Educación
A los 73 años, María Elsa López se recibió de Maestro Mayor de Obras en la Escuela Técnica 2
Recién pudo terminar la escuela secundaria de adulta porque en la adolescencia empezó a trabajar en su Santa Fe natal y la vida la llevó por otros caminos. Luego de cursar dos años en Abogacía en Azul, se anotó en la Técnica 2 y completó los tres años de la carrera de Maestro Mayor de Obras. Apuesta por seguir capacitándose y por derribar prejuicios en torno a la edad y las posibilidades
María Elsa López tiene 73 años y recientemente alcanzó un logro personal que derriba dos prejuicios. Por un lado, que la edad es un límite para estudiar y, por otra parte, que la carrera de Maestro Mayor de Obras no es un ámbito que suele ser elegido por mujeres.
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El mes pasado, Elsa culminó sus estudios en la Escuela Técnica 2 y apuesta por seguir perfeccionándose toda la vida. En diálogo con el programa “Informadísimas” (ECO TV y 104.1 Tandil FM), contó parte de su historia, cuyos orígenes se remontan al campo y la cosecha de algodón en Santa Fe.
Ella terminó la secundaria ya de “grande” porque antes no pudo estudiar. La necesidad de subsistir la empujó a trabajar de mil cosas y enfatizó que “éramos muy pobres, no había recursos y era imposible”.
Ya en Buenos Aires, trabajó como enfermera en una época en la que no se exigía la titulación de grado y en la que la formación pasaba por otro lado, en los hospitales y al ritmo de las urgencias. Tras 30 años al servicio de la salud, se jubiló y empezó otro recorrido vital.
La educación como oportunidad
Con dos hijos y cinco nietos, terminó la secundaria para adultos en Tandil y cursó dos años de Abogacía en Azul, pero dejó de asistir porque se dedicó a cuidar a su suegra y no pudo sostener la exigencia de los viajes y el estudio.
Más tarde se planteó la idea de retornar a las aulas y su hija Romina -pilar fundamental en su carrera- le sugirió que siguiera Medicina, carrera que descartó por la cantidad de años y la intensa demanda de tiempo. Como siempre le gustó trabajar con las manos, recaló en la tradicional escuela “Felipe Senillosa” para iniciarse como Maestro Mayor de Obras y descubrió un mundo nuevo de la mano de la educación técnica y pública.
“No lo pude hacer antes pero no es difícil, es ponerse y tener constancia. No falté nunca”, describió con orgullo.
Pero el camino no fue un jardín de rosas y durante el cursado de la carrera debió enfrentar la mirada prejuiciosa de compañeros y docentes. “A veces la gente joven piensa que uno llega a una edad y creen que es un descarte. No es así, me considero mucho más joven que los chicos que están ahí”, compartió entre risas.
Prejuicios
El edadismo se basa en el estereotipo, prejuicio y discriminación hacia las personas de ciertas edades debido a la afectación o deterioro natural de su salud o sus capacidades. Incluso, este ha sido señalado como la tercera forma de discriminación, después del racismo y el sexismo.
La edad es una de las primeras cosas que observamos en otras personas. En consecuencia, el edadismo surge cuando los años que tiene una persona se utilizan para categorizarlas y dividirlas por atributos que ocasionan daño, desventaja o injusticia, y menoscaban la solidaridad intergeneracional. Es decir, se excluye a las personas mayores de la vida social o de diversos hechos colectivos por ser considerados “demasiado viejos” para ejercerlos.
Si bien es cierto que cada cultura tiene actitudes distintas hacia la edad y el envejecimiento, ninguna está exenta de prejuicios sobre la cuestión etaria y esto explica un poco lo que le sucedió a Elsa en ese momento.
En tal sentido, le costó integrarse para armar equipos de trabajo y de estudio, pero como todo en la vida, también encontró personas que le allanaron el recorrido y la trataron como lo que era, una par.
“Me iba llorando muchas veces, pasaron dos años en los que me iba triste hasta que un día me rescaté y me dije: ‘soy una persona de mucho carácter, si vengo es para hacer algo’”, sostuvo.
Con determinación y ganas, pudo avanzar y finalizar sus estudios. En este marco, recordó el trabajo de profesores como el arquitecto Luis Jarque quien, según refirió, se puso la tarea educativa al hombro para sacar a sus estudiantes adelante y combatir los escollos del camino.
Ahora, Elsa anhela continuar estudiando y capacitándose porque se probó a sí misma y a los demás que no hay edadismo que valga para aprender y perfeccionarse, y que las aulas son para todos. Mientras tanto, aprende también carpintería y se anotó en un curso de periodismo y locución.
“Ya quisieran los jóvenes llegar así a mi edad”, bromeó entre risas, con el espíritu intacto y dispuesto a ver qué más tiene para ofrecerle el mundo.