempre tenía una palabra de aliento, siempre fue muy positivo en la vida en general. Es una lástima que se nos haya ido tan pronto, no pude disfrutar la tercera etapa de la vida con él. Pero me dejó una familia maravillosa, a mi mamá, que se puso la familia al hombro, a mis dos hermanas divinas, Analía y Lorena y a mis cuatro sobrinos hermosos.
-¿Cuándo llegaste a Tandil?
– Papá jugó en México cuando yo tenía dos años y después lo vendieron a Mónaco. Ahí estuvimos dos o tres temporadas y cuando tenía siete u ocho años llegamos a Tandil. Todo fue muy casual en mi vida, y con mucha suerte. Empecé a hacer deportes en Independiente. Jugaba al hockey, al vóley, y después me decidí por el tenis y me dediqué de lleno.
– También tenías una habilidad inusual para el fútbol, en una época en la que estaba culturalmente vedado para las mujeres.
– Me encantaba el fútbol también, pero no había lugar para nosotras y mucho menos competencias. No existía. Ahora estamos en 2020 y gracias a Dios se puede hacer lo que a uno le gusta. Lo acompañaba siempre a papá a los entrenamientos y a los partidos, y todavía me gusta mucho en fútbol. Es una pasión que llevo adentro.
-¿Cómo fueron esos primeros años en la ciudad?
– Hermosos. Los mejores recuerdos de mi vida están en Tandil. Fui al colegio Sagrada Familia, hice un grupo de amigas increíbles con las que sigo en contacto. Siempre me preocupa cómo les va en la vida. La pasé muy bien en esos años. Era el mejor momento, mi papá estaba vivo, mi familia conmigo, jugaba al tenis en Independiente, que me encantaba. Así que todo eso resume los mejores años de mi vida.
– ¿Y cómo empezaste con el tenis?
– Jugaba sola en el frontón del club. Raúl Pérez Roldán me vio y les dijo a mis padres que me quería entrenar. Ahí arranqué en la escuela del Independiente, hasta que a los 16 años hice mi propio camino.
– Un camino muy largo.
– Si, y muy lindo. Fui muy feliz jugando al tenis desde que empecé pegándole contra el frontón, hasta llegar a jugar en Roma, París, Nueva York. Siempre con la misma sensación de alegría, yo solo quería jugar al tenis. Me dio mucho más de lo que pensé. Es lo mejor de mi vida después de la familia y los amigos. Es el deporte más lindo del mundo. Me dio la oportunidad de conocer culturas, gente, aprender idiomas. Es una forma de vivir maravillosa. Y de las derrotas aprendí mucho más, porque me daban fuerzas para seguir adelante y creer que en el próximo partido sí iba a poder. Y llegaba la otra semana y volvía a perder, pero seguía adelante. El tenista, la mayoría de las semanas pierde, a no ser que estés entre los primeros cinco del mundo. Desde los ocho años hasta el día de hoy lo disfruto. Por eso yo me considero una ganadora de la vida, porque siempre creí en mí misma. Mal o bien, hice y hago lo que me gusta.
La cima, en Atenas
Patricia comenzó su carrera profesional en 1986, después de ganar un año antes el Banana Bowl, uno de los torneos junior más importantes del mundo, venciendo en la final a Mariana Pérez Roldán. Alcanzó el Nº 29 del ranking en 1988, pero la parte más exitosa de su carrera comenzó unos años después, cuando se inclinó por el doble. Formó parejas exitosas con Mercedes Paz, Conchita Martínez e Inés Gorrochategui, alcanzando 15 títulos en torneos de la WTA, pero sus logros más resonantes llegaron en 1996, cuando conquistó el título de doble mixto en Roland Garros, junto a Javier Frana (la única pareja argentina en lograrlo), y en 2004, con la medalla de bronce en Atenas, compartiendo la cancha con Paola Suárez. Ese fue su tercer juego olímpico, después de representar a la Argentina en Barcelona 1992 y Atlanta 1996, y significó el punto más alto de su carrera: “Sin dudas, Atenas fue lo más lindo que me pasó. Una sensación increíble. Tuve logros muy importantes, como el Orange Bowl y el doble mixto con Frana en París. Pero sin dudas los Juegos están un escalón arriba por lo que significa una medalla olímpica y por cómo se dio.
– Además ya te habías retirado.
– Claro. Estaba trabajando como entrenadora de Conchita Martínez. Un día hablando con Paola Suárez, que era Nº 1 en dobles y 10º en singles, me preguntó si no volvería a jugar. Le contesté que con ella seguro, porque teníamos chances. Me dijo que lo pensara y me entusiasmé enseguida. Le dije que me dejara entrenarme bien, que pudiera estar aunque sea 50 en el ranking, así podíamos clasificar y tirarnos el lance. Me preparé físicamente junto con ella y empecé en enero despacio, con algunos torneos. No llegamos a agosto de la mejor forma, fue muy difícil, pero valió la pena. Pudimos alcanzar el bronce, una gran alegría a los 34 años.
– ¿Cómo ves el tenis femenino en Argentina?
– Lo veo con ganas de rebrotar. Con varias extenistas como Florencia Labat, Betina Fulco y Mercedes Paz estamos tratando de fomentarlo un poco. Pero lo veo difícil. Estamos muy lejos de todo. Creo que antes se jugaba por la pasión y el dinero, y ahora hace falta mucho el dinero y la pasión como que se deja de lado. Se piensa en el día a día y es difícil proyectar a largo plazo. Los buenos entrenadores a veces tienen que elegir entre la pasión por el juego y darle de comer a su familia. No están en una situación holgada como antes.
– ¿Pueden volver a surgir jugadoras destacadas?
– En unos años, si seguimos fomentando todo esto, podemos empezar a ver buenas jugadoras nuevamente. Las chicas se juntaron para eso y yo trato de ayudar desde acá. Es muy sacrificado y muy caro este deporte, pero no hay de darse por vencido. Me parece que a los 15 años no tenés que ser un genio para jugar al tenis. Hay que ir de a poco, porque la madurez en un jugador se alcanza después de los 20 años y a veces a los 25. Mantener el nivel de vida de un tenista no es fácil. Tenés que estar con la gente indicada, encontrar a la persona indicada. Son muchos elementos para que el tenis te ayude, mucha gente alrededor tiene que ser importante, los que te rodean son fundamentales.
– ¿Cómo se explica el fenómeno de Tandil en el tenis?
Lo de Tandil es increíble. Es una gran escuela de tenis. Cuando se da un fenómeno así, a veces no se sabe de dónde viene y por qué. Pero está claro que ahí hay trabajo, pasión y ganas de llegar, además de talento y predisposición. Hubo y hay muchos entrenadores de primer nivel en Tandil y en el mundo están muy bien vistos. Por cómo trabajan y por el talento que tienen.