Un cuento de fútbol y crónica policial para pasar la cuarentena
Cómo venimos haciendo desde que comenzó la cuarentena, compartimos diferentes materiales para pasar el tiempo en casa. Ahora, un cuento del escritor y libre pensador tandilense, Sergio López.
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Paganos vs cristianos
El veintinueve de junio de mil nueve noventa y seis, diez años justamente después del logro del mundial de México en el estadio azteca, se disputó y quedo marcado para siempre en la ciudad de Mercedes, provincia de Corrientes, el partido de fútbol que alimentó las crónicas policiales y enlutó a esa provincia entera de la región mesopotámica.
Cuando viajé a Corrientes, visité el santuario del Gauchito Gil y allí me contaron la famosa historia de aquel encuentro y su trágico desenlace.
Muchas cintas rojas acompañaban la foto de un hombre joven.
– Es Ricardo Ferre, un puestero del campo “La Argentina”, nacido y criado en Mercedes , padre de dos hijos y casado desde hacía siete años – me dijo un joven al notar mi atención – este gaucho correntino, como tantos otros, era devoto del Gauchito Gil desde los diez años de edad inculcado por su padre, otro paisano nativo de corrientes que creía y ponía su fe en la figura de Antonio Mamerto Gil, gaucho correntino que vivió y murió en Corrientes y que para todos nosotros es el héroe y el santo.
Me interesó la historia y entonces, averiguando por los lugareños, me pude enterar más.
El campo “La Argentina, era propiedad de la familia Alonso Tumbes, que, además son dueños de campos en toda la provincia de Corrientes: Mercedes, Goya, Curuzú Cuatiá hasta Paso de los Libres. Una familia de la aristocracia correntina, integrantes de la política de la provincia y de la iglesia. Desde sus orígenes gente acomodada, con historia unitaria en sus comienzos y conservadora en la actualidad, y “también cristiana”, como le gusta decir a una integrante de la familia Alonso Tumbes.
Ricardo Ferre trabajó desde adolescente en el campo de esa familia, tenía a su cargo a diez peones durante todo el año y en los tiempos de cosecha, cuando llegaban los trabajadores golondrinas el número se duplicaba.
En esa situación conoció a Darío Reyes, un porteño del barrio de Colegiales que pasó por los yerbatales de la familia Alonso Tumbes durante cinco cosechas consecutivas y entabló una relación estrecha con Ricardo Ferre. En el año mil novecientos noventa, Reyes le había regalado un libro con la biografía de Agustín Tosco y esta lectura le cambió la mirada por completo sobre las cuestiones laborales. A partir de entonces se instruyó lo suficiente para poder participar de las discusiones con los dueños de estancias y formó parte de las juventudes rurales, sin imaginar que esta manera de pelear por los derechos de los peones rurales, sumado a sus creencia en la figura pagana del Gauchito Gil le iba a traer serios problemas con un final trágico.
En los campos de la familia Alonso Tumbes y en especial en la estancia “La Argentina” había construidas varias canchas de futbol, idea copiada por sus dueños de sus viajes a Londres, donde en los palacios siempre hay un lugar destinado para hacer deportes.
A tal punto fueron importantes esas canchas que la estancia “La Argentina” fue, por un lapso, un lugar de entrenamiento del equipo Mandiyu de Corrientes, cuando hacia las pretemporadas mientras jugaba en primera división. Hasta tuvo en su equipo a un jugador miembro de esa familia estanciera que llegó hasta la reserva. Luego por decisión familiar se fue a vivir a Qatar donde emprendieron negocios inmobiliarios y petroleros.
La estancia era manejada por Clemente Alonso Tumbes, el segundo de cuatro hijos, contador de profesión y presidente de la sociedad rural de Corrientes. Con su grupo de amigos y colegas, los sábados a la tarde jugaban al fútbol en una de las canchas construidas en la estancia. Participaban del torneo inter countries, un torneo anual que era exclusivo para gente que vivía en barrios cerrados o allegados a algún miembro del equipo y aprobado por la organización.
Los peones en cambio, que tenían libres los domingos, aprovechaban para jugar un campeonato en la ciudad. Habían armado un equipo por el que tenían gran orgullo y sentido de pertenencia. El torneo más importante para Ricardo Ferre era el que se disputaba el ocho de enero, en conmemoración al Gauchito Gil, fecha de real importancia para este peón rural infaltable para ese momento.
Mientras tanto, entre partido y partido, en el año mil novecientos noventa y tres Ricardo Ferre organizó el primer paro de actividades rurales en la provincia de Corrientes a raíz de una fuerte discusión con Clemente Alonso tumbes por cuestiones de cobertura social para la peonada no resuelta. Acompañado de la mayoría de los trabajadores del campo, durante veinticuatro horas no hubo tareas en la estancia y Ricardo Ferre las transitó arriba de un caballo con una vincha y un pañuelo rojo en clara referencia hacia su dios pagano: el Gauchito Gil.
Ahí comenzó una persecuciónde parte de los Alonso Tumbes hacia Ricardo Ferre por varias razones que no fueron estrictamente sindicales. Entre otras cosas quisieron difamarlo y acusarlo de cuatrerismo, denuncia sin fundamento que no logro prosperar. Sin embargo, luego del paro, la poderosa familia decidió echarlo por cabecilla.
Una movilización nunca antes vista en Mercedes acompaño y defendió a Ricardo Ferre. Con el apoyo de un abogado laboralista lograron que la medida quedara sin efecto.
Como consecuencia, la relación entre patrón y empleado había entrado en un conflicto casi diario, donde uno con actitudes de déspota, quería lograr que Ferre hiciera algo para tener el justificativo para despedirlo. No lo logro jamás, pero, encontró en su mujer la manera de descargar su odio, sabiendo que ella jamás diría nada a su marido. Carmen Mujica, la esposa de Ricardo estaba cumpliendo tareas domesticas en la estancia y fue ella quien sufrió el maltrato psíquico de su patrón Clemente Alonso Tumbes.
A pesar de todas esto, en el año mil novecientos noventa y seis, Ricardo Ferre organizó un escrache, al querer la institución homenajear a Faustino Fano presidente de la Sociedad Rural Argentina durante el gobierno de facto de Juan Carlos Onganía. Nuevamente este gaucho correntino montado en su caballo con vincha y pañuelo rojo gritaba a viva voz acompañado de la peonada y otros compañeros del sindicato de SMATA hizo suspender el acto.
Ese mismo fin de semana en la catedral de Nuestra Señora del Rosario en la capital correntina, el sacerdote en la misa de los domingos a las diez de la mañana se lo escucho decir “no es de buen cristiano el andar adorando cualquier imagen” en clara referencia al líder sindical en el que se había convertido Ricardo Ferre y su creencia en su dios pagano el Gauchito Gil.
El ocho de Enero siguiente, fecha que se conmemora la figura del Gauchito, los patrones argumentando cuestiones laborales, extendieron la jornada de trabajo para hacer imposible la salida y la visita del santuario así como también la imposibilidad de jugar el torneo que se realiza para esa fecha.
Ricardo Ferre decidió en ese momento que no iba a perder sin luchar.
Seis meses después, en el torneo de futbol que se realiza todos los veintinueve de junio para festejar el campeonato mundial obtenido por Argentina en mil novecientos ochenta y seis en México, puso toda su bronca al descubierto.
El equipo que formaban los dueños y encargados de campos iban a participar por primera vez. El equipo Mandiyú de Corrientes le dio (a cambio de una buena suma de dinero)na tres jugadores que tenia a prueba en ese momento, uno era Eduardo Bennett un hondureño que era Atleta de Cristo, lo cual encajaba en la creencia del equipo, los otros dos eran los uruguayo Héctor (el indio) Moran y Fernando Kanapkis. El nombre del equipo era “Virgen de Itatí”. Su camiseta era de color blanco y amarillo, emulando los colores de El Vaticano
El equipo de los peones rurales, llamado “Los Paganos” lucía remera roja con la estampa del Gauchito Gil en el frente. Tenían como arquero a un cura excomulgado que venía de Margarita Belén y de número nueve jugaba Javier “guadaña” Carrizo que era seguidor de “San la Muerte”.
El partido entre estos dos equipos se produjo en la semifinal del torneo, Ricardo Ferre jugaba de cinco y Clemente Alonso Tumbes de nueve. Terminado el primer tiempo el partido estaba dos a cero para el equipo de Virgen de Itati con dos goles del hondureño.
Y luego, ya no hubo mas partido ni campeonato, porque en el entretiempo, Ricardo Ferre entró a su vestuario y, sin más trámite, saco de sus ropa una pistola bersa, y con ella en la mano se dirigió al de su rival y buscó a su enemigo.
Miró fijo a Clemente Alonso Tumbes y le gritó:
– ¡Un hombre malo jamás hace el bien después de muerto! – Y le pego dos tiros en el pecho.
Cayó muerto y, sin pensarlo, en un acto de revancha acumulada, también mató al capataz del campo yerbatero “La Calandria” y al consignatario de hacienda que lo había denunciado falsamente por abigeato.
Luego, Ricardo Ferre se dirigió a su casa en el campo, dejó la pistola arriba de la mesa, sacó la pava de la cocina a leña y espero por su justicia.