LITERATURA
Ocho cuentos seleccionados de un Taller Literario de adultos mayores
"Alas en fantasías” comenzó su trayectoria en marzo del 2017 como Taller Literario en Tandil.
“Alas en fantasías” comenzó su trayectoria en marzo del 2017 como Taller Literario, coordinado por Lidia Ana Massoni y en la actualidad lo integran ocho participantes. Según señalan ”es un lugar de encuentro donde escribir nos ayuda a sentirnos mejor, con un efecto reparador y sanador. Nos obliga a ordenar los pensamientos en forma coherente. Implica un esfuerzo cognitivo de parte de quien escribe. Espacio donde la lectura supone siempre atención, concentración, compromiso y reflexión. Todo esto hace que tengamos un mejor desempeño con excelentes resultados".
Recibí las noticias en tu email
“Durante la pandemia tuvo mucho peso cada palabra dicha pero igual o más, la silenciada. Descubrimos al otro a través de gestos, mirada, o actitudes de diversos indoles. Esto hizo aumentar el caudal de emociones para transmitir. Fuimos entrando lentamente en una introspección llegando a conocer nuestras miserias y debilidades, así mismo también nos apropiamos de nuestras grandezas y expandimos mas la creatividad. Año muy especial de lecturas breves con escuetos análisis mediante reuniones de zoom (otro desafío). Lentamente las piezas del engranaje social se fueron acomodando, resistiendo a los avatares de la vida y compartiendo las grandes alegrías de los sueños concretados”, remarcaron.
También puntualizaron que “llegamos al 2024 con más ganas de conocer a mas autores y realizando creaciones mas ricas y complejas como las que hoy les presentamos. Taller integrado por: Stella Maris López, Liliana Noemi Carotti, María Carlota Vistalli, María Hortensia Villegas, Ana María Diaz, Irma Florentino Manzano Úrsula Cristina Kief y Nora Emma Acosta”
---
Cobijo
Una paz que se sorbe en el alma.
El rumor de algún ave que pasa.
El perfume de hierbas y flores.
Un inmenso caudal de bonanza.
Los colores que pinta el otoño.
Luz dorada que alumbra el paisaje.
Otra tierra quizás la soñada, por rapsodas del tiempo pasado, se ha quedado aquí detenida.
Se olvida, que otro orbe en que agita la vida profana,
nos transforma en pequeños fantoches, que se mueven con cuerdas sin alma.
María Hortensia Villegas
----
Las monedas de plata
Morgana mira por la ventana y contempla los viñedos destruidos por la fuerte granizada, convertidos en despojos heridos de muerte.
Ha vuelto de enterrar a su esposo que en vano trato de salvarlo ya que una pulmonía se lo llevo rápidamente.
Solo le queda su Alba y no sabe nada de su hijo Francisco que fue llamado a la guerra.
Recuerda cuando el le dijo: - Yo nunca empuñare un fusil, madre. Antes me convierto en desertor, le anuncio al despedirse llorando.
En ese momento se acerca una patrulla a la casa, buscando a Francisco. Registran todo pero sin encontrar rastros de él. El guarda civil les informa que están buscando a Francisco para juzgarlo ya que es desertor. Mira golosamente a Alba, las amenaza y grita que volverá.
La niña llorando corre hasta la vieja planta de vid, recuerda que de niños junto a su hermano escondían pequeños tesoros (plumas, hojas, piedritas) en un agujero oculto.
Allí con premura escarba con sus manos sucias y temblorosas. Solo encuentra la vieja caja de madera como tesoro tesoros de la lejana niñez. La abre sin entusiasmo. Solo encuentra plumas, hojas y una telaraña que recubre todo. Pero en el fondo de la caja descubre un sobre amarillento y arrugado, rápidamente reconoce la letra de su hermano.
Las lágrimas apenas la dejan leer Su hermano le dice: - Hui de la guerra, no puedo matar a un hermano. Me embarco como polizón rumbo a Argentina. Les dejo estas monedas de plata. Las espero en Buenos Aires. Estoy huyendo.
La alegría de Alba, mezclada con su llanto hacen que corra hasta su casa.
Morgana con la mirada perdida apenas escucha su llegada.
Alba grita :- Madre encontré una carta de Paquito.
La madre toca el papel pero solo ve garabatos ya que ella no sabe leer.
Escucha madre, Paco nos cuenta que huyo de la guerra, nos dejo estas monedas. Nos pide que nos embarquemos, el nos espera. Huyamos madre.
Irma Florentino Manzano
----
Tarde de caracoles
Me llamo Lidia, nací en Capital Federal un 22 de junio de mil novecientos cincuenta y siete.
Hija de Carlos y Ana.
Corría el año 66 cuando mis padres decidieron venir a vivir a la ciudad de Tandil; los días me resultaban escasos para descubrir este asombroso mundo que se iba despertando ante mis ojos.
Fue entonces, que conocí a Cristina y pronto nos hicimos buenas amigas. Jugábamos con grillos, bichos bolitas sapos y caracoles. Papá le decía huevo frito, por sus grandes y hermosos ojos.
Recuerdo una tarde de verano a la hora de la siesta, cuando nadie nos veía, decidimos ir a la búsqueda de una lata de aceite vacía y con prisa y casi sin pausa la llenamos de caracoles.
Como estábamos en verano y hacía mucho calor andábamos en malla y nos subimos al tanque del agua y aquí comienza nuestra gran aventura.
¡Se largo la carrera!
Yo elegí los mas regordetes y de cascara muy dura. Luego puse cinco en cada pierna, uno en cada dedo del pie y ellos tenían que recorrer todo el circuito comenzando en los dedos y culminando al finalizar la pierna. Si por alguna circunstancia se desvían de su senda, tenían que comenzar nuevamente el circuito diagramado. Los diez primeros en llegar, eran los ganadores.
Yo no se cuanto tiempo transcurrió jugando y riéndonos, porque cuando es pequeño y se esta divirtiendo, pierde la noción del tiempo.
Cuando ya estábamos aburridas decidimos guardar en la lata a los perdedores y como prenda tenían que salir solos y regresar va su hogar. A los diez ganadores los llevamos al jardín y los colocamos en el pasto facilitándoles la tarea de regresar a sus casas.
¿Se imaginan nuestras piernas?
Y si, cubiertas de babas, por eso rápidamente fuimos en búsqueda de la manguera y jugamos al carnaval.
Esta fue una linda tarde del 66, otro día les cuento otra….
Lidia Ana Massoni
----
¿Quién soy?
Soy un manuscrito que relata la montaña rusa de mis días.
He caído en los pozos más profundos, pero también he tocado el cielo con las manos.
Siento que los fracasos me enseñaron a desarrollar la voluntad, lo injusto la rebeldía, las perdidas el coraje, mis afectos la esperanza.
Las raíces me dieron la esencia y ellas junto a las vivencias modelaron quien soy hoy.
Prevalece en mi la idea de que el jardín requiere tiempo, paciencia y dedicación para florecer, aunque muchas veces sienta que no hay extensión más grande que mis heridas.
Aprendí que cada vez que abro los ojos tengo en mis manos una página en blanco para escribir lo que quiera, lo que pueda, como sea, es mía.
Ya no me interesan los envases atractivos vacíos de contenidos, elijo conectarme con lo que suma o aporta para mejorar y crecer.
He llamado miles de veces y no me han respondido, allí encontré la respuesta, no voy a esperar toda la vida, mi alma tiene prisa.
Aún quedan páginas en blanco en el manuscrito, soy consciente de haber escrito muchísimas más de las que quedan.
Solo deseo que las próximas subidas en la montaña rusa justifiquen con creces mi lucha por la vida.
Pero en definitiva soy y seré lo que deje en la vida de los demás.
Stella Maris López
---
Vida
Me acuerdo y olvido,
desempolvo los recuerdos
de aquellos días vividos.
Pero no logro el acuerdo entre
la existencia y lo existido.
Y me tomo del alma por encontrar el camino.
Las imágenes me asaltan
como ladrón enfurecido.
Corro entre los fantasmas.
Ellos gruñen esperando,
que tropiece entre sus formas,
que verme llorar quisieran.
Pero no complaceré
que utilicen mis deudas
en favor de esos dolores.
Yo nada debo,
ya expiré mis errores.
La noche que te ausentaste
tomé todas mis faltas,
las coloqué en la hoguera y
las reduje entre las brasas.
El fuego ardió en mis ojos,
gotas cayeron de ellos.
Me despedí en calma ,
y mi alma como un sello,
olvidó los recuerdos.
Hoy ni me acuerdo
la enlodada de mis miserias.
Sacudí mis cabellos
me puse la ropa blanca.
Corrí hasta la cruz,
me bauticé con agua bendita.
Mire a los ojos del maestro
fuego, atravesó mi alma.
Solo un " Padrenuestro"
desbordó al alba...
Liliana Noemi Carotti
---
Habitante Ilustre (mi cerezo)
Siempre admire la belleza del Cerezo…numerosas fotos lo muestran en los jardines japoneses.
Mi jardín también lo deseaba mucho. Fue un día feliz cuando llegaron mis hijas con el valioso regalo, primer visitante de importancia que puso sus raíces en la fértil tierra. Ahí comienza un intercambio de amor donde salgo beneficiada; es poco lo que lo cuido y mucho lo que me da.
Lo recibí muy flaquito y aun pequeño, pero fue muy noble desde el comienzo.
Los primeros años su pequeña copa apenas florecía y eran escasos sus frutos, pero ya se mostraba bello y generoso (conocía su potencial). Con el paso del tiempo sus dones se multiplicaron.
Después del verde aparecen sus flores, son blancas y perfectas, parecen copitos de nieve. Lentamente cambian su tono por tostado marrón y el pequeño fruto comienza a crecer tomando su color rojo intenso. El árbol esta pleno, festejo la vida.
Me da sus hijos, me regala una postal fantástica quedando mis ojos agradecidos. El fruto es sabroso, exquisito, abundante y listo para ser compartido. A veces una parte transformándose en mermelada y otras en licor, obteniendo una mágica alquimia.
No termina acá su belleza, el otoño lo viste de dorado rojizo, siendo muy difícil elegir su ropaje más vistoso. Pasa el otoño y el frío lo contempla desnudo, pero con gran altivez, extendiendo sus brazos hacia el cielo.
Su contorno es amplio, su tronco grueso y fuerte, una perfecta conexión entre el cielo y la tierra.
¡Gracias madre naturaleza!
¡Gracias amado Cerezo!
Úrsula Cristina Kief
----
La carta
Unos días atrás, conocí un simpático muchacho mientras paseaba displicentemente por uno de mis lugares favoritos que a menudo visito. Nos pusimos a charlar y me conto que su sueño era ser cartero. Pensé, que actividad algo obsoleta. ¿no? En esta era de las comunicaciones digitales, pero claro, acá las cartas no se usan.
Pero no le dije nada. Su rostro me parecía familiar, pero no podía ser, parecía de otra época.
Más tarde, me puse a pensar en la insólita conversación, y pensé, después de todo, no es una mala idea.
Debería escribir una carta, hay tanto que quiero expresar, hay tantas cosas que los mortales ignoramos. No quiero indicar que yo lo sé todo, no, pero tengo un poco más claras mis ideas ahora, tendría tantas cosas que decir. Pero la carta no debe ser muy larga, les aburriría, deberá ser positiva, auténtica.
Averiguaré si puedo enviar cartas, si podré enviar tal vez, una por mes. O acaso me autoricen una por año. Eso es muy importante, su contenido depende de la frecuencia de las mismas. Por suerte, acá podemos realizar varias actividades que nos gustan, otras son rutinarias, de convivencia, y sobre todo de aprendizaje, un cántaro que jamás se llena.
A veces me pregunto, cómo llegue aquí, por qué estoy aquí. Una hoja en blanco es mi mente, quizás, nunca tenga una respuesta o sí. Todo depende, de quién, vaya uno a saber, algunos lo llaman destino, karma, azar.
Lo que, sí sé, es que moveré cielo y tierra, andaré hasta las últimas consecuencias, para enviar una carta.
Recuerdo que mi abuela me contaba que por dos años mientras estuvieron separados con su prometido por razones políticas, su único medio de comunicación y muy preciado, era epistolar, no importaba si algunas tardaban demasiado en llegar a destino o alguna se perdía. Esos frágiles y amarillentos pétalos de amor, que un día sacó del ático y me mostró, cual tesoro invaluable, se convirtió en la fuerza que ambos necesitaron para enfrentar la adversidad y mantener impoluto su amor.
A lo mejor, pueda como mis abuelos, ofrecer un bálsamo para el alma, una caricia al dolorido corazón.
Que las cartas lleguen a destino, dependerá que el sueño de este muchacho se cumpla, y por qué no, con perseverancia, insistencia, tesón, paciencia, los sueños se cumplen.
Mi carta deberá ser escueta, clara, no irme por las ramas. El lenguaje escrito no es el fuerte de esta generación, flashes de información, imágenes destellantes que no superan la pupila de los ojos.
Deberé hacer varios borradores, transcribir lo más significativo que deben saber, lo que no debemos olvidar, y luego seleccionar lo más trascendental.
Esta tarea me deparará varios días, pero que apuro tengo, acá los días, las mañanas, las tardes, se asemejan a un Friedrich, melancólicas, espirituales, o a un bucólico Constable, cuya calma invita a la reflexión, qué existirá tras esos cielos nubosos, tras esa paleta de variados verdes, o a la noche estrellada, emotivas, intensas, que hacen vibrar mi transparente corazón.
Ansioso enigma es el tiempo tras estas rejas invisibles, barrotes inmateriales que yo sola veo, que posiblemente, por ventura pueda traspasar. Quien sabe, tal vez, algún día, vuelva a la vida, con la fuerza, el ímpetu, la calma, el saber, la experiencia, que me dio esta travesía inmemorial.
Nora Emma Acosta
---
Noche de nacimiento
El vasco, hombre robusto, de cabello blanco y ojos verdes, llevaba en su mateo una rama de pino.
Se la había pedido Carola, su humilde vecina, para sus dos niñas. Esa rama mustia, era el
símbolo de la Navidad.
Llegó a la casa de su vecina, la cargó sobre su hombro, y la dejó en la tranquera. El verde intenso de sus pequeñas pinochas, en una vertiginosa metamorfosis,
cedió el paso a un gris ceniciento.
Las tres mujeres corrieron a la puerta. Entonces, Don Goñi enterró la rama en la lata forrada con papel crep rojo desteñido por el uso. Después, acarició su sedosa barba blanca. Una sonrisa triste suavizó su duro rostro ante la alegría de las niñas que esperaban ansiosas la Noche de Navidad.
La Nochebuena, había llegado y la rama había cobrado vida.
Las velas de colores sostenidas con broches de metal que funcionaban como pequeños candelabros. Las delicadas bolas de ese material metalizado que se rompían en mil pedazos al menor descuido, animaron el rincón de la cocina.
“La luna no estaba en el pino”, pero una estrella dorada, en la cúspide imaginaria, marcaba el camino a los Reyes Magos. La ilusión de las niñas se extendía varios días más para que lleguen los regalos.
Doña Carola bajó la persiana del almacén y cansada, agobiada por el calor y el trajín de los días festivos, se dirigió a preparar la cena.
Las dos hermanas ya tenían sueño.
Don Poli, con un cepillo de gruesas cerdas frotó la mesa de madera con esmero. Lo metía en el viejo fuentoncito que usaba para lavar las copas con agua con lavandina, lo sacudía ahí mismo, sobre el piso del almacén. Era la misma mesa en que los parroquianos jugaban al truco, con la copa servida.
La madera blancuzca avisaba que ya estaba lista.
La madre ponía en una fuente honda, tomates que habían cortado de la quinta y los lavaba en la pileta del patio, con agua fresquita y transparente que sacaba de la bomba de agua.
Acomodó los tomates en la bandeja. Dejó de lado la vieja máquina de cortar fiambre y con la cuchilla, cortó gruesas tajadas de jamón crudo.
El pan francés, le ganaba en preferencia a la galleta de campo y a la galleta española. No había mantel.
Esa mesa no se podía comparar con otras llenas de pavo relleno y ricas guarniciones,
no habían sido vistas jamás por las niñas, ni lo fueron hasta que llegó la televisión a la ciudad.
Don Poli, se acomodó en el banco de madera, las niñas en los extremos y Carola dispuesta para servir la mesa., en el centro.
Justo cuando se sentó, como era habitual, alguien golpeó la persiana.
El Vasco Goñi entraba por la chimenea de la cocina, vestido de Papá Noel. No necesitaba
ponerse barba de algodón el, la tenía natural.
Cuántos regalos se derramaron a los pies del pinito que estaba en la cocina. ¡Otro ruido y el vasco desapareció!
Las niñas corrieron por la galería exterior del patio, y sorprendidas por ese Papá Noel,
abrieron los paquetes. La mayor, no cabía en sí de su sorpresa. La muñeca Lolita que tanto había pedido a los reyes Magos, estaba en sus brazos. Caminaba, hablaba, lloraba.
Estaba eufórica y alborozada, pero. escuchó la voz de su mamá:
-Vamos Polita despertate,- dijo . ¡A cenar, mañana tengo que trabajar!
Con los brazos vacíos, Polita gritó
_ ¡Mamá ¡¿Dónde está la muñeca que me regaló el vasco?
Antes de que Carola pudiera contestarle, la hija corrió hacia la cocina.
Sus brazos estaban vacíos. Una ráfaga de felicidad había pasado por su vida. El rumor de un estruendoso derrumbe, detuvo su efímero sueño. La sonrisa se escondió tras las lágrimas y su carita sucia, sorprendida se transformó en una máscara de terror.
Todos corrieron hacia la cocina. El pino había quedado tapado por escombros. La chimenea se había desmoronado. El adobe con que estaba construida no había resistido al fuego constante del infiernillo a leña y los ladrillos formaban una terrible pirámide sobre la mesa de la cocina.
La estrella no marcaría el camino a los Reyes Magos, no habría obsequios para las niñas. Ellas no entendían a su madre que, rezando, agradeció a Dios por la cena navideña que seguía esperando en el almacén.
Sólo Él podía haberlas salvado de morir aplastadas.
El milagro había ocurrido, fue noche de nacimiento, el niño Jesús les hizo el mejor regalo, su vida, que continuaba como siempre.
El desastre de la chimenea quedaría en los recuerdos de las noches navideñas.
Ana María Diaz