A 32 años de una aventura que dejaba huella en Daytona
En enero de 1993, un grupo argentino compitió en una mítica carrera estadounidense. Detalles de una carrera con presencia tandilense, que terminó con los autos llegando de forma simultánea.

Un grupo de teceistas llegaba en los últimos días de enero de 1993 a la península de la Florida, en el “estado del sol”, y rápidamente ponía proa al Daytona Internacional Speedway, escenario de las míticas “24 Horas” estadounidenses.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailAllí los esperaba el equipo Kreider Racing Enterprises, regenteado por Kim y Dale Kreider, con dos Cutlass Supreme V8 celestes y blancos, colores distintivos de la Mision Argentina TC.
El “Puma” Oscar Aventín, Juan Manuel Landa (en reemplazo del fallecido Roberto Mouras), Osvaldo Morresi y Osvaldo “Cocho” López en el auto número 23; mientras el “Vasco” Jorge Oyhanart, Emilio Satriano, el tandilense Fabián Andrés Acuña y Eduardo “Lalo” Ramos conducían el vehículo 25.
Junto a ellos, siendo piezas fundamentales en la parte mecánica, colaboraron Pablo Satriano y Oscar “Pincho” Castellano. El platense Hugo Mazzacane fue uno de los actores, desempeñándose como noveno piloto de la misión.
Entre otros también estuvo presente José Froilán González, recordado en el país del norte, por ser el primer piloto que llevó al triunfo a una Ferrari, en la máxima categoría.
También acompañaron al “staff” nacional, el titular de la ACTC, Juan Carlos Deambrosi, Rubén Gi Biscella, periodistas argentinos, y más de quinientas personas que vivieron en vivo y en directo, la singular epopeya.
El grupo se formó en 1992
La Misión Argentina había sido pergeñada en 1992, y entre la nómina de pilotos aparecía Roberto Mouras, fallecido trágicamente en el semipermanente de Lobos en noviembre de ese año. El resto de los actores, todas figuras del TC de los ’90, tenían la premisa y el objetivo de representar bien a los “carreteros”, al automovilismo nacional y rendirle homenaje al inolvidable “Príncipe” de Carlos Casares, que los acompañaría desde otro lugar.
Pista difícil, y una carrera de largo aliento para pilotos que no ostentaban una adecuada preparación física. Eran otras épocas y otros momentos. Los autos destilaban una potencia que asustaba a los valientes argentinos, que sabían de riesgos, en las veloces rutas del país.
La misión parecía difícil, pero a través de mucho esfuerzo, corazón y sangre caliente, íconos distintivos del Turismo Carretera a lo largo de toda su historia, se hizo posible.
En los movimientos iniciales, entrenamientos y clasificación, los autos del team Kreider, mostraban problemas en suspensión y frenos, falencias puntuales que complicaban a los dos Cutlass.
A las 15 del sábado 30 de enero, se largaba la prueba en el trazado de 5. 728 metros de extensión, con Oscar Aventín y Oyhanart iniciando la misma. Hasta las 22 de ese día, transcurridas siete horas de competencia, los problemas en los chasis se iban sucediendo, y ahí entraron en acción los mecánicos argentinos, sabios técnicos, para colaborar con los del team Kreider, en pos de alcanzar el final.
Posteriormente los autos iban parejos y el número 25, que era el más regular, debió ingresar a boxes con problemas en el cardan. Reparado el inconveniente volvió a pista, y a las 10 del domingo, ya con la meta a la vista, se daba el momento de máxima angustia: Aventín cedía el volante a Landa, a quien le avisó que el auto era inmanejable. El marplatense luchó con la indocilidad de la unidad hasta que debió ingresar a los pits para intentar solucionar el tema. El arreglo no era sencillo: había que soldar una parrilla de suspensión delantera. Y ahí, el mítico Daytona tuvo espíritu de Turismo Carretera. Pilotos, mecánicos, técnicos argentinos y hasta espectadores, asombrados por la garra del grupo, hicieron posible retornar a la carrera con el auto reparado.
Faltaban solamente 30 minutos para las 3 de la tarde, la carrera expiraba… La decisión fue unánime, los dos autos debían cruzar la meta juntos. Así, el de Oyhanart, Satriano, Acuña y Ramos, esperó en la calle de boxes y cuando el otro vehículo estuvo presto, ambos circularon juntos hasta recibir el ansiado paño cuadriculado.
Fueron 500 giros para el Oldsmobile número 25, 425 capítulos para el 23. La ubicación poco importaba, lo que quedó fue el tesón de ese grupo de argentinos que sabía brillar en el Turismo Carretera y marcó territorio en una carrera emblemática, en un país desarrollado, y en un automovilismo que desconocían.
Fangio y Urrutia
Otros argentinos que estuvieron en la pista, fueron Juan Manuel Fangio II, sobrino del quíntuple, con un equipo poderoso como el All American Racers, con un Toyota Eagle MK-III, formando equipo con Andy Wallace y Ken Acheson, quedando en la posición 27; y Daniel Urrutia que compitió con un Chevrolet Camaro, fue 18vo. en la general junto a Craig Rubright y Gene Whipp.
El aporte de ambos pilotos en cuanto al conocimiento del ambiente fue positivo para la misión, lo mismo que la inestimable presencia de José Froilán González.
Los dos autos con los actores argentinos terminaron la extenuante aventura tirando juntos, como un símbolo de lo que fue la inolvidable Misión Argentina Roberto Mouras, en la 31º edición de las míticas 24 horas de Daytona.
Aliento constante
El grupo de pilotos teceistas dejó un grato recuerdo en la emblemática realización. Ellos han escrito una página gloriosa en el automovilismo nacional, pero no estuvieron solos en tremenda aventura, más de quinientos aficionados los acompañaron en el desafío, haciendo “ruido”, y con la celeste y blanca bien arriba, alentando a los valientes gladiadores nacionales.
Se hizo notar la “barra” tandilense, apoyando a Fabián Acuña; o el grupo de Mar del Plata, alentando a Juan Manuel Landa y “Lalo” Ramos; el de Pilar, junto al “Vasco” Oyhanart; y los sanpedrinos, vivando al “Pato” Morresi al igual que al resto de los pilotos.
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