SUPLEMENTO 4 DE ABRIL
Museo de los Deportes Tandil, un bastión de resistencia contra el olvido
Fundado hace tres años, conserva reliquias de las más variadas épocas y disciplinas. Su creador y conductor, Mariano Mazzuchelli, dio detalles de los inicios y la actualidad del proyecto.
En Paz 721, los amantes del deporte encuentran un espacio imprescindible a la hora de hurgar entre recuerdos y presente.
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Bajo la iniciativa de Mariano Mazzuchelli, bahiense radicado en esta ciudad, el Museo de los Deportes Tandil abrió sus puertas hace tres años y, meses atrás, volvió a la actividad tras el inexorable receso propiciado por la pandemia.
Un sinfín de productos, algunos con tinte de reliquia, son exhibidos en este museo que abarca las más variadas épocas y disciplinas.
Mazzuchelli, el “padre de la criatura”, describe el proceso de gestación y concreción de un viejo anhelo personal.
-Es una suerte de coronación para un proyecto que venías pergeñando hace largo tiempo.
-Claro, cuando tuvimos Tandil Sports, la confitería deportiva en el club Independiente, ya exhibíamos algunos artículos deportivos. Llegamos a 408 y fue cuando se me ocurrió lo del museo. En 2010, hicimos la Exposición de la Industria del Deporte en el club Rivadavia. Ahí, pasamos a 804 artículos y, personalmente, se me instaló aun más la idea de hacer un museo.
-¿Cómo se dio la elección del lugar?
-Primero, por la necesidad de traer actividades del club Rivadavia, porque ya nos quedaban chicas las instalaciones de avenida Perón. Vinimos, agrandamos lo que era la cancha de fútbol reducido hasta obtener las medidas de una reglamentaria de básquet. Así, le brindamos al socio de Rivadavia mayor comodidad y la disponibilidad de un lugar céntrico. Yo siempre manejaba la idea del museo, iba comprando alguna vitrina, además Unicen me donó las butacas de lo que era el Cine Alfa. Todos me preguntaban para qué guardaba ese tipo de cosas y les decía que algún día iba a hacer un museo. Y, desde 2004 hasta hoy, he invertido en cosas para él. No sabía dónde, pero sí que lo haría.
-También disponés de material periodístico.
-Sí, tenemos infinidad de notas atemporales, que pueden ser emitidas en cualquier momento, y tenemos previsto hacerlo a través de nuestra radio digital. Por intermedio de esos reportajes fuimos reuniendo mucha información y, a cada deportista con el que teníamos contacto le pedíamos algo. Un día mi hijo Luca me propuso instalar el museo en lugar en el que está hoy. Me dijo que me lo tome en serio y comenzamos a hablar firmemente sobre ello.
-¿Cuáles fueron las primeras gestiones?
-En 2018, fui a la Municipalidad a hablar con Ernesto Palacios, quien ya estaba al tanto de la idea y era un referente para mí por su forma de mirar el deporte. Cometí el ‘error’ de decirle a Luca que sí, que lo haríamos. A partir de ahí, nuestras vidas cambiaron rotundamente, nos sobrecargamos. Tenemos en exhibición 16.000 artículos, los cuales, en determinado momento, estuvieron todos en mi casa. Rubricados y distribuidos en distintas habitaciones para que no se mezclen. No podíamos ni caminar. Además, cada día teníamos cuatro o cinco reuniones de una hora, tiempo que les restábamos a nuestros trabajos.
-Está claro que encontraron una muy buena predisposición de los protagonistas.
-Absolutamente. Por caso, cuando nos contactamos con Bernardo Romeo nos pidió reunirse con nosotros para que le contemos de qué se trataba. Fuimos a la casa, nos dijo que el proyecto le encantaba y que contáramos con él. Fabián Acuña me regaló la trompa de uno de sus autos, cuando finalicé uno de mis primeros proyectos se la devolví. A los años, cuando se enteró de que abrimos este Museo de los Deportes, me llamó un día comunicándome que tenía algo para mí. Volvió a darme la trompa y me dijo: ‘Sabía que en algún momento ibas a abrir nuevamente’.
-Es un espacio que apunta especialmente a lo local.
-Seguro, no buscamos tener cosas de Maradona o Ginóbili. Nos ha pasado de recibir gente que nos dice: ‘¿Me van a cobrar 300 pesos por ver cosas del deporte de Tandil?’. Y, cuando salen, te quieren pagar tres entradas juntas, no pueden creer todo lo que hay. Tandil es una ciudad con una enorme cantidad de deportistas, de diversas disciplinas, que han llegado a los mejores niveles.
-¿La cantidad de artículos superó tus expectativas?
-Largamente. Cuando dimos a conocer el proyecto, yo esperaba un máximo de 3.500. Y, ya en la primera semana, superamos los 5.000. Dijimos: ‘¿Y ahora qué hacemos?’. Tuvimos que postergar dos veces la inauguración porque estábamos ‘invadidos’ de artículos. La ‘bola’ se fue corriendo y mucha gente nos fue trayendo cosas sin que se las pidamos. Valoramos eso y siempre hemos sido muy cautelosos a la hora de recibir, como responsables al momento de preservar. Lo primero que hice fue colocar treintaidós cámaras de seguridad, divididas en tres sistemas.
Microcine y radio
El espacio Tandil Sports en el que se emplaza el Museo de los Deportes no sólo dispone de los artículos deportivos de colección. También cuenta con un microcine, montado con butacas provenientes del extinto Cine Alfa y una radio digital a través de la cual se puede acceder a diversos contenidos vinculados al deporte local.
Existe, asimismo, una interacción con el club Rivadavia, entidad que preside Mariano Mazzuchelli, puesto que allí mismo se encuentra el polideportivo en el que se practican disciplinas como básquetbol, vóley, patín y bádminton. Además, con la particularidad de que quienes concurren al gimnasio -apostado en la planta alta- desarrollan sus ejercicios rodeados de las distintas reliquias.
En tanto, el visitante puede disfrutar de un buffet, donde se expende el café Pravia, histórica firma local reflotada recientemente por Tandil Sports.
Además de Mazzuchelli, el proyecto tiene como integrantes a Néstor Dipaola, un baluarte desde sus conocimientos como historiador, y a María Ojeda, encargada -entre otras tareas- de coordinar y efectuar las visitas guiadas.
Artículos
El Museo de los Deportes dispone de nada menos que 74.800 artículos aunque, por cuestiones de espacio, sólo 16.000 -poco más de la quinta parte- se encuentran en exhibición.
Uno de los objetos más preciados es una bicicleta utilizada por Alberto Ferreyra, tandilense campeón argentino y panamericano en ciclismo. Junto a ella, un telegrama de salutación de Juan Domingo Perón, quien además le obsequió un auto en reconocimiento al éxito con el que el pedalista representó al país.
Para los “tuercas”, no faltan objetos de Fabián Acuña, Vicente “Tano” Pernía (de quien también se exhiben elementos de su ciclo como futbolista) y su hijo Leonel, Juan y Carlos Jarque, y Juan Carlos Maffezzoli, sobre cuyo auto de Fórmula 5 se apoya una mesa gigante, diseño especialmente pretendido por Mazzuchelli.
Otra pieza de enorme valía histórica es la máquina utilizada por Raúl Pérez Roldán para lanzar pelotitas en la renombrada escuela de tenis del club Independiente. Respecto a esa disciplina, se lucen además objetos donados por Mariano Zabaleta, Juan “Pico” Mónaco, Guillermo Pérez Roldán y su hermana Mariana.
El vóley tiene su espacio con Leandro Maly, quien colaboró con varias camisetas y medallas, una de ellas por su participación olímpica en Sydney 2000.
En cuanto al fútbol, aparece un par de botines utilizado por Bernardo Romeo en el Mundial juvenil Malasia ’97, donde se consagró campeón.
También, en el espacio de Paz al 700 pueden apreciarse distintos artículos de deportistas contemporáneos como Juan Martín Del Potro, Matías Rueda, Rodrigo Bruni e Ignacio Calles.