“El Estado le debe pedir al sector científico soluciones concretas a problemas cotidianos”
El responsable del Instituto Pladema, Marcelo Venere, analizó el estado de situación de la ciencia en Tandil y en todo el país. Destacó el trabajo que vienen realizando hace más de 20 años y puntualizó que se puede hacer mucho más por las ciudades.
El desarrollo de la ciencia a nivel mundial avanza a gran escala impactando de lleno en las cuestiones cotidianas de la vida. Casi sin pensarlo, todo el tiempo se interactúa con procesos de inteligencia artificial que nos reducen la cantidad de segundos que invertimos en el día a día.
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A pocos kilómetros del casco urbano se encuentra uno de los lugares que con masa crítica local y regional, nutren de tecnología y soluciones a miles de personas. Es el Instituto Pladema, dependiente de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad Nacional del Centro. Su director, Marcelo Venere, dialogó con El Eco de Tandil, trazó un panorama del trabajo y habló de la necesidad de mayor articulación entre Estado y el mundo científico.
-Han sido un Instituto en constante modificación…
-Nacimos como un Instituto que investigaba plasmas densos magnetizados que es una forma de producir fusión pero crecimos adentro de la Facultad de Exactas, que tiene su carrera insignia que es Ingeniería, con lo cual nos fuimos nutriendo de Ingenieros en Sistema y hoy todas nuestras líneas de acción son en software. Nosotros estamos hace más de 20 años. Se sigue investigando en plasmas densos porque se sigue aspirando alguna vez a controlar la fusión, que es la solución energética del planeta, seguramente vamos a llegar, pero uno se siente cerca de lograrlo pero no. En el área de software armamos un equipo muy sólido y hoy el mundo está en una velocidad vertiginosa en este tema.
-¿Cómo está la ciudad en este tema?
-Nosotros estamos muy bien. Tandil tiene un microclima en software muy interesante y dentro de la Universidad también, con potencialidad de hacer grandes cosas. Hay masa crítica para que ocurran cosas interesantes.
-¿Y cómo aparecen los proyectos?
-Como surgen las líneas de acción son cuestiones medio caóticas. Tenemos dentro del Instituto más de media docena de líneas bastante diferenciadas y nada que ver una con otra. Estamos trabajando, por ejemplo, con realidad virtual y computer graphics, en algoritmos de inteligencia artificial para aplicaciones concretas, generar herramientas para redes eléctricas inteligentes, en temas de medicina también, tratando detectar enfermedades de forma más simple, quizás con una foto uno se pueda dar cuenta si alguien tiene un problema determinado, todo eso tiene atrás software. El equipo interdiscliplinario ayuda mucho porque algoritimia por si solo no alcanza. Nosotros hacemos mucho algoritmia.
-Los algoritmos cambiaron todo…
-Cuando llegué a Tandil hace 20 años empecé dando una materia que era Análisis de Algoritmos que al principio uno podía pensar que era aburrido pero que hoy en día es lo más interesante que está ocurriendo. Los algoritmos hacen que las computadoras entiendan. Muchas nos sorprenden. El avance es por el desarrollo de los investigadores que trabajan en algoritmos. Muchos son matemáticos.
-¿En cuánto nos ayuda?
-Nos ayuda todo el tiempo en la calidad de vida. De hecho, es bastante vertiginoso el modo en que lo hace. Por ejemplo, cuando uno está tipeando en el celular, cada vez es más fácil escribir las palabras y hacerlo más rápido. Eso es un algoritmo que está aprendiendo constantemente. Está bien, ese mismo algoritmo ayuda a otra persona a saber qué querés comprar. Ese es un problema. Hay mucha preocupación por lo que es inteligencia artificial. Dónde deberíamos trazar el límite. Qué deberíamos hacer. En mi opinión no se puede hacer algo. Eso ocurre. No puede dejar de ocurrir, es muy poderoso. Lo máximo que podemos aspirar es que haya un consenso de que la inteligencia artificial no se use para cuestiones destructivas. De ahí a que ocurra es un abismo. Es muy difícil prohibir que ocurran, porque es muy poderoso.
-¿Cuánto ayuda el microclima?
-Las cosas que son disruptivas requieren de una masa crítica de gente que se retroalimenta así misma y por eso hace que esas cosas ocurran. En general en Argentina somos chicos. El mundo es chico. Si uno mira donde ocurrieron las grandes cosas en los últimos años tiene que mirar a Sillicon Valley. Es un entorno disruptivo. Tiene un clima ideal. Nosotros tenemos masa crítica para hacer cosas que son interesantes y que tienen alto impacto en nuestra sociedad. Argentina tiene que replantearse cómo financiamos la ciencia en el país. Para que un país sea desarrollado necesita tener ciencia, no se puede no tener. Es una locura bajarse de ahí. Hasta ahora seguimos una línea limitada que son subsidios. Lo que hace pegar un salto es participar en proyecto de alto impacto con otro financiamiento.
-¿En qué se podría ayudar?
-Por ejemplo, el tránsito en Tandil. Es un horror. El diseño de las calles y todo. Hay errores a manojos. ¿Por qué el Estado no le pide al sector científico que aporte una solución?. El impacto económico que tiene que el tránsito sea un caos es muy alto. Es más, no lo estamos midiendo, si lo haríamos nos asustaríamos. Yo una vez hice la cuenta de cuántos litros de nafta nos cuesta al año un lomo de burro en determinada calle. Es tremendo. Más de tres mil litros por año solo considerando los autos. La acción de frenar y seguir, esa pavada, cuesta tres mil litros al año. No es una forma inteligente. Son soluciones rápidas y eficientes.
-¿Cómo se logra el cambio?
-A la ciencia en Argentina hay que incentivarla y ponerla en otra escala. Los recursos que maneja el Instituto, porque nos movemos en buscar financiamiento, son diez veces más de lo que tenemos en subsidios, en orden de magnitud. Eso se podría potenciar más. La posibilidad de crecimiento es muy grande.