SEGUNDA PARTE
Daniel Romeo, gran embajador del fútbol tandilense
Daniel Romeo repasa su vida deportiva junto a El Eco. Su presencia en el Estudiantes más glorioso, el enfrentamiento con Pelé, un prematuro retiro, el Santamarina del Nacional ’85, su trabajo en el cuerpo técnico del seleccionado campeón mundial en México y la experiencia en Arabia Saudita. El segundo tramo de una extensa entrevista.
De cara a México ’86, Carlos Bilardo le encomendó a Daniel Romeo un trabajo vinculado a la logística, que implicó que el tandilense viaje al país norteamericano mucho antes de que comience a rodar el balón.
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-¿Qué tipo de trabajo efectuaste en la antesala de México ’86?
-Me fui unos 35 días antes de que empiece el Mundial, para presenciar la llegada de los primeros planteles, conocer los lugares de concentración, los hoteles…Bilardo me pedía que me fije que no haya alguna iglesia cerca para que no nos moleste el ruido de las campanadas. Estaba en todo, quería que hable hasta con los mozos del hotel. Saqué información de los primeros tres rivales que teníamos. Después, cayó “Cai” Aimar y más tarde lo hizo Jorge Bilardo, entonces se me hizo más fácil, más llevadero. Habían sido difíciles los primeros días, yendo solo para todos lados. Cumplí al pie de la letra lo que me pidió Carlos.
Romeo, junto a Maradona.
-Fue una selección muy resistida, que clasificó al Mundial con lo justo. ¿En qué momento percibieron que estaban en condiciones de acceder a semejante logro?
-Carlos (Bilardo) lo creyó en todo momento. Él sabía de antemano que jugaría con línea de tres, a pesar de que contra Corea arrancó con cuatro en el fondo sabiendo que el rival tendría tres delanteros. Lo cuestionaron mucho, decían que estaba loco por jugar con tres defensores, al punto que casi lo “voltean”. La gente allegada al presidente Alfonsín quería hacerlo. Después, vino la famosa frase: “Perdón, Bilardo”. El equipo fue de menor a mayor, tenía jugadores que sabían qué debían hacer. Eran hombres, jugadores que hacían diferencia, con un Diego que estaba en su esplendor.
-Sin incluir a ese Diego magnífico…¿quién era el indispensable de aquel equipo?
-“Checho” Batista, un fenómeno. Atrás, Ruggeri y Cucciuffo hacían la diferencia. Estaba Clausen por derecha, Garré en la izquierda, adelante un Valdano en plenitud y un Burruchaga que marcaba diferencias.
-¿Y un buen grupo?
-Muy bueno. A mí, siempre me hacían sentir bien. No dormía en la concentración con el plantel pero me la pasaba allí, llegaba a la mañana y me iba por la noche. Dormía en un hotel que me asignaron. Pero conviví durante todo el Mundial con el grupo.
-¿Desde dónde viste los partidos?
-Carlos me asignó un lugar en lo alto, para tener una mirada diferente.
-¿Apenas le anotó el segundo gol a Inglaterra tomaste dimensión de lo que hizo Maradona o lo fuiste valorando con las repeticiones?
-El partido lo vi con Jorge Bilardo. Cuando arrancó, vi que pasaba a uno y otro y no lo podían parar. Fue espectacular ver ese gol, como también lo que hizo Diego en otros partidos. Verlo entrenar a él ya era especial, era de otro planeta. Desequilibraba mucho siendo muy zurdo y sin cabecear demasiado, se las ingenió para ser lo que fue, el número 1, un distinto. Cuando había problemas, se la daban a Diego y él te los resolvía. Es algo que no digo sólo yo, también “Checho” Batista, Giusti y muchos más. Cuando se la daban a él, salía airoso del mal momento.
-¿Pensaste que el título podía escaparse cuando Alemania llega al 2-2 en la final?
-No. Lo que le dolió a Bilardo fue que nos hayan empatado con dos pelotas paradas. Son esas jugadas en las que das un metro o reaccionás mal y no llegás.
-¿Es real la anécdota de su lamento por esas dos acciones a minutos de la consagración?
-Sí, tenía una calentura que volaba. Fue y es un grande. Me da lástima verlo tan deteriorado como está.
-¿Lo visitaste?
-Dos o tres veces. La última, su hermano Jorge me pidió que no vuelva, que no me convenía. La verdad es que, cuando fui, salí hecho m… Verlo tan mal, sin hilvanar una idea, me hizo sentir que no era Bilardo.
-¿Mantenés un vínculo con los demás integrantes de aquel grupo?
-No tanto. Falleció “Tata” Brown, que era a quien más veía, él vivía en La Plata. A Cucciuffo lo llevé a jugar al Nimes de Francia, también falleció. No tengo un trato directo, los demás chicos viven en Buenos Aires. Voy periódicamente pero no mantengo una relación con ellos. Últimamente, con quien más trato he tenido es con Ruggeri.
-Una vez concluido el Mundial, obtuviste una continuidad de trabajo en el seleccionado.
-Sí, vino Carlos (Bilardo) y me dijo: “Hablá con Julio (Grondona), quiero que te hagan un contrato”. Yo viajé a México sin tener uno. En el avión de regreso tras ganar el Mundial, era todo una fiesta, me acerqué a hablarle y Julio me dijo: “Tranquilo, nene. Veme en AFA esta semana”. Acordamos un día y arreglamos para que siga. Julio me quería mucho, creo que llegué en un momento justo y él lo supo. Estuve apadrinado por Bilardo, que en ese momento para Grondona era lo máximo.
Argentina, campeón del mundo en México. Batista, Clausen, Garré, Pumpido, Brown, Ruggeri y Maradona. Burruchaga, Giusti, Pasculli y Valdano.
-¿Qué rasgo podés distinguir de Bilardo?
-Su apego al trabajo, no entendía otra forma de hacer las cosas. Había días en los que el jugador estaba muy cansado. Entonces, sólo lo sacábamos a caminar, pero en la caminata él le iba explicando detalles tácticos. Aprovechaba siempre para meterte algún concepto. Eso era algo muy importante porque después lo plasmabas en la cancha, aunque mientras te lo explicaba no estuvieses corriendo. Un día, después de ganar el Mundial, me designó para entrenar a Burruchaga, que venía muerto después de haber sido campeón de Francia con Nantes. Me encargó especialmente que Burruchaga coma y que lo ayude a caminar y salir, sin que corra. Cuando llegó el momento de jugar, estaba recuperado. Eso te pinta qué era Carlos, era distinto. Otros técnicos ponían a entrenar de inmediato a jugadores que venían muertos desde Europa.
-Alfileres, bidón…¿mito o realidad?
-Hay mucho de mito. Sí Carlos te hablaba permanentemente. Podía pegarte un pellizco, pero entrar con alfileres…no. Son cosas que se dicen como parte del folclore. Carlos era un tipo ganador, en la cancha y fuera de ella. Son de ésos de los que decís: “A este lo respeto porque es ganador”.
Costumbres
-Te tocó, en tus pasos por el fútbol árabe, convivir con cuestiones extrafutbolísticas como el Ramadan, ritual que les impide a los jugadores comer e ingerir líquidos en determinados momentos del día.
-Me volvió loco. En el Mundial sub 20, jugamos en Abu Dabi, la capital de Emiratos Árabes, el príncipe me hablaba de Alá…yo le quería hacer entender que el jugador debía hidratarse y entrenar. No se podía entrenar de día, había que hacerlo a las 2 ó 3 de la mañana, antes de que amanezca. Y al jugador sólo le permitían comer y tomar agua de noche. Era una locura, dábamos mucha ventaja, y pese a todo nos fue bien, pasamos la primera ronda del Mundial sub 20.
-¿Vivir allá era un sacrificio?
-Sí, se me hizo largo. El árabe te paga pero te hace sentir que manda él. Yo valoraba el dinero que ganaba pero había un momento en el que ya me rompía los h…como me hacían sentir. Yo daba la charla técnica en francés y me comunicaba en ese idioma con el médico y el masajista, que eran del norte de África. Me decían: “Ojo, Daniel, después de que te vas viene el Príncipe y habla otra cosa”. Un día estaba “rallado”, nos jugábamos el campeonato e íbamos perdiendo 1-0, agarré y le cerré la puerta del vestuario al Príncipe. Se armó un quilombo de la p…madre. Supe que me rajaban, pero me tenían que pagar. Faltaban tres partidos y llevábamos cinco puntos de ventaja, era imposible perder el campeonato. A la semana, el Príncipe me dijo que él era quien pagaba y mandaba.
-Paulatinamente, el fútbol de élite se va expandiendo hacia esas zonas.
-Sí, y los árabes se quieren posicionar porque no les entra en la cabeza que Qatar, siendo un país tan chiquito pegado a ellos, haya organizado un Mundial y le haya ido tan bien. Por eso, Arabia Saudita, siendo mucho más grande, está abocado a organizar el suyo.
-¿Creés que, en determinado momento, el potencial de su liga podrá asemejarse al de las principales de Europa?
-Es difícil. El jugador árabe juega bien pero no tiene sacrificio. Técnica y tácticamente sabe pero no hace más que eso. Quizá con el tiempo logren acercarse al mejor nivel.
Santamarina de primera
A mediados de los ’80, Santamarina escribió, bajo la tutela de Daniel Romeo, una de las páginas más gloriosas en la historia del fútbol de Tandil, clasificándose para el Nacional de 1985.
-¿Qué tenía aquel Santamarina que llegó y fue competitivo en el Nacional?
-Era un buen equipo. Todo el mundo en Tandil me recuerda por aquel Santamarina. Por cosas del destino, no seguimos en carrera pero en el camino les ganamos a todos. Terminamos invictos el Regional. Fue un orgullo que al predio de entrenadores de Santamarina le hayan puesto mi nombre. Siempre se recuerda a aquel equipo que ganó todo en todos lados. Y llegó a lo que llegó jugando bien. Era como que no parábamos, en el Nacional nos tocó una zona con Estudiantes, Platense y Racing de Córdoba y clasificamos. Estaba “Memo” Depietri que bancaba todo solo, si hubiese sido algo mancomunado, Santamarina hubiera permanecido en primera.
Un entrenamiento del Santamarina de 1985.
-En una época en la que el jugador local no estaba tan lejos del nivel profesional.
-Claro. Yo recordaba a Zubeldía y Bilardo y hacía que automaticemos todo, el equipo jugaba bien, teníamos buenos futbolistas. Al que venía y no se acoplaba, yo lo rajaba. Vino una figura de Buenos Aires y al primer entrenamiento se peleó con el “Colorado” Gauna. Cuando “Memo” Depietri me consultó qué me parecía el refuerzo, le dije que no lo quería ver más. Britapaja era. Se fue sin llegar a jugar.
-¿Quién era tu “mano derecha” dentro del equipo?
-Gauna. Otro era Abel Coria, un jugador muy inteligente. Había jugadores muy importantes como “Pisulino” Sommi y Barbero, que se terminó yendo a jugar a Italia. Teníamos jugadores importantes, que estaban convencidos de que lo eran. Y todos hacían un esfuerzo. Fue un equipo maravilloso.
Coria saca el zurdazo entre Trossero y Marangoni. Santamarina 2-Independiente 3, Nacional 1985.
-En el Nacional les tocó el cruce eliminatorio contra un Independiente que venía de ser campeón intercontinental meses antes.
-En Avellaneda, jugamos nuestro mejor partido de ese campeonato. lejos. Enzo Trossero, quien después dirigió conmigo en Suiza, me dijo que les habíamos dado un baile bárbaro. Íbamos ganando 1-0, haciendo un partido espectacular. Nos empataron después de un error nuestro y, al salir a recuperar la ventaja, nos ganaron de contragolpe.
La despedida del “Pelé blanco”
-¿Extrañaste la etapa de futbolista al haberte retirado tan joven o lograste dar vuelta la página rápidamente?
-Me costó asumirlo, no entendía por qué no podía jugar más. En esa época no había siquiera resonancias, solamente radiografías. Hoy hay un montón de estudios más. Lo que me pasó, actualmente lo resuelven “de taquito”. La pasé mal, me fui solo al campo, araba a las 4 de la mañana. Trataba de llenar el tiempo porque lo sufrí mucho. Después, Bilardo me dio la posibilidad de dirigir y mantenerme cerca del fútbol. Me pidió que lo acompañe a Colombia, yo no quería saber nada, me había renegado con el fútbol. Después, “agarré mecha” e hice una carrera.
-¿Cómo fue la jugada que termina con tu carrera?
-Fuimos a jugar unos amistosos a Brasil y, en uno de ellos, fui a trabar de frente, como corresponde y un negro cag…en vez de ir a la pelota me fue arriba. Yo jugaba siempre con canilleras pero sentí como que me movió la rodilla, sentí un “trac”, no del golpe sino de la torsión. Cuando apoyé me di cuenta de que algo pasaba. En esa época, esas lesiones eran graves.
-¿Intentaste volver?
-Sí. Bilardo y Madero me decían permanentemente que me iba a recuperar, pero me dolía. Volví y jugué unos partidos, pero la pierna ya no me respondía. Si me pasa hoy, es una pavada y vuelvo a jugar sin problemas.
-¿En qué circunstancias compartiste cancha con Pelé?
-Fue en una Copa Interamericana. Nos tocó definir contra el Santos, era impresionante jugar contra ese equipo. Está mi foto con él pero no se ve que ambos jugamos con la 10, porque en esa época el número no iba en el pantalón. Busqué alguna foto en la que se me vea con el 10 pero no existe, nadie la sacó. Decían que yo era el “Pelé blanco”, era muy joven. Fue apoteótico ganarles esa final, fue 3-1 en cancha de Estudiantes.