Una verdadera historia sobre pedales
Comenzar a contar una historia que marcó tanto a mi familia, es complicado para poder diferenciar lo emotivo de lo real, pero esta historia, es un poco mía, habla de mis raíces, y principalmente sobre el de no darse por vencido nunca.
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«Pibe vas puntero», Alberto oyó una voz desde un costado que le anticipaba la victoria, faltaban 20 kilómetros para la meta. Venía pedaleando bajo la lluvia intensa en una competencia que le daría el pase para representar a Argentina en los Juegos Panamericanos de México 1955 en la disciplina de ciclismo.
Esta voz provenía de un Ford modelo 1946 con una calcomanía de la revista El Gráfico. El que le gritaba era el médico del equipo, el doctor Borocoto. Le anunciaba que venía un minuto y diecinueve segundos delante de su perseguidor. Le corrió un escalofrío por todo el cuerpo, a pesar de la lluvia. Este mensaje les dio las últimas fuerzas para terminar la carrera y solo pensó en el orgullo que sería traer el título de campeón Argentino a Tandil.
Para llegar desde Buenos Aires a nuestra ciudad, realizó el viaje en tren. Cuando faltaban 500 metros para la estación, alguien adentro gritó: “Miren, está lleno de gente y también está la banda municipal». Al llegar lo recibió una carroza llena de flores, que lo llevó desde la estación, por toda la avenida Colón y desde ahí al club Santamarina. En todo el trayecto, una multitud lo acompañaba. Ya dentro de la Institución, fue subido al ring y ahí pudo expresar todo lo vivido, las emociones y ese último mensaje que le dio el empuje que necesitaba para lograr el triunfo.
Luego llegaron los Juegos Panamericanos en equipo en México. Ese es un capítulo aparte de esta historia, porque todo lo que le siguió pasando, fue como si un ángel lo guiara. Tras el campeonato argentino y por el triunfo en los Panamericanos, obtuvo un regalo valioso de manos del presidente argentino, Juan Domingo Perón. Era la orden de un auto modelo. Logró venderlo en una agencia en la que el dueño era tío de una muchacha que se había descompuesto una tarde en el cine, y a la que Alberto socorrió, así que en agradecimiento la orden le fue pagada por más del valor real, y con ese dinero, pudo comprarle una casita a su madre. Ella, presa de una enfermedad terminal, llegó a verlo salir campeón y recibió el regalo más grande.
Sus logros en los panamericanos, le abrieron una nueva puerta: la clasificación para las Olimpiadas de Melbourne, Australia. Corría el año 1955. Para ese entonces el golpe de Estado en Argentina ocurrido en septiembre, cambió de un modo drástico el panorama. Se trató de una sublevación cívico-militar que derrocó al gobierno constitucional de Perón y estableció una dictadura cívico-militar encabezada por el general Eduardo Lonardi que se autodenominó Revolución Libertadora.
La nueva situación hizo que el sueño de las Olimpiadas en Australia quedara truncado, porque ya dispuestos a partir, con todo listo, el gobierno de la época le envió una notificación en la que se excluía de el evento deportivo a quienes hubieran obtenido premios valiosos durante el gobierno peronista. De haber podido viajar, por los tiempos que manejaba él y sus contrincantes, hubiese obtenido la medalla dorada en las Olimpiadas de Australia ‘56.
Sin embargo, ese año, 1956…tuvo la pérdida más dolorosa, la de su madre, a una corta edad, solo tenía 38 años. Y se puede decir, que ya con sus sueños cumplidos, el ciclismo pasó a ser historia…
Con relatos familiares, fotos y lágrimas, muchas veces mi mamá me contó todo lo vivido por este personaje que elegí para mi historia de familia. ¿Por qué se preguntarán? Alberto Miguel Ferreyra, Beto… era mi abuelo.
Alberto Miguel Ferreyra, eligió el ciclismo por deseos de superación, para sacar a su madre de un pozo anímico y económico en el que se encontraban. Con tan solo 16 años se propuso salir de esa mala racha. Todos los triunfos que logró en su corta, pero frenética carrera, los presintió. Los vio antes, ya que tuvo el propósito de llegar a hacer ciclismo con el cuerpo, el corazón y el alma.
Y el esfuerzo se vio merecidamente coronado, ya que dos años más tarde se realizaba como campeón argentino de resistencia y persecución.
Por Franco Stupino / Ayres del Cerro
La nota la propuso 6to. año de Comunicación del Colegio Ayres del Cerro en el espacio de Taller de Producción en Lenguajes, coordinado por la docente Virginia Himitian.