ENFOQUE
Lo que fue de ayer a hoy
Por Walter Vargas
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Más allá del contexto inusual y de la interminable cadena de dislates que ha jalonado la final de la Copa Libertadores, hay un partido que a primera mirada presenta un escenario mucho menos favorable a River del que tenía el 24 de noviembre.
Ese sábado, el de los tristemente célebres sucesos de una pedrada de origen todavía brumoso, River disponía de una localía contante y sonante y del plus de una sensación térmica emanada en la Bombonera.
En la Bombonera y no sólo en la primera final, en la Bombonera y más de una vez, o por lo menos todas las veces suficientes como para registrar que en el mano a mano estratégico Marcelo Gallardo estaba un par de jugadas por delante de Guillermo Barros Schelotto.
Es cierto, cómo no, que las ausencias de Rafael Santos Borré y de Ignacio Scocco dejaban a River escaso de esas herramientas que por lo contrario en Boca tenían, tienen, rango de lujosa abundancia: delanteros-delanteros.
Y es cierto, valga la verdad de Perogrullo, que nadie gana o pierde en la víspera y que aún en fuera de su casa Boca estaba perfectamente habilitado para ganar.
Por su poder de fuego, por su facilidad para generar una situación de gol prácticamente de la nada, por la jerarquía de varios de sus jugadores y también porque en cualquier caso una final del Superclásico sería de pronóstico reservado.
De pronóstico reservado, pero no de diagnóstico cancelado, no de un relativismo que impidiera cualquier análisis, cualquier hipótesis o juego de especulación.
Pese a sus contratiempos River llegaba más fuerte, más cómodo y con una nítida presunción de planetas alineados.
Un célebre hincha de Boca, Alejandro Dolina, había repuesto el escenario con su proverbial agudeza: “Y, claro, espero que Boca salga campeón, pero la verdad es que me hubiera encantado llegar al último partido después de empatar 2 a 2 en el Monumental”.
Pues bien, dos semanas después aquel clima se ha perdido en la noche de los tiempos, ha quedado tan lejos como lo está el Monumental del Santiago Bernabéu.
River ya no será local, en el medio fue eliminado de la Copa Argentina y hoy afrontará la urgencia adicional de ganar el derecho de jugar la Libertadores de 2019.
Caen de maduras, entonces, el par de preguntas que con mayor vigor sostendrán la expectación hasta que la pelota empiece a rodar: ¿aprovechará Boca los nuevos vientos de las circunstancias? ¿Sabrá River hacer del riesgo oportunidad y recompensa?