ILUSTRACIÓN
Con menos líneas, se puede contar más
Braian Ruiz creció en la librería de su padre. Salía de la escuela y se quedaba hasta la noche dibujando, leyendo, escribiendo, jugando con plastilina, hasta que descubrió que dibujar podía convertirse en un trabajo.
Por Salim Othatceguy (*)
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Brian Ruiz estudió en el Instituto del Profesorado de Arte, IPAT, con un año de formación básica y cuatro años de carrera, especialidad dibujo. Hoy se dedica de lleno a la ilustración. Con 150 mil seguidores en Instagram, se siente agradecido de las devoluciones que recibe de su público.
-¿Cuándo empezaste a pensar en dibujar?
-De niño, pero fue en octavo grado de primaria que, haciendo un coliseo romano, mi profe me sacó el dibujo y se fue del aula. El profesor era un escultor que hizo remodelaciones en Italia. Un tipo muy groso, Alejandro. Se llevó el trabajo por 15 minutos y todos miraban diciendo ‘¿qué hiciste?’ ‘¿por qué se fue?’. No entendía nada. Él volvió a los 15 minutos y me dijo ‘le mostré tu dibujo a toda la escuela’, ‘deberías dedicarte a esto’. La verdad es que dibujaba porque me gustaba. Le metía muchos detalles porque me divertía, ahí me quedó el bichito de que uno se puede dedicar a dibujar.
Convertir el dibujo en trabajo
-¿Cuál fue tu primer proyecto a nivel profesional?
-En 2015 empecé a hacer historietas. Se enfermó mi papá y sufrí depresión. Cuando dibujaba, podía contrarrestarla o así creía, entonces me puse a dibujar mucho, mucha historieta, y hacer cinco o seis historietas por día. Era una locura, pero me hacía bien. Pasé un año dibujando y Mariano, que estaba en el equipo directivo IPAT, me dijo ‘che, qué bueno lo que hacés, ¿por qué no lo organizás, lo ordenás y publicas’. Le digo ‘a quien le va a interesar esto’. Entonces lo que hice fue unificar formatos, técnicas. Tenía 300 ó 400 dibujos. Elegí 100 y jugué a que lo iba a editar yo, lo abroché, le puse tapa, lo diseñé como si fuera un libro de verdad y después busqué una editorial independiente en Buenos Aires, hasta que una me dijo que sí.
-¿Cómo fue el proceso editorial?
-Me preguntaron cuántas copias y les pedí pocas porque no tenía expectativas de nada. Pedí 150 y así tuve el primer libro, Garabatos. Quería un nombre que pudiera representar un universo de personajes. Al tiempo me preguntaban ‘¿y el dos?’. Era el primero, recién me largaba, fue una aventura. Lo presenté en Buenos Aires y en Tandil, en la Feria del Libro. Y se agotaron al mes. Yo pagué la impresión, vendí la mitad y con eso pagué la impresión. La primera venta fue para recuperar la inversión.
-A partir de ahí, ¿qué pasó?
-En segundo año de la carrera dije ‘esto por ahí está bueno', fue cuando ocurrió lo del libro. A la gente le gustó, me piden el segundo, y se empezó a expandir, de a poco, hasta un límite que nunca sospeché. En paralelo, publiqué otro libro de cuentos cortos. Hice una antología de 20 cuentos de humor cortos y el IPAT lo publicó por su lado.
Preferencias
-¿Sobre qué ilustrás? ¿Cómo definirías tu estilo?
-En realidad varié. Empecé haciendo humor gráfico, que es lo que más me divierte con mis personajes, después me fui un poco a la ilustración de canciones, situaciones que no tenían que ver con los personajes, sino con el desamor y el amor, eso me divertía. Y volví a la historieta. El año pasado hice una novela gráfica, ese fue también un desafío, es llevar la historieta a un nivel más narrativo.
-¿Que tienen que tener tus ilustraciones para que estés contento con el resultado?
-Soy muy detallista, no puedo ver una línea de más, ni corrida, ni pasada. Tiene que estar bien pintado, me molesta que quede espacio entre un color y la línea. Soy muy detallista.
-¿Tenés paleta de colores?
-Sí, uso mis colores y voy poniendo nuevos, agregando nuevos para jugar con el corazón. Probé varias formas para componer, ahora lo que uso es un fondo blanco. Usar cada vez menos trazos y transmitir más el mensaje. O sea que menos líneas, puedan contar más. Esa es mi obsesión ahora. Me gusta que sea armónico, prolijo, que tenga una doble lectura en general. No me gusta el camino fácil.
-Además de ilustrar, ¿disfrutás leer?
-Me encanta. Todos los meses compro un par de libros nuevos, porque también los colecciono, sigo con el formato físico de los libros. Siempre fui muy fanático de las revistas de los domingos que traían a Inodoro Pereyra, Mafalda y Caloi; cortaba esas hojas y las guardaba en la carpeta.
Referentes
-¿Quiénes te inspiran?
-La mayor inspiración fue del maestro Quino, también Fontanarrosa y Caloi, son los tres que más me marcaron de muy niño. Todos los días de domingo, recortaba las revistas porque no lo podía creer. Tenía las revistas Fierro que leía mi papá. Quería contar historias, era lo que más me apasionaba. Yo veía a Liniers y a Quino y pensaba que era mucho más ‘sencillo’ lo que hacía Liniers. Decía ‘no dibuja tantas líneas como Quino, se puede dibujar entonces’. Después me di cuenta que lo de Liniers es súper complejo.
-¿Cuál sería la diferencia?
-No sólo por el contenido sino por el trazo. Quino hacía 14 mil líneas por dibujo, y Liniers, no. Se puede hacer historieta sin dibujar como Quino, eso aprendí. Fue la ingenuidad de niño que me ayudó a lanzarme. Y tomé algunas cosas de Liniers, como la nariz naranja de mi personaje, que lo dejé como una huella de cómo empecé. La gente me pregunta ‘¿por qué tienen nariz naranja los personajes?’, ‘por Liniers’
-¿Lo pudiste conocer en persona?
-Sí, lo vi dos veces. La última fue en el teatro, en El Cielito, que toco Kevin Johansen. Y estábamos justo con la campaña del edificio digno de IPAT. Así que fuimos con él atrás y se sacó foto con el cartel, fue muy generoso. Muy buen tipo. También lo encontré en la Feria del Libro.
Reconocimiento
-¿A qué se debe que tengas tantos seguidores en Instagram?
-Fue una conjunción de varias cosas. Siempre hubo un equipo detrás: mi familia, mis amigos que siempre me dan una miradita en lo que hago o me compran un libro. La amistad y la familia son eslabones muy fuertes en cualquier proyecto personal. Siempre se termina convirtiendo en proyecto plural o familiar. Es un engaño decir que los libros son sólo proyectos míos, porque hubo mucha gente que los vio, que me hizo devoluciones, que me acompaña día a día, etcétera.
-Así fuiste creciendo…
-Hubo mucha aceptación, incluso Nick compartió un dibujo mío. Siempre digo que fue algo agridulce (risas), pero está bueno el reconocimiento. Era un dibujo de una persona que preguntaba: ‘¿todavía me amás?’ y la chica decía ‘no’, pero el globo de diálogo era un corazón. Tenía una doble lectura.
Eso evidentemente le gustó y se viralizó mucho ese dibujo, me ayudó a crecer. Una vez que junté un público grande, dejé de depender de externos para poder llevar mi material a otro lado. Digo ‘me sigue gente de todo el país, no me hacen falta librerías para que quieran un libro, se los puedo enviar’. Entonces empecé a enviar libros, me escribieron empresas para hacer agendas, cuadernos, tazas, remeras. Entonces, ahí empezó a crecer de a poquito.
-¿Cómo es llegar a tanta gente?
-Yo creo que es un regalo. No hay muchos haters de mi lado, porque no me meto con nadie. En particular, porque a mí me gusta contar historias, no narrarlas. Me gusta inventar. La devolución de la gente es lo más valorable, si bien no le puedo poner cara a la gente porque es virtual, he tenido unas devoluciones que me han llenado mucho. En la pandemia, por ejemplo, me dieron de comer. En la pandemia yo perdí un trabajo en un jardín privado, por obvias razones. Empecé a vender libros, agendas, cuadernos por todo el país y con eso yo viví.
Para agendar
Para seguirlo en Instagram: braianruiz_ilustraciones.
(*) Esta nota forma parte de la serie de entrevistas realizadas bajo la tutela de la profesora Carolina Cordi por alumnos de Practica Profesional 1, en la carrera de Comunicación Social para el Desarrollo del ISFD y T10, cada uno de los cuales eligió a un entrevistado.