UN CAMPEÓN DEL MUNDO EN TANDIL
Marcelo “Daddy” D’Andrea, parte de un seleccionado con “una energía diferente”
El fisioterapeuta se refirió al buen clima reinante en el campamento albiceleste. Repaso de sus 23 años en el representativo nacional y su vínculo con Maradona y Messi.
En un nuevo paso por Tandil, Marcelo “Daddy” D’Andrea, fisioterapeuta de la selección nacional de fútbol hace más de dos décadas, visitó el estudio de Tandil FM.
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Entrevistado por Gonzalo Rotonda para Elegante Sport, abarcó distintos temas, desde sus orígenes, su apego hacia esta ciudad, hasta su relación con Messi y Maradona.
“Tengo amigos en Tandil, es una ciudad que me encanta visitar. Cada vez que puedo, me hago una escapada. Es un lugar muy lindo, en el que me siento muy cómodo. En cada una de mis visitas, cargo mucha energía”, comenzó contando.
-¿Cuáles son tus orígenes?
-Nací en Capital Federal, pero me considero de Ciudadela, donde me crié. De allí son “Carlitos” Tevez y Thiago Almada. Al fútbol jugué pero no tuve la suerte de llegar al profesionalismo. En Deportivo Italiano y All Boys estuve hasta la Reserva. La realidad es que no me gustaba entrenar y a veces estaba solo, nadie me podía acompañar a los entrenamientos, y terminé dejando. Pasé a dedicarme a la venta de diarios, el negocio de mi familia.
-¿En qué puesto jugabas?
-Era zaguero central, “paredón”. Pero algo de idea con la pelota tenía, en algún aspecto era parecido a Walter Samuel.
-¿Cómo se da tu llegada al seleccionado argentino?
-Siempre agradezco a Dios y a la suerte que tuve. A los 20 años, hice unos cursos de masajista y arranqué en Nueva Chicago, club en el que permanecí seis años y medio. Hasta que un día me llamó Mario Marcelo para ir a Ferro, que estaba en primera división. El director técnico era “Cacho” Saccardi. En la selección, como médico estaba Donato Villani y en determinado momento pidió un masajista porque Batistuta quería uno en lugar de kinesiólogo. Entonces, Bielsa y Pekerman empezaron a buscar e hicieron un par de pruebas. Me vino bien que Pekerman quería gente de perfil bajo, proveniente de clubes chicos, y yo estaba en Ferro. Recibí un llamado, gracias al contacto que me hicieron “Chato” Burella y “Polaco” Elizaga, dos arqueros que habían estado conmigo. Tuve una charla con Pekerman y Bielsa y al otro día empecé a trabajar. Fue en el ’99 o ’00.
-¿Qué te dejó esa reunión?
-Fue lindo tener a Bielsa hablándome, me mareó con todo lo que me dijo. José (Pekerman) es más mediador, al otro día me llamó para comunicarme que empezaba a trabajar con ellos. Fui a prueba, era toda una experiencia trabajar con monstruos como Batistuta, Simeone y Sensini. Ellos tres me dijeron “fiera, vamos a laburar”, como marcándome la cancha. Fue el comienzo de un trabajo en el que llevo 23 años. Estuve en seis Mundiales, siete Copa América y dos Juegos Olímpicos.
-¿Cómo se dio tu continuidad una vez que Pekerman y Bielsa dejaron la selección?
-Cuando llegué, podía durar un día, dos, un mes…o lo que fuera. Pero no estaba apadrinado por nadie, mi permanencia no dependía de otra persona. Lo que viví en el Mundial ’02 fue frustrante porque ése era un equipo espectacular, que ganó las Eliminatorias de punta a punta y que bien podría haber logrado la Copa América ’01, a la que no concurrimos por decisión de Grondona luego de las amenazas recibidas por el plantel. Ir al Mundial y volvernos en primera ronda fue algo muy negativo, sentir eso con una selección argentina no se lo deseo a nadie. Grondona ratificó en el cargo a Bielsa y éste apostó a continuar con el mismo staff. Nos llamaba de a uno y nos decía: “¿Usted se compromete al cien por cien?”. Si tartamudeabas, cag…Si le mostrabas convicción, te convocaba para el otro día. Sostuvo el equipo de trabajo que duró hasta la Copa América de 2004. Hicimos una gira de cien días. Mi buena relación con jugadores y cuerpos técnicos me permitió quedarme tantos años.
-¿Sentiste que a la selección de Scaloni, después de perder con Arabia Saudita, podía ocurrirle lo mismo que a la de Bielsa en el Mundial ’02?
-No tuve esa sensación porque en 2022 pasaron cosas. En esta selección actual había una energía diferente, se palpaba cierta tranquilidad. Tras esa derrota del debut, hubo un par de días de cierto fastidio. Pero después hubo una reunión, con diálogos y arengas, y se empezó a percibir la sensación de que íbamos a ganarle a México y ser campeones. En ese grupo de casi noventa personas que fuimos, no hubo ni una que no grite o aliente, esa energía fue grande. Además, hubo gente que nos acompañó allá.
-¿Esa energía especial no la sentiste en ninguno de los otros Mundiales?
-Todo Mundial se vive diferente. Cada jugador que tiene la chance de jugar ese torneo, siempre va a querer ganar. Pero a veces hay ambientes especiales, como el que hubo en la selección en 2014. También en 2002, pero pasó lo que pasó. A Qatar llegamos con el envión de la Copa América obtenida, y de ganar la Finalissima. Había cierta madurez en jugadores como Leo (Messi), Otamendi y Di María, tipos que bancaron todo un proceso muy jodido en el que fueron muy criticados, mezclada con la juventud de chicos de gran energía. Todo, bajo la conducción de un tipo como Scaloni, que es muy claro cuando habla y no anda con vueltas. Es un técnico que no se casa con nadie, el que no funciona va para afuera, algo que aplica incluso con su equipo de trabajo. Así, estableció el orden necesario para que el plantel sea compacto y vaya por el título.
-¿El grupo estaba tan unido como se decía?
-Sí, el que llegaba enseguida se sentía uno más. Hubo recambios que sumaron mucho y ayudaron a potenciar el plantel.
-¿El jugador logra relajarse en el día a día durante un Mundial?
-Sí, ayuda mucho la familia a que lo logre. Tenerla cerca en estas competiciones es algo fundamental. Después de cada partido, el jugador busca esa contención. Y, en esta selección, tanto Scaloni como Tapia permitieron ese tipo de visitas. Las familias eran parte del grupo de alguna manera. Así, el jugador sintió esa contención. El día a día es pesado y, al tener a la familia a su alrededor, al jugador se le hace todo mucho más llevadero. Sabella propuso algo similar en 2014. Esa unión que se genera hace que no pienses en lo tedioso del día a día.
-¿Cómo es Messi?
-Es alguien de quien nos acordamos tarde, perdimos mucho tiempo de él. A través de los años fue creciendo y madurando, pero manteniendo siempre ese perfil bajo. Él no necesita mostrarse, ni dialogar, ni sacarse una foto con quien sea. Con él hemos compartido muchas cosas y hemos sufrido juntos. Leo me enseñó que, con laburo y la boca cerrada, en algún momento las cosas se dan. Ese tipo de cosas demuestran su personalidad y liderazgo. A poco de haber terminado el Mundial ’14, él, Mascherano y Di María se subieron a un avión y fueron a Arabia Saudita a jugar un amistoso con la selección. Tipos que venían de perder una final y tranquilamente podrían haber evitado ese viaje. Yendo, demostraron su enorme liderazgo.
-¿Coincidís con que se vio a un Messi más “maradoniano”?
-Es difícil entrar en esa comparación. Diego fue único y Leo es Leo. Son cosas distintas, como argentinos debemos estar orgullosos de que tuvimos un Maradona y de que tenemos un Messi. Diego se comportó muy bien con Leo, le habló mucho. En lo personal, compartí y hablé mucho con ambos, algo que me hace sentir orgulloso. No va la polémica de compararlos, no tiene sentido.
-¿Messi va a jugar el próximo Mundial?
-Eso se lo tenés que preguntar a él. Disfrutemos lo que quede.