Opinión
Se están reproduciendo
Cuando parece que nos peleamos
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“Nos estamos reproduciendo”, decía Perón haciendo referencia a los conflictos internos entre las diferentes facciones en la lucha por el poder. No olvidemos que dentro de ese significante podemos encontrar ADN de FORJA, el sindicalismo, la iglesia católica, sectores más ligados a las fuerzas armadas y los sectores populares. Por lo que hablar de un solo peronismo es no solo un error histórico, sino una simplificación política que ha llevado a muchos a perder elecciones.
Esto explica en parte por qué el peronismo desde los 70 en adelante se ha transformado en una suerte de franquicia de variedades; una góndola surtida donde podemos encontrar desde López Rega y la Alianza Anticomunista Argentina, los Montoneros, Menem, Duhalde, Kirchner (Néstor), CFK, Alberto Fernández, Massa y ahora Kicillof, con todo y sus abismales diferencias. Desde el nacionalismo ocultista hasta el marxismo de centro de estudiantes, todo, absolutamente todo, puede ser revestido en un “fondant” con la cara de Perón sonriendo.
Todas estas variopintas expresiones se formaron detrás del único aglutinante posible: Perón. Y, al ser tan diversas, potentes y fundamentalmente excluyentes, fueron generando una masa cada vez más grande de “antiperonismo” devenido en “antikirchnerismo”. El segundo significante que hasta hoy sigue ordenando subrepticiamente la política nacional. El liberalismo no es más que otra de las sucursales de esta reacción social masiva que emerge una y otra vez cada vez que el peronismo cruza ciertas líneas rojas.
El ocaso
En el 2020, el desmanejo de las vacunas, el encierro prolongado, la payasa que en cadena nacional contaba los muertos para los chicos, todo ese “Circovid” tuvo que ver claramente con la caída en las urnas. Pero eso solamente explica la foto. El peronismo siempre supo replegarse, sacrificar los patrones de la derrota y presentar rápidamente nuevos y renovados dirigentes que siempre prometían que esta vez sí iban a gobernar como manda el General.
Sin embargo, de todas maneras intentaron conmover a las masas y estas no reaccionaron. Ni siquiera ante el poco claro atentado que sufrió CFK en el 2022, que solo conmovió a un núcleo duro muy chico, que intentó sobreactuar por todos los medios con marchas, hashtags y hasta un videojuego. Los dispositivos no fallaron, falló el mensaje. Por eso, nunca llegó a permear en el discurso social masivo. Esa apatía dejó en evidencia que la crisis, mucho antes que política, fue de comunicación. Una política casi exclusiva orientada a las minorías, sostenida electoralmente por una mayoría, ahora también negada discursivamente.
El peronismo duro fue quedando vetusto y relegado a viejas figuras del interior que se replegaron en sus feudos. El nuevo peronismo “woke”, que supo incluso en nuestra ciudad abandonar los colores identitarios y salir a jugar con un “rosa Barbie”, después de la derrota y que se le cayera la máscara al capitán Beto, tuvo que salir a las apuradas a revolver en el cajón de los significantes del abuelo y desempolvar las palabras “patria”, “nacionalismo” y “soberanía”, y ponerse a tomar mate hasta caminando, como Massa y Kicillof.
Perón ha muerto
La urgencia electoralista y la lógica de acumulación de poder de los partidos conspiran contra los procesos necesarios de recambio dirigencial. Nadie va a ceder lugares por el bien del futuro del partido (quizá debí decir del movimiento), por lo que el armado siempre termina siendo entre los viejos conocidos. Los sospechosos de siempre. Lógica a la que no puede escapar ni el mismo gobernador, heredero natural del kirchnerismo, pero que aún no logra construir un espacio propio sin generar fricciones con Cristina.
No hay, ni habrá, caras nuevas de acá al 2027 y quizá tampoco en las presidenciales. Sin embargo, la misma lógica de las redes que puso a Milei en donde está, hace que se vayan generando comunidades organizadas digitales alrededor, principalmente, de jóvenes sub 30 que vienen de una militancia peronista, pero que no encuentran identificación en los referentes actuales. Sin ambición ni estructura, pero con pasión y convicción, van generando el tejido de un nuevo peronismo.
Asoma un peronismo joven, intelectual, racional y de barrio. Y brota en el territorio digital, ahí donde está verdaderamente el pueblo hoy; las audiencias.
Tomás Rebord, Pedro Rosemblat o el rosarino Tomás Trapé son prototipos perfectos de los nuevos candidatos.
Un peronismo más de movimiento que de partido y que, a diferencia de sus antecesores, escucha más de lo que dice y cuando habla provoca un genuino silencio. Menos determinante, con más preguntas que respuestas y con genuina vocación de diálogo con el que piensa diferente.
Perón ha muerto, pero se están reproduciendo.