El Ministro de Cultura de la Nación tiene hoy la oportunidad de cambiar la historia
Supongamos que Pablo Avelluto no llega a Tandil por razones climáticas o problemas de último momento. No importa porque esta nota está subida a la web y sus funcionarios se la harán conocer ¿para qué? Porque tal vez esta gestión nacional se ocupe de los que otros no cumplieron y, quizás, le dé fin a la agonía de más de cinco décadas al emblemático Teatro Cervantes.
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Vamos a hacer, para el Ministro y nuestros convecinos –porque siempre es bueno refrescar la memoria-, un poco de historia. En la década del noventa se formó la Asociación pro Recupero del Teatro Cervantes que terminó mal. Se colocó el techo y la membrana, claro, pero el dinero recaudado por el sorteo de un automóvil 0 Km donado por Jorge Blanco Villegas para encarar la segunda etapa de la obra, nunca llegó a destino. Decían en marzo de 1998 los integrantes de la asociación a El Eco de Tandil: “Incluirá la modificación del escenario y su tecnificación que permitirá al Teatro Cervantes integrar los circuitos culturales junto a teatros de nivel nacional”. La segunda etapa nunca comenzó y la comisión se disolvió entre gallos y medianoche.
Evaluar al viejo edificio
“La primera sensación es la de un edificio muy noble, bien organizado como teatro a la vieja escuela. Estamos viendo que tiene la estructura original, y por supuesto el daño de un edificio sin mantenimiento, cerrado, con humedad, pero clara y ciertamente vemos la absoluta posibilidad y certeza total de que se puede recuperar y volver a tenerlo, a darle vida”. Esto lo decía Martín Boschet, asesor de Jefatura del Gabinete del Gobierno de la Ciudad, con motivo de su visita al Teatro Cervantes junto a técnicos del Teatro Colón, en octubre de 2009 cuando vinieron a evaluar el viejo edificio. En ese entonces le decíamos a Manuel Martínez Martínez, titular de la Sociedad Española propietaria del teatro, que a veces las alianzas no terminan bien, habida cuenta de lo que había sucedido con aquella famosa asociación de los noventa. Y eso justamente sentía el vicecónsul de España, que “lo habían dejado un poco solo, que los intentos hechos a nivel Concejo Deliberante local, Unicén, gobiernos provincial y nacional no eran fructíferos que tendría que seguir esperando para volver a reclamar, pedir, rogar”.
Los técnicos del Colón estuvieron una semana trabajando en el teatro, el veredicto fue que después del Primer Coliseo era el Cervantes el que mejor acústica tenía en el país. Lo que significa que cuando en 1887 lo construyó la Sociedad Española de Socorros Mutuos lo hizo perfecto”.
¿Por qué lo dejaron caer así?
El teatro viene cayéndose a pedazos desde hace mil años. En una oportunidad un fuerte viento le tiró parte de la mampostería dejando a la vista la herida del tiempo. Los técnicos del Colón se preguntaron aquel mediodía de hace casi una década “¿cómo es posible que lo hayan dejado caer así?” Al mismo tiempo no dudaron en asegurar que no era momento de darle al lugar la extremaunción sino “enfrentar la realidad y poner manos a la obra”. Cosa que nunca sucedió.
Marcelo Jaureguiberry, arquitecto y director teatral lo llamó joya arquitectónica y después de un profundo análisis sobre el estado del lugar comentó que “todo el interior puede ser refaccionado y esto incluye sus dos pisos de hermosos balcones dejándolo al modelo de teatro que se hizo en Azul en el Español”
Por el Teatro se movilizaron artistas tandilenses en conciertos públicos, se juntaron miles de firmas, como una forma de demostrar que la ciudad nunca dejó de sentir que el lugar merece tener el destino para el que fue construido. Pero aquietadas las aguas de los discursos encendidos y comprometidos el destino del Teatro Cervantes, un edificio de más de cien años y como mínimo cincuenta de malos tratos cuenta cada día que pase cerrado, porque es un día más hacia el final anunciado.
Patrimonio cultural tandilense
El comprador del ex Banco Comercial, Luis Armani –empresario de la construcción- nos dijo en una oportunidad que “no haría nada que fuera en contra de los intereses de los tandilenses; es decir, si hay una decisión Municipal de hacerse cargo del Teatro u otra alternativa que resguardara el emblemático espacio no tendría inconveniente en dar un paso al costado. Pero con las cosas claras. Tanto de uno como de otro lado”.
El Cervantes es patrimonio cultural tandilense y tendría que pensarse en cómo se lo devuelve a su estado natural, reciclado y puesto en óptimas condiciones, a través de inversionistas privados, de lo que fuere. Se podría copiar sin que se dijera que es plagio algo, aunque sea, parecido y en pequeña escala a la puesta en valor del Cine Teatro Grand Splendid de Capital Federal. Sería entonces darle al Cervantes otro destino que no fuera el del pico y la pala: convertirlo en algo similar a El Ateneo de la avenida Santa Fe al 1800 en Ciudad Autónoma de Buenos Aires donde los palcos se convirtieron en balconcitos, en íntimas salas de lectura donde los visitantes repasan sin apuro el material que han elegido para pasar la tarde o para comprar en ese ambiente majestuoso. ¿Por qué no convertir el escenario en un centro de espectáculos locales y foráneos, con un mínimo café y un piano que suene muy suave y haga compañía?
Rock pesado y ministros evangélicos
El Teatro ha albergado tantas actividades en su seno que podría decirse que permaneció vivo, más que nada, por su intención de que en algún momento le permitieran volver a su versión original. Si hasta más de un tandilense dijo alguna vez que se lo había mancillado en su más pura esencia, ya que la Sociedad Española lo alquiló a cualquiera que le hiciera una oferta. Quién sabe cuán buena o mala. Los inquilinos fueron muy heterogéneos, desde espectáculos de rock pesado hasta ministros evangélicos que hablaban acerca de los castigos que caerían sobre los pecadores si no se arrepentían de sus actos. También funcionó allí el Café del Teatro que no habría sido un buen negocio, ya que “el anterior inquilino se habría llevado el tablero de la luz que había en el escenario, las butacas quedaron amontonadas por cualquier lado y hasta usó la sala como depósito del café. De modo que ahora está peor que antes. Ni un fantasma debe quedar entre bambalinas.
No puede obviarse el tema del Teatro Español de Azul que fue puesto en pie, pero participaron la Municipalidad, organizaciones civiles, el propietario del teatro en un proceso que duró 18 años, pero lo hicieron y quedó maravilloso.
El llanto mentido y el aquí y ahora
Hay una anécdota que suena graciosa dentro de la “tragedia”: cuando en plena campaña el político Osvaldo Mercury fue a visitar el teatro y vio el estado en que se encontraba se puso a llorar desconsoladamente. Cuando se recompuso le pidió a su secretario que de lo primero que se iba a ocupar a su regreso a Capital era del Teatro. Nunca supieron nada más de él. Durante los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner se habló bastante del tema, también se trajeron técnicos y expertos en estos temas y Diego y Pablo Bossio se comprometieron a que se pondría en valor este emblema de la cultura. De más está decir que esto nunca sucedió.
El Municipio reparó su frente, le puso luminarias…pero basta con poner la ñata contra el vidrio para ver las ruinas de su interior.
Aquellos que estamos trabajando desde los medios sobre la cultura de nuestra ciudad, nos duele mucho ver que la sociedad pasa indiferente frente al Teatro, ya dando por descontado que una implosión lo convertirá en la nada misma. Se escaparán, si quedan, los fantasmas del teatro. Una pala mecánica levantará los escombros y cualquiera de estos días se levantará sobre ellos quién sabe qué.
Y el Teatro Cervantes será entonces solo un recuerdo. Por eso decíamos al principio que el Ministro de Cultura de la Nación tiene la posibilidad de revertir esta situación.
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