EL ECO PODCAST
ECO CAMPO: El mantenimiento y la reparación de los tractores genera una relación de confianza
La serie de podcast El Eco Campo referida a los oficios que necesita la producción agropecuaria se detuvo en los mecánicos especializados en los tractores, máquinas sobre las que se desarrolla la agricultura.
El mantenimiento de los tractores es de suma importancia para conservar la expectativa de vida útil, ya que su reposición es una inversión muy costosa.
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Mantener la eficiencia de los tractores y hacer que su valor perdure a lo largo de las horas de trabajo, implica algunos cuidados mínimos que siempre tendrán carácter de inversión.
El mantenimiento del tractor involucra el cuidado que se debe tener sobre los componentes mecánicos, así como el manejo adecuado de los combustibles y lubricantes.
Gustavo Acuña se ha dedicado a la mecánica de tractores en las décadas del ´80 y ´90, trabajando para la firma Derose-Baramiano. Junto al jefe de taller, José Martín, se encargaba de hacer los arreglos y reparaciones a campo.
Recordó que en aquella época “nos llamaban de los campos unos días antes -una semana aproximadamente- y combinábamos el día para ir a hacer el trabajo a campo”.
Si era una reparación le preguntaban al dueño o al encargado del tractor qué era lo que estaba roto para orientarlos. “Entonces nosotros llevábamos toda esa clase de repuestos. Nos íbamos temprano, ya que tipo 8:30 salíamos del taller”.
Ya en el campo, “desarmábamos lo que había que desarmar, y cambiábamos las piezas que debían cambiarse. Si había alguna cosa complicada le decíamos al dueño o al encargado que el tractor tenía que ir al taller, porque no era posible hacerlo en el terreno”.
Gustavo Acuña acotó que “la mayoría de las veces se reparaba y se hacían los service en el campo, similar a lo que hoy sería llamado el posventa. Hoy cuando se compra un tractor cero, la agencia que lo vende le va a hacer los services al campo”.
En ésa época el servicio era muy habitual, ya que resultaba muy práctico para evitar el traslado de la máquina a la ciudad.
El mantenimiento
No todo lo que se hacían eran reparaciones propiamente dichas, ya que “si se hacía un motor nuevo en el taller, a determinada cantidad de horas de trabajo había que ajustar tapa, cambiar aceite, filtros… y hacíamos todo eso con las herramientas que trasladábamos…. También regulábamos válvulas según la cantidad de horas que tuviera el motor”.
Tras la rectificación y armado de un motor “obviamente se le hacían dos o tres services, para que duraran muchas horas”.
Acuña recordó que en la época en la que salía al campo “salió en el 980 (Fiat), algunos eran articulados o con doble tracción. Era la época en que trabajaba con Hanomag, los 70, los 780, los Deutz 85…”
Sin comodidad
Muchas veces el trabajo se debía llevar a cabo en condiciones realmente extremas. “Hemos hecho reparaciones tractores en pleno rastrojo de maíz o de girasol. Íbamos con todo preparado, pero la mayoría de las veces eran en sierras de la zona y en verano, por lo que cortábamos todo el rastrojo alrededor del tractor para trabajar. Por ahí se trababa la caja o se rompía un reductor de los bolilleros, por lo que no lo podíamos llevar hasta el galpón o traerlo a Tandil. Había que abrirlo y trabajarlo en el medio del campo”.
Trabajar bajo un tinglado era mucho mejor, ya que no era necesaria tampoco una fosa para reparar a la mayoría de los tractores de la época. “Se llevaban los pies para dejar el tractor en el aire. Era un trabajo pesado, a veces con dos o tres grados bajo cero a la mañana de invierno o con 30 grados en noviembre o diciembre. Era complicado”.
Acuña no dejó de lado que para llegar a la mayoría de los campos había que recorrer cinco, seis o diez leguas de tierra. “Y en esa época era todo tierra colorada. Además, íbamos en un ´Rastrojerito´ marrón, llevando todos los tablones, los criques, las cajas de herramientas, etc…”.
Las atenciones
Una característica de los campos era la hospitalidad para con quienes llegaban a hacer los trabajos.
Gustavo Acuña recuerda que “a eso de las 10:30 ó las 11 nos preguntaban qué queríamos comer. Y nos daban jamón, queso con el mate, mate cocido. Nos atendían muy bien. Nos preguntaban si queríamos comer cordero, lechón, pollo, estofado, cualquier cosa... Y a la tarde, en invierno, venían con la torta frita”.
Rememoró que trabajo dos años de mecánico, luego dos años en el campo de tractorista y al ser consultado sobre lo que se extraña de esa época, Acuña enfatizó que “me encanta el campo. Si me pones un 780 o un Fiat 900 y un tractor de estos Pauny que ahora vienen electrónicos me quedo con el 900, que era un caño que arrastraba todo”.
Agregó que también “se extraña la atención que recibíamos en todos los campos donde uno iba y lo atendían bárbaro”.
Finalmente, Gustavo Acuña planteó uno de sus anhelos: “Me gustaría restaurar algún tractorcito chiquito. El que más me gusta es el (Fiat) U25, que es casi como un autito eso”.
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