La meteoróloga tandilense Noemí Troche lleva ocho misiones en territorio antártico y volverá por más
La especialista en Ciencias de la Atmósfera, que se desempeña como personal civil del Servicio Meteorológico Nacional en la VI Brigada Aérea, relató cómo es vivir varios meses al año trabajando en la base Marambio. Es una científica apasionada por lo que hace, que siempre está pensando en su próxima misión en el continente blanco.
Noemí Troche, un poco por causalidad y otro poco quizás porque el destino actúa de formas misteriosas, siendo una joven estudiante de sistemas se enteró de que había becas de la Fuerza Aérea argentina para estudiar Ciencias de la Atmósfera en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA. Gracias a su inclinación por las matemáticas, decidió anotarse y pudo acceder a una de las dos vacantes disponibles. Luego de formarse en la universidad pública, en 1986 Noemí regresó a Tandil para ser parte de la VI Brigada Aérea, porque una de las condiciones de la beca era volver para integrar el grupo de profesionales de ese cuerpo militar.
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Con escasos 24 años, se sumó a los equipos de trabajo como personal civil, miembro del Servicio Meteorológico Nacional, que en ese entonces y hasta 2007 dependía de la fuerza aérea. Si bien el personal femenino ya era admitido en las esferas de las fuerzas armadas, muy pocas mujeres se sumaban a las filas por aquella época.
Su trabajo incansable y su pasión por la Antártida la han llevado ocho veces a formar parte de las dotaciones que desempeñan tareas de investigación en la base Marambio, la principal estación científica y militar de las seis bases permanentes que Argentina mantiene en el continente blanco. La base está bajo el control de la Fuerza Aérea.
“Desde chica me llamó la atención. Si me preguntaban a qué lugar del mundo me gustaría ir, yo respondía a la Antártida. Fue así que a partir del 2000 comenzaron a ir mujeres a las misiones y me anoté. En 2003 no quedé seleccionada y en 2005 sí, y fui por tres meses a base Marambio a desarrollar mi profesión”, resumió Noemí durante la charla que mantuvo con El Eco de Tandil para contar sus experiencias en uno de los sitios más australes del planeta.
“Quedé muy shockeada con todo el trabajo, las tareas que se realizan allá, la conciencia del parte meteorológico que se tiene para efectuar todas las tareas. En base a eso se diagraman las tareas del día. Dicho parte se actualiza dos veces en la jornada, para saber si se pueden hacer tareas operativas en el exterior o en la base”, explicó.
La tarea científica
Si bien hacen base en el alojamiento de Marambio, muchos científicos realizan campamento en el exterior para poder llevar adelante su tarea de campo. La base propiamente dicha está erigida en una meseta a 200 metros sobre el nivel del mar, pero a nivel del mar, sobre la playa, hay refugios y los científicos pueden asentarse allí para desarrollar sus investigaciones.
“Necesitan conocer cómo va a ser el tiempo en esos días para planificar su tarea de campo y que no los agarre un temporal”, especificó Noemí. De ahí, la vital importancia que tiene su trabajo para que todas las demás actividades puedan desarrollarse de manera segura, por ejemplo, la pista de aterrizaje y despegue tiene que mantenerse operable todos los días puede suceder una emergencia en cualquier momento. Ella realiza pronósticos y la central está en Marambio, por eso siempre se desempeña ahí mismo y no en las demás bases de dominio argentino esparcidas por el atlántico sur. “El SMN tiene una amplia estadía en la zona antártica y realiza sus actividades científicas desde hace muchos años”, informó. La más antigua en operación continua es la estación argentina Orcadas, desde el 22 de febrero de 1904.
La científica aseveró que hay buques extranjeros que llevan una dotación pequeña de científicos durante las temporadas de verano, que en enero y febrero se instalan en la base -a nivel del mar- de Marambio. Cabe consignar que la mayoría de los países miembros del Tratado Antártico mantienen estaciones de investigación científica en la Antártida. Algunas de ellas operan durante todo el año, mientras otras son de carácter temporario y operan solo en verano. “Es un territorio en el que, de acuerdo al tratado, todos tenemos participación si es con fines pacíficos y científicos. La principal tarea de Argentina es mantener la soberanía a través de las seis bases permanentes”, aclaró.
En la base hay una dotación anual de 45 personas, que con las dotaciones temporarias se incrementa a 60 en invierno y en verano puede haber hasta 200 personas trabajando allí, debido a que es la época climática más propicia. De todas esas personas, apenas el 10 por ciento son mujeres.
Con 22 horas de luz solar y un crepúsculo, la temporada estival es la que más rápido se pasa para todos los que van allí, porque aprovechan al máximo el tiempo para trabajar en eso que los llevó a pasar largos meses en el sur del planisferio. Con vientos de hasta 180 k/h y temperaturas que pueden llegar a los -40ºC, el tiempo inclemente no logra torcer la voluntad de esta mujer rubia y de apariencia frágil que guarda una fuerza avasallante en su interior y un profundo amor por el conocimiento.
“Este año la temperatura más baja registrada fue de -33 ºC en julio, con una sensación térmica de -50 ºC. Por norma, si hay vientos de 80 ó 90 k/h, ninguna persona sale al exterior. El meteorólogo sale, hace la observación e ingresa de nuevo, pero no se puede trabajar afuera. No obstante, es muy cambiante el tiempo. Cuando hay actividad aérea prevista se está continuamente reestimando la situación para que la operación se realice con total seguridad”, señaló la especialista.
Una aventura helada
Noemí sacó la cuenta de que ha pasado aproximadamente 1400 días en territorio antártico. De su relato, se desprendió que cuando fue por primera vez, allá por 2005, tenía cinco minutos a la semana para hablar con la familia, pero en la actualidad el desarrollo de la tecnología favorece mucho en estos casos y permite la comunicación permanente por distintas vías.
Consultada sobre qué es lo mejor y lo peor de participar en las misiones antárticas, refirió que “como científica, lo importante es aprender cada día de cada situación meteorológica, del desarrollo nuevo de modelos y tecnologías, así uno va a aprendiendo más sobre el tema. La capacitación es imprescindible”.
Si se tiene en cuenta que en la base deben convivir muchas personas con historias, formaciones, procedencias y temperamentos muy diferentes, el factor humano juega un papel fundamental en el sostenimiento de esta porción de soberanía en el extremo austral. Compartir la estadía con diversas personas, lograr formar equipos de trabajo y llevarlos adelante es algo muy reconfortante para la meteoróloga. “Esas amistades perduran en el tiempo. La parte personal en cuanto a la convivencia es difícil, pero muy gratificante también”, añadió.
Con la nítida sensación del viento en el rostro y el mar inmenso enfrente, la mujer contó que ha vuelto varias veces porque siempre le llama poderosamente la atención el lugar. “Siento una especie de llamado y debo volver, es la energía que uno recibe en ese lugar. Uno sale a apreciar el paisaje, palpar el frío en la cara, se recarga de energía en esos lugares, eso sirve mucho, te lleva a la meditación, a conocerse uno mismo, ver hasta dónde uno puede templar su carácter”, expresó.
Por otro lado, no quiso dejar de agradecer a Dios, a su familia y a todas las personas que le han permitido volver a lo largo de los años. Y destacó que actualmente se halla trabajando para el SMN en Tandil y Capital Federal, colaborando en proyectos antárticos y gestionando todo lo posible para las nueva campañas.
“Sí, voy a volver”, dijo Noemí convencida, y se le iluminó el rostro. Sabe que no faltará oportunidad para reencontrarse con ese fragmento de soberanía nacional hecho de tierra e hielo, bien al sur del mapa.
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