Los comercios no esenciales se las arreglan para seguir trabajando pese a las limitaciones
La prohibición de acceso de clientes al interior de los locales comerciales reconfiguró la experiencia de venta, que se ha visto disminuida frente a las restricciones vigentes. Con la expectativa de que la próxima semana se pueda flexibilizar esta cuestión, la actividad resiste dentro del margen de lo permitido.
La actividad comercial en Fase 2 experimenta un particular atravesamiento que vuelve a dividir las aguas entre los comercios considerados de primera necesidad y los no esenciales. Para estos últimos, la prohibición de ingreso de clientes a los establecimientos ha sido tema de debate y controversia durante estas semanas. Incluso a mediados de mayo se realizó un cacerolazo para protestar contra esta medida.
Recibí las noticias en tu email
Por otro lado, el Concejo Deliberante y el Departamento Ejecutivo se hallan gestionando con la Provincia -entre otras flexibilizaciones y permisos- la posibilidad de habilitar el acceso de personas a los locales de estos rubros, que comprenden tanto a los negocios de venta de indumentaria como a las perfumerías, venta de artículos para el hogar y electrodomésticos, jugueterías, librerías y demás.
En este marco, hoy y mañana operan restricciones severas y los rubros sindicados dentro del espectro no esencial no pueden abrir, pero la expectativa de los comerciantes está puesta en que la próxima semana haya novedades en cuanto a la autorización del ingreso de un cliente por vez o hasta tres personas, acorde a las dimensiones del espacio.
Pero mientras tanto, las zonas comerciales transformaron su paisaje y es habitual ver en la puerta de los locales escritorios o mostradores que marcan el límite y se encargan de frenar a cualquier ciudadano desprevenido que atine a entrar.
La pregunta: “¿No puedo entrar a mirar, no?” se repite decenas de veces por día y la respuesta es, invariablemente, una negativa.
El trajín cotidiano
Tanto en la zona del microcentro como en el sector comercial de Villa Italia, cuya arteria neurálgica se centra en la calle Quintana, la imagen es la misma.
Un recorrido por ambos lugares y el testimonio de los comerciantes permite inferir que si bien las ventas disminuyeron, tampoco son nulas y tratan de arreglarse para mantener cierto ritmo pese a las restricciones vigentes. El clima templado acompañó la jornada de ayer, pero las bajas temperaturas y las lluvias propias de la temporada otoño-invierno también constituyen un factor que atenta contra la actividad si sólo puede atenderse desde la puerta.
No obstante, se sigue impulsando la venta online y el delivery o retiro de mercadería en el local, como estrategias para continuar captando clientela y diversificar los canales de comercialización, ante los avatares de la coyuntura.
En un local de indumentaria, la joven empleada compartió que la gente todavía se acerca pero que le resulta más fácil comprar prendas que no necesiten ser indefectiblemente probadas. En este sentido, expuso que la indumentaria de mujer y la ropa interior se vende mucho menos que antes, pero que sin embargo la ropa de niño y algunas prendas básicas siguen teniendo salida. Eso sí, el movimiento para buscar mercadería es constante y no da tregua.
En una blanquería ubicada en una de las esquinas del área comercial de Villa Italia, las ventas también sufrieron cambios y ahora la experiencia resulta, como es esperable, más incómoda. Un escritorio de madera demasiado pequeño para albergar la mercadería y que los clientes la revisen en paz, el ir y venir permanente, el pudor que les da a veces a las personas al pedir muchas cosas, modificaron la relación con el cliente y la capacidad de venta. Además, según señalaron, cuando el cliente entra y se pone a mirar quizás termina descubriendo otros productos y comprando artículos que no estaban inicialmente en su planes. Ahora, esa alternativa está prácticamente anulada.
Piel de vereda
En el centro, cualquier mañana de un día hábil, además de ver a decenas personas en las calles haciendo trámites y compras, es factible encontrarse con alguien entado en una silla en la puerta o hall de un local, probándose un par de zapatos, mercadería difícil de adquirir sin ver primero cómo calza. Los más desinhibidos no tienen problema en probarse incluso abrigos o buzos en la vereda, espacio a donde se trasladó la acción.
Aunque los empleados y dueños de los comercios repiten con énfasis que están para atender los requerimientos necesarios, a mucha gente le genera incomodidad no poder explorar la mercadería por su cuenta y desisten de comprar si no están decididos.
Así las cosas, en la ciudad donde la prisa del diario trajín parece un film de Carlitos Chaplin, aunque sin comicidad, se resiste con lo que hay y con la expectativa de que pronto el viento vuelva a soplar a favor.