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¿Son las interjecciones el principio o el fin del lenguaje?
Durante mucho tiempo, las interjecciones han sido consideradas elementos secundarios o marginales en el estudio del lenguaje. Tradicionalmente relegadas en las gramáticas, estas expresiones, como ah, ay, oh o puf, han sido vistas más como reacciones instintivas que como componentes significativos del habla.
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Sin embargo, recientes estudios y enfoques modernos, como la Lingüística Cognitiva, están redefiniendo su papel y demostrando su importancia en la comunicación humana.
¿Imitaciones de la naturaleza o comunicación primitiva?
La perspectiva clásica, defendida por lingüistas como Edward Sapir, consideraba las interjecciones como fijaciones convencionales de sonidos naturales, distinguiéndolas de los gritos instintivos.
Este enfoque, aunque útil, limita la comprensión del verdadero valor de las interjecciones. Sapir comparaba estas expresiones con el arte: imitaciones de la naturaleza, pero no una continuación directa de ella.
Sin embargo, otros estudios sugieren que las interjecciones podrían ser las estructuras lingüísticas más primitivas, sirviendo de modelo para formas de comunicación más complejas. Algunos expertos coinciden en que las interjecciones podrían haber sido los primeros tipos de mensajes, facilitando la transición hacia la formación de oraciones completas y frases.
¿Qué papel juegan en la comunicación?
A pesar de que algunos lingüistas rechazan la idea de que las interjecciones fueron el origen del lenguaje, es innegable que estas expresiones juegan un papel relevante en la comunicación.
Las interjecciones no solo están presentes en todas las lenguas, sino que también reflejan variaciones culturales y lingüísticas significativas. Por ejemplo, expresiones de dolor como ay en español, ouch en inglés y aïe en francés muestran que diferentes lenguas adaptan estos sonidos instintivos y que están culturalmente convencionalizadas.
Para ilustrar mejor la idea de que las interjecciones pudieron ser el origen del lenguaje estructurado, Lenz ofrece un ejemplo simple pero claro: ¡Guau, guau! ¡Jap! ¡Ay, ay, ay! puede corresponderse con “el perro me mordió”. Esta frase muestra cómo estas expresiones primitivas pudieron evolucionar hacia formas más complejas de comunicación.
El fin del lenguaje: las interjecciones
Desde las gramáticas del siglo XIX, la categoría de la interjección ha sido postergada e ignorada en los análisis teórico-lingüísticos, ocupando un lugar marginal respecto a otras categorías. Max Müller llegó a afirmar que el lenguaje comienza donde terminan las interjecciones, considerándolas como elementos que acompañan a la comunicación, pero que no forman parte de ella.
Esta percepción ha sido criticada por lingüistas modernos, quienes argumentan que las interjecciones son una categoría lingüística con rasgos propios y comunes. Estos rasgos son concebidos en las gramáticas tradicionales de forma aislada, y no como producto de un conjunto de condiciones mínimas y suficientes para catalogar un determinado elemento lingüístico.
Por ejemplo, Roman Jakobson enfatiza que en situaciones en que se produce una ruptura de las comunicaciones, como en los trastornos del lenguaje, las interjecciones aparecen como una de las formas expresivas fundamentales junto con los gestos compensatorios. En pacientes con afasia, por ejemplo, las interjecciones pueden sustituir la producción de un lenguaje sintácticamente estructuro: esto destaca su valor comunicativo.
Ramón Almela afirma que las interjecciones no son antilenguaje o meras interrupciones, sino componentes integrales que facilitan la expresión de emociones y actitudes. Además, algunos estudios indican que las interjecciones siempre van acompañadas de gestos, lo que subraya su carácter multimodal.
De la marginalidad a la centralidad
La lingüística cognitiva emerge como el enfoque más adecuado para abordar estas cuestiones, proporcionando una base sólida para la investigación de las construcciones expresivas, concepto propuesto por Fernando Casanova en el que se incluyen interjecciones, onomatopeyas e ideófonos en general. Este enfoque permite analizar los rasgos verbales y no verbales de la comunicación, destacando la multimodalidad del lenguaje.
Mark Dingemanse lo resume de manera figurada al comparar la exclusión de las interjecciones en la lingüística con ignorar los gases nobles en la tabla periódica: ambas son esenciales para una comprensión completa de sus respectivos campos.
En resumen, las construcciones expresivas, lejos de ser elementos marginales, son fundamentales para la comunicación humana. Su capacidad para expresar de manera inmediata, efectiva y mimética emociones, actitudes, acciones y sonidos en términos generales, entre otros muchos aspectos, junto con su presencia en todas las lenguas, las convierte en un objeto de estudio crucial.
La integración de estas construcciones en el paradigma de la lingüística cognitiva y la multimodalidad ofrece nuevas perspectivas y metodologías para explorar el lenguaje humano en toda su complejidad.
La próxima vez que use una construcción expresiva, recuerde que está empleando una de las herramientas más antiguas e innatas del lenguaje, un verdadero puente entre nuestra cognición y nuestra capacidad de comunicación.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation.