Contextos de encierro
Estuvo 6 años preso y jugar al rugby en la cárcel lo salvó: "No sé qué hubiese sido de mí sin Mirmidones"
Giancarlo Covino vive en Trenque Lauquen y a los 18 años lo apresaron por un robo. Atravesó un derrotero de violencia en las diferentes cárceles en las que estuvo y en una pelea golpeó a otro interno. Luego de ese episodio lo trasladaron a Barker, donde descubrió el mundo de Mirmidones, un proyecto tandilense orientado a transformar vidas y generar nuevas oportunidades a través del rugby, la educación y la cultura. En 2022 recuperó su libertad, se reencontró con su hijo y su familia, y puso un negocio en su ciudad natal con el que le va muy bien. "Creo en el cambio de las personas", sostuvo con convicción.
La privación de la libertad es una de las experiencias más extremas que puede atravesar una persona. Violencia, códigos carcelarios, un sistema punitivo con más deudas que esperanzas y prejuicios que vuelven aún más complejo el entramado carcelario.
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Giancarlo Covino tiene 27 años y vive en Trenque Lauquen. A los 18 cayó preso por robo y pasó seis años privado de su libertad en diferentes penitenciarías de la provincia. En la Unidad Penal 37 de Barker se encontró con el proyecto Mirmidones, una iniciativa pensada para transformar vidas y generar nuevas oportunidades a través del rugby, la educación y la cultura.
El tandilense Juan Martín Aroztegui es jugador de rugby de toda la vida y presidente de la asociación civil Mirmidones, el proyecto que nació en noviembre de 2016, cuando junto a sus compañeros visitó por primera vez el penal de Barker para hacer un entrenamiento. El vínculo surgió a partir de una charla del grupo Espartanos, que busca la reinserción social de personas privadas de su libertad a través del rugby, la educación, el trabajo y la espiritualidad. Los integrantes del grupo pidieron visitar un penal y el más cercano a la Tandil es Barker. En ese entonces hicieron las gestiones correspondientes y viajaron a la vecina localidad jugadores y exjugadores de los tres clubes locales, Uncas, Los Cardos y Los 50. La experiencia resultó tan movilizante que decidieron asumir un compromiso y empezar a visitar el penal cada 15 días para compartir entrenamientos con los reclusos. Con el paso del tiempo y el apoyo del juez Pablo Galli, de la Universidad Nacional del Centro y de otras organizaciones de la sociedad civil, como Federación Mesa Solidaria, el proyecto de fue expandiendo y cobrando cada vez mayor relevancia.
Para Giancarlo, su vida no sería la misma si en su periplo carcelario no se hubiese topado con Mirmidones, un espacio que generó las condiciones de posibilidad que construyeron una salida a la hostilidad y lo que él llama “la mala vida”: