Por Fernando Izquierdo, de esta Redacciónfernandoizquierdo@hotmail.com&nbsp;&nbsp;En pleno desarrollo de los Juegos Olímpicos de París, Leandro Maly visitó los estudios de Multimedios El Eco. Se explayó acerca del desenvolvimiento de la delegación argentina, encontrando lógico lo magro de su medallero, justificando la tendencia desde "políticas deportivas que fallan”.Además, el tandilense por adopción recordó en detalle sus experiencias olímpicas de Atlanta ’96 y Sydney ’00 adonde acudió como integrante del seleccionado nacional de vóley.En principio, “Gato” fue consultado por la prematura eliminación del representativo de su deporte:“Hablé con los chicos antes de los Juegos Olímpicos y la fe que se tenían era mucha, lo mismo que el cuerpo técnico.No hay que olvidarse de que un ciclo olímpico consta de cuatro años. Y en la misión de volver a poner a Argentina bien alto como en Tokio, este resultado seguramente es una gran desilusión, a nivel deportivo y personal.Pero creo que, más allá de la eliminación, el hecho de haberse clasificado a los Juegos fue muy importante, a pesar de no haber llegado a los diplomas. El resultado no invalida el gran trabajo que se ha hecho. Una eliminación no opaca todo el laburo diario.-¿Qué viste de cada partido?-Le tocó una zona complicada. Primero, un muy experimentado Estados Unidos, con jugadores de muchísimo rodaje, incluso más que los nuestros, que en algunos casos son “viejitos”. Estados Unidos presentó muchos jugadores de 36 ó 37 años, de altísima experiencia y un gran nivel de juego.Después, Japón, un equipo que en los últimos años creció de manera exponencial. Se metió bien arriba sin tener jugadores altos. Está dando mucho que hablar, tiene un entrenador francés de mucho renombre y cuenta con una camada admirable.Alemania, con su altura, es un equipo siempre molesto, que te gana si no jugás bien.&nbsp;<figure class="image"><img src="https://cdn.eleco.com.ar/media/2024/08/maly_1.jpeg" alt="Maly"></figure>-La selección nacional debió lidiar con cierta falta de estructura que, invariablemente, afecta la preparación.-Es un poco la realidad general del deporte argentino. Y está reflejado en la escasa cantidad de medallas que se obtienen. Partimos siempre desde la misma base, si no hay apoyo, no hay resultados. En prácticamente todos los casos, el argentino que logra algo es por mérito propio, por lucharla sin bajar los brazos. Si hubiese cierto apoyo político y dirigencial, con la cantidad de deportistas que hay, Argentina sería potencia. El atleta no tiene donde exprimir sus cualidades, y esto arranca en la escuela. La guía del deporte debe arrancar allí, como sucede en todo el mundo. Acá, todo comienza en los clubes, que deberían ser el segundo paso, no el primero.&nbsp;Hoy no corresponde pedir que Argentina gane medallas, demasiado han hecho los deportistas nuestros en estos Juegos. De hecho, llegar se les hace casi imposible.-Y, una vez que llegan, conviven con innumerables desventajas respecto a atletas de determinados países.-Muchísimas. Desde los vuelos, hay equipos que van directo y vos tenés que hacer cuatro combinaciones para llegar. El deportista argentino corre con desventaja a nivel mundial. Sin embargo, se logran muchas cosas. Entonces, no es para sorprenderse el medallero argentino. Claro que es lamentable, la culpa no es de los atletas. Se los cuestiona mucho sin ponerse en su lugar.-Al respecto, Luciano De Cecco se refirió con suma crudeza.-Claro, el vóley lo sufre. Porque, como la mayoría de los deportes en Argentina, no deja de ser amateur. Para aprovechar al máximo tu potencial tenés que irte del país. Lamentablemente, Argentina no ofrece las garantías deportivas para desarrollarte. Haciendo la excepción del fútbol, que siempre ha sido un “mundo aparte”. Pero Argentina no es sólo fútbol. Las políticas deportivas son lo que está fallando. No es de ahora, lo venimos sufriendo hace cuarenta años. Así y todo, Argentina siempre está ahí, con cierta cuota de protagonismo a nivel mundial, en el deporte que sea.&nbsp;&nbsp;Desde adentro&nbsp;-¿Qué te dejaron tus experiencias olímpicas de Atlanta ’96 y Sydney ’00?-En Sydney disfruté más, lo viví con mayor intensidad. En Atlanta tenía 20 años, no entendía nada, era como que estaba jugando un Sudamericano. Comenzamos derrotando a Brasil, que nos ganaba siempre. Nos tenían de hijos pero en Juegos Olímpicos los “vacunábamos”. Daniel Castellani era el pilar de ese grupo y confió en mí. En mi primera experiencia en la selección me encontré jugando de titular, fue una apuesta de Castellani, como también apostó por otros jugadores jóvenes. El más veterano era Javier Weber.-Un equipo fundamentado en Weber y Marcos Milinkovic.-Claro, con la base del plantel que el año anterior fue campeón panamericano en Mar del Plata. A ese equipo nos sumamos con Alejandro Spajic. Hicimos los Juegos de Atlanta, y el ciclo olímpico hasta Sydney, con cambio de entrenador de por medio, la llegada de Carlos Getzelevich, que asumió en 1998. Su gran virtud fue mantener la base del equipo. A veces, los técnicos se inclinan por sus jugadores favoritos y dejan de lado a quienes vienen siendo parte del proceso. De hecho, en Sydney el plantel fue casi idéntico al de Atlanta, sólo cambió con el ingreso de Hugo Conte por Jorge Elgueta. En Australia logré el resultado más importante de mi carrera. Una semifinal olímpica supera cualquier título de liga porque representás a tu país. Y estuvimos entre los mejores cuatro equipos del mundo.-Una semifinal con un escollo muy complejo y en condiciones adversas.-Sí, porque el más chiquito de Rusia medía 2,05. Y terminamos el partido de cuartos con Brasil a las nueve de la noche, y a las diez de la mañana del otro día estábamos enfrentando a Rusia.&nbsp;-Con lo que significa emocionalmente un triunfo ante Brasil en esa instancia.-Fue hermoso llegar a la Villa Olímpica y ver cómo todos los deportistas argentinos nos estaban esperando para felicitarnos. Había un gran compañerismo en la delegación argentina, supongo que hoy sigue existiendo. Había un apoyo muy lindo, todos nos seguíamos en cada deporte.&nbsp;-Termina siendo una victoria histórica pero que prácticamente no llegaron a disfrutar.-Lo disfrutamos cuando volvimos a casa. En ese momento, volvimos a la Villa, saludamos gente, cenamos y nos fuimos a intentar dormir. Habremos dormido tres horas. Y no fue por festejar, fue por tener esa alegría de haber eliminado a Brasil y estar en una semifinal olímpica. Fue juntarse en una habitación y hablar de vóley, estábamos todos muy motivados. Teníamos que comer y mirar el video de un rival al que íbamos a enfrentar en seis horas, aún teniendo que dormir e ir a kinesiología.-Insólito pasar por eso en una semifinal olímpica.-Se dan mucho ciertas situaciones de ese tipo. Es parte del juego, esa vez le pasó a Argentina como les ha pasado a otros equipos. En el partido con Rusia, intentamos tomar dimensión de lo hecho horas antes y de la oportunidad que se nos presentaba. Pero nos tocó un firme candidato a llegar a la final y perdimos 3-1. Ganamos el tercer set jugando muy bien y en el cuarto mantuvimos el nivel pero no nos alcanzó. Creo que contra Rusia jugamos mejor que contra Brasil, incluso habiendo dormido poco. Después de esa derrota, pasar a pelear por el tercer puesto nos pesó, nos dolió perder la chance de ir por el oro. Nos costó tanto en lo físico como en lo mental.-Hoy, en perspectiva, “matarías” por una medalla de bronce. Pero, en ese contexto, quizá le bajaron el precio a ese partido por el tercer puesto.-Fuimos conscientes de que logramos meter a Argentina entre los mejores cuatro del mundo después de muchísimos años. En esa época, se hablaba mucho de vóley en Argentina, la gente se levantaba a las 4 de la mañana a mirar un partido. Sabíamos que habíamos conseguido algo importante, pero queríamos más, no éramos un equipo conformista. Con Italia bajamos el nivel. Tuvimos un pico de excelencia contra Brasil y Rusia, habiendo jugado los dos partidos en menos de 24 horas. Italia llegó mucho mejor que nosotros, lo hizo con tres días de descanso. Nos pasaron por arriba. Si hubiésemos tenido más tiempo de preparar el partido, no sé qué hubiera pasado. Tuvimos un día y medio.<figure class="image"><img src="https://cdn.eleco.com.ar/media/2024/08/maly_1.jpg" alt="Maly"></figure>-¿Cómo compensaban ante Brasil la disparidad de talento?-Argentina tiene esa “escuela de barrio”. No tenemos la infraestructura ni la cantidad de jugadores federados que tiene Brasil, donde son 400 mil, contra 8 mil nuestros. Pero Argentina te juega con el “potrero”. No vamos a pegar por arriba del bloqueo, pero sí te “limamos” los codos, te la pasamos por el costado. Era apelar a eso, era todo un juego mental que nos permitía sacar un plus, esa “cosita de barrio”. Eso siempre les molestaba a los rivales, saben que Argentina es un equipo “pichulero”, que no tiene jugadores de 2,10, entonces no te va a pasar por arriba del bloqueo ni te va a doblar los dedos. Apelábamos a otras cosas y las entrenábamos. Nuestras prácticas no eran pura potencia, el único potente era Marcos (Milinkovic). Teníamos a él y la magia de Weber, para el resto era “pichulear”.&nbsp;-¿Cómo actuabas en el grupo de Atlanta ’96 siendo tan joven?-Me quedaba calladito.-¿Ya eras amigo de Milinkovic?-No, eso fue después. En ese nivel, para hacerte amigo tenés que compartir muchas horas.&nbsp;-¿Cómo “caíste” en ese equipo luego de no haber jugado en los Panamericanos ’95?-Un día me llamó Daniel Castellani a lo de mi mamá. Mi vieja me llama y me dice: “Es Castellani”. Me empezó a temblar todo, sabía que era el entrenador de la selección y no entendía para qué me llamaba. Me dijo que estaban en Mar del Plata preparándose para los Panamericanos y que quería sumarme. Me aclaró que no iba a ser parte del equipo pero me convocaba para entrenar con ellos y sumarme al ciclo olímpico. Yo jugaba en Tandil para Unión y Progreso, iba a préstamo a Azul para jugar Liga Argentina y había pasado por selecciones argentinas juveniles. Castellani me pidió que vaya al día siguiente y lo hice. Fui y el grupo estaba en plena pretemporada, era enero y los Panamericanos comenzaban en marzo.-¿Cómo siguió todo?-Terminó esa pretemporada y el plantel se fue a Buenos Aires, yo volví a Tandil. Dos días después de los Panamericanos, me volvió a llamar Castellani, diciéndome que debía presentarme a entrenar con el seleccionado mayor de forma regular. Fui y me reencontré con los chicos que ganaron los Panamericanos. Así empezó mi historia en la selección mayor. El primer “pellizcón” de alto rendimiento me lo dio Castellani.-¿Cómo es Castellani “puertas adentro”?-Es un tipo muy profesional, muy serio. Cuando había que trabajar, se trabajaba. Pero cuando había espacio para relajarse, él también participaba de esos momentos. Continuamente transmitía sus conocimientos y experiencias, siempre quería sumar, fue alguien fundamental en esa etapa olímpica. Hoy sigo teniendo comunicación con él, siempre fue un tipo disponible para cualquier consulta. Y no olvidemos lo que fue como jugador, fue el capitán de la selección del ’82, un súper equipo. Era mágico tenerlo disponible para lo que sea después de haberlo conocido por VHS. Él transmitía mucha tranquilidad, pero cuando te veía muy relajado te daba el “tirón de orejas”, era muy capaz. Después, nos podía ir bien o mal, era una circunstancia, pero nunca íbamos a llegar poco preparados a un torneo.-¿Y Weber?-Un calentón hermoso, un enano muy temperamental. Chocaba permanentemente con Marcos (Milinkovic) y nos divertíamos mucho con eso, era un show. Se vivían insultando. Después de jugar tantos años juntos la confianza que tenían era muy grande y Javier (Weber) dejó de insultarlo porque Marcos entendió que lo hacía para potenciar su rendimiento, y ya no le daba bola.<figure class="image"><img src="https://cdn.eleco.com.ar/media/2024/08/weber.jpg" alt="Weber"></figure>Weber y Milinkovic, histórica dupla del vóley argentino.&nbsp;&nbsp;Clubes&nbsp;-¿Al momento de tu llegada, la liga italiana era la cumbre del vóley mundial o era una más entre los torneos más competitivos?-Era la meca del vóley internacional. Llegué a Italia gracias a un buen desempeño en los Juegos de Atlanta ‘96. En el partido contra Italia, perdimos 3-1, pero me salieron todas. Fue un partido en el que estuve iluminado y, al otro día, ya había tres equipos preguntando por mí. De golpe, en meses, pasé de estar tomando sol en la terraza de la casa de mi vieja a que me llame Castellani para ir a Mar del Plata, disputar los Juegos Olímpicos de Atlanta y estar en el radar de tres clubes italianos. A Javier Weber, su mánager le dijo que varios equipos de Italia estaban interesados en mí. Javier me contó y me explicó cómo era cada equipo porque él jugaba en esa liga. Me recomendó uno y le dije que les diga que sí. Cuando vuelvo a Tandil le dije a mi mamá: “Necesito que me laves un poco de ropa para armar un bolsito porque me voy a Italia”. Me preguntó qué torneo tenía, cuando en realidad me iba a vivir allá.-¿Qué fue lo que más te sedujo de esa propuesta?-Me atraía mucho la idea de ganarme la vida con el vóley. La Liga Argentina era prácticamente ad honórem. Italia significaba mucho desde lo deportivo y se trataba de un país que siempre me había llamado la atención más allá del vóley. Me cerraba todo, me iba a jugar con los mejores a un país que quería conocer. Italia fue sólo el comienzo, estuve en muchos países hasta que nació mi hija y me dije que no quería seguir armando valijas.<figure class="image"><img src="https://cdn.eleco.com.ar/media/2024/08/maly.jpg" alt="Maly"></figure>-¿Por qué fuiste a jugar a Irán?-Se dio en un momento particular de mi vida, en el que necesitaba un cambio de aire importante y salir de lo común. Siempre me ha gustado conocer lugares, experimentar cosas nuevas y cuando surgió la posibilidad dije: “¿Por qué no?”. En Turquía estaba muy cómodo, viví cinco años ahí, tuve la suerte de jugar en muy buenos equipos y lograr cosas buenas. Llegó un momento en el que conocí todo lo que me interesaba de ese país, lo que había visto en fotos y demás, y opté por irme a Irán. Firmé un contrato interesante y tuve las garantías que me permitían pensar solamente en jugar al vóley. De hecho, era lo único a lo que podía aspirar, porque no había nada más para mí, ni vida social. Fui a jugar para un equipo de la compañía petrolera del Gobierno. Desde el primer momento, no me sentí del todo cómodo. Es una cultura totalmente diferente, haberla conocido es algo que rescato como positivo. Pero el día se me hacía largo, me acomodé un poco cuando compré la Play Station. Además, llegué en agosto y el promedio de temperatura era de 49 grados. Y vivía solo en una mansión infernal. No era la vida que quería.-Y con muchas menos vías de comunicación que en la actualidad.-Internet tenía, pero el régimen iraní te limitaba todo. Por ejemplo, no podía entrar al portal del diario Olé, lo habían censurado porque en la contratapa subían una chica en bikini. Lo único que podía leer era Clarín, y a veces.&nbsp;<figure class="image"><img src="https://cdn.eleco.com.ar/media/2024/08/maly_2.jpeg" alt="Maly"></figure>