Barbero, el desequilibro de aquel histórico Santamarina
Veloz y habilidoso, el cordobés fue una pieza clave en la llegada del aurinegro al Nacional 85. Tras aquel logro siguió su carrera en Italia, donde reside actualmente
Eduardo Barbero tuvo un corto pero decisivo paso por Tandil, dejando su sello en aquel equipo de Santamarina que llevó a Tandil por primera vez, y justo a tiempo, a un campeonato Nacional (dejaría de jugarse ese año). Llegó con apenas 21 años, un pasado en Talleres de Córdoba y una experiencia con el seleccionado juvenil argentino, y rápidamente se destacó como el refuerzo más desequilibrante del equipo de Daniel Romeo en aquel Regional que terminaría de la mejor manera. Veloz, habilidoso y ubicado como media punta o más cerca de la raya, conformó un ataque potente junto a Raúl Sommi y Abel Coria, aunque una enfermedad le impidió hacer un mayor aporte en el Nacional, donde apenas disputó los primeros cinco partidos, marcando el gol aurinegro en el empate ante Estudiantes, en el San Martín.
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Tras aquella experiencia en Tandil, el cordobés inició su aventura europea, formó parte de equipos del ascenso italiano, y hoy, a los 56 años, reside en Grossetto, una ciudad turística cercana a Florencia.
Berbero se formó en el club Sportivo Belgrano de Almafuerte (debutó en Primera con 14 años), un pueblo de Tercero Arriba en el centro del Córdoba, llegó muy joven a un Talleres plagado de figuras como Valencia, Luis Galván o Baley, y disputó en Metropolitano del 82, con dos goles en 15 partidos, bajo la dirección técnica del legendario Angel Labruna. Además, dejó una marca al anotar goles en dos triunfos clásicos frente a Belgrano, el último en un amistoso que quedaría en la historia, porque inauguraría una racha adversa de 14 años para Talleres en los duelos cordobeses. También tuvo un paso por el seleccionado juvenil, dirigido por César Luis Menotti y Ernesto Duchini, con el que disputó un Sudamericano y el Trofeo Joao Havelange, compartiendo el plantel con nombres que luego se destacaron, como Jorge Gabrich, Oscar Acosta, Alfredo Graciani, Claudio García, Carlos Enrique, Oscar Dertycia y Sergio Goycochea.
Los caminos conducen a Tandil
“Santamarina fue para mí una etapa importante, porque yo jugaba desde muy joven y tuve mi mejor momento antes de los 20 años. Después de jugar en el seleccionado juvenil y varios partidos en Talleres, el club no tomó la opción de compra porque era muy alta. Los clubes no se pusieron de acuerdo, así que me fui un año a Instituto, pero ahí pase no la pasé bien, tenía 19 años y jugué solamente 15 partidos. Así que tuve que arrancar de nuevo”, dice Barbero desde Grosseto, con un acento que mezcla en partes iguales el cordobés y el italiano.
Su llegada a Santamarina para ser refuerzo en el Regional 84 fue casi de incógnito. Nadie en la ciudad conocía las características de ese delantero joven y espigado, que había tenido un fugaz paso por el fútbol marplatense: “Instituto no me renovó el contrato y me tuve que buscar un club. Pasaron los meses y no tenía ofertas importantes, así que acepté ir a Mitre de Mar del Plata, que era un club un poco raro, que se había creado hacía muy poco y que no tenía la base como para que yo pudiera pensar en hacerme un futuro ahí. No me destaqué mucho, creo que terminamos cuartos en el torneo local. Ya me estaba por volver a Córdoba y ahí apareció la gente de Santamarina”.
A las órdenes de Daniel Romeo, el “aurinegro” se había adjudicado el torneo de la Liga Tandilense con un equipo sólido, que ya contaba con figuras como José Ducca, Horacio Rodríguez, Juan Gauna, Daniel Tarabini y Abel Coria. Y para encarar la siempre postergada llegada al Nacional, sumó a dos jugadores que serían claves en la campaña, Barbero y Raúl Sommi.
“Me llamaron para jugar el Regional –relata Barbero-. Para mí fue una sorpresa, porque nunca me imaginé que me hubieran visto jugar, pero me conocían. Y para mí fue algo maravilloso, porque me encontré con un grupo muy lindo, con la gente de la ciudad divina, y con Daniel Romeo, que fue excepcional como persona y como técnico. Hicimos una gran campaña y nos llevamos el campeonato y la clasificación al Nacional. Lástima que casi no lo pude jugar. Estuve en los primeros partidos y después me agarre una hepatitis que me tuvo tres meses en casa recuperándome. Fue después de jugar con Racing, en Córdoba. Me acuerdo que me fue a ver medio Almafuerte, mi pueblo y a la vuelta, ya estaba amarillo como un limón”.
El cordobés considera a su corta estadía en Tandil como importante para lo que vino después en su carrera: “Puedo decir que fue muy positivo mi paso por Santamarina, porque a partir de ahí se me abrieron las puertas de Europa. Era un gran equipo, con jugadores importantes. Ducca era un gran arquero, recuerdo a los hermanos Armendariz, a Horacio Rodríguez, que se había destacado en River. Yo tenía mucha relación con ‘Tati’ Erviti y con Ramella, porque compartíamos el hotel. No era un equipo con grandes figuras, pero todos tenían un gran nivel y en ese torneo dieron lo máximo. Yo fui uno de los pocos que llegó como refuerzo y todo fue una cosa nueva. En realidad llegué sin muchas expectativas, fui a terminar el año, antes de volverme a Córdoba, pero terminó siendo una cosa increíble, por lo que logramos. En ese momento había otros equipos con mucha inversión como Loma Negra o Douglas Haig. Nosotros, con humildad, creamos un grupo imbatible. Es algo que lo llevo en el corazón y ahora a la distancia se valora mucho más. Yo jugué en Talleres con ídolos como Valencia, Reinaldi, Luis Garván, Guerini, Ocaño, Oviedo, jugadores que hicieron una época, pero lo de Santamarina fue algo superior, porque fue todo mérito propio”.
Con rumbo europeo
Más allá de que solo convirtió tres goles en la campaña, Barbero fue fundamental para darle el desequilibrio que Santamarina necesitaba en ofensiva. Era dúctil y parecía tener una marcha más en velocidad, y eso, sumado a su juventud, lo hizo un jugador que podía interesar en otros destinos. “Estando en Tandil me llegó la chance de venir a Italia. Me trajo Marcelo Arias, al que le estoy siempre agradecido por darme la chance. Fue una experiencia positiva y jugué durante 12 años. La idea era volver a Argentina, pero las circunstancias hicieron que nos quedáramos. Nacieron mis hijos, aparecieron algunas chances de trabajar. Estuve cinco años vinculado a Siena, cuando estaba en la Serie A, reclutando jugadores en Argentina, Uruguay, en otros países sudamericanos”.
El destino de Barbero era Fiorentina, pero un cambio en las leyes para jugadores de doble nacionalidad lo obligaron a modificar los planes. Debía jugar dos temporadas como amateur antes de aspirar a ser profesional. Así, llegó a préstamo a Grosseto, el primer club de una serie de varias camisetas que vistió en el ascenso italiano, como Rondinella, Turris, Bibbiena y Roccatederighi.
Pasando de club a club, no sin pasar necesidades, porque debió trabajar en una panadería ante la falta de pago del club que lo había contratado, Barbero vio cómo se diluía el sueño de jugar en el máximo nivel del torneo italiano, que por esos años era el más fuerte de Europa: “Con mi habilidad y mirando el comienzo de mi carrera futbolística, creo que podría haberme destacado mucho más. Pagué un alto precio por esa ley que me impedía jugar como profesional. Después de dos años regresé a Florencia, pero no podía pretender quedarme en Serie A. Si Fiorentina me hubiera enviado a préstamo a algún equipo profesional, tal vez habría tenido una carrera diferente. A veces pienso que nací en una época equivocada. Hoy los ‘oriundi’ están en el seleccionado nacional, mientras que yo tuve que ir equipos de aficionados para quedarme a jugar”.
Su actualidad en Grosseto
Barbero, que está casado con Gabriela y tiene dos hijos, Mirko y Sofía, reparte su tiempo entre la actividad turística en Grosseto, y negocios relacionados con el fútbol. “Con mi esposa llevamos adelante una actividad de turismo. Los dueños del hotel y de la playa para la que trabajamos son gente que tiene un gran capital y que delega a personas de confianza sus actividades. Ahora estamos en plena temporada de verano, y es un trabajo que dura seis meses, empieza en abril y termina en octubre. Yo sigo con el fútbol. Soy el responsable técnico de una escuela. Me encargo de los chicos que terminan la etapa formativa y pasan a los juveniles. Soy el coordinador de entrenadores”.
También desarrolla su actividad de representación y reclutamiento de jugadores: “Colaboro con el estudio legal del empresario que tuve cuando vine a jugar aquí, que se llama Giulio Dini, que fue varios años director del Zenit de San Petersburgo. Llevamos jugadores a Rusia, a Bélgica. Ahora estoy tratando de ubicarlo a Nahuel Bustos, de Talleres. Voy seguido a Córdoba, así que tengo conexiones con la dirigencia de Talleres e Instituto para promover a sus jugadores.
Estoy conectado con dos o tres empresarios y consigo los jugadores con las características que buscan en los clubes de Europa”.
Su hijo Mirko siguió sus pasos como jugador profesional, aunque no tuvo la chance de debutar en la máxima categoría del Calcio: “Mirko es un gran jugador, que lamentablemente no ha tenido la suerte de estar en campeonatos importantes. Fue capitán de todos los equipos juveniles de Fiorentina, estuvo en el seleccionado Sub 20 de Italia, pero no tuvo la suerte de poder seguir en el fútbol de alto nivel. Se desarrolló en la Serie C y no pudo salir de eso. Ahora está haciendo una experiencia en Melbourne. Tiene 27 años. Juega en una academia de Juventus y entrena al equipo porque se recibió de profesor de educación física. No abandonó el fútbol profesional, pero se le presentó la chance de estar allá un año. El sueño de él es jugar en Argentina. Se hizo fanático de Boca por influencia de los primos y le encantaría con jugar ahí. También le gustaría tener una experiencia en Santamarina, porque yo le muestro fotos y recuerdos de mi paso por ahí y se entusiasma mucho. Pero bueno, por ahora es solo un sueño y como tal, difícil de cumplir, sobre todo en estas épocas”.
Por último, Barbero cuenta que le tocó enfrentar la pandemia en una zona alejada de los lugares más problemáticos de la península: “Estuvimos encerrados por dos meses. En nuestra zona hubo muchos contagios, pero no hubo muertos. La región más complicada estuvo en Bérgamo, en la zona norte de Italia. Muchas ciudades del centro de Italia entraron en cuarentena por prevención. Teníamos miedo que la temporada turística no arrancara por esto, pero por suerte la ciudad ya está recibiendo gente para la temporada de verano, aunque no sin dificultades. Tenemos que prevenir. Salimos a la calle sin ningún problema, pero con medidas de protección y seguridad para abrir y empezar el verano. Todos con barbijos, distancia entre uno y otro, las mesas separadas en los restaurantes. Hay que seguir teniendo miedo, ese va a ser el mejor método para combatirlo”.