Mal humor
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Es evidente que muchos argentinos vivimos de mal humor y hasta indignados por los acontecimientos diarios, que ya dejaron de asombrarnos para pasar a alarmarnos al encontrar nuestros derechos, seguridad familiar y personal avasallada por una sociedad cada vez más enferma. No sólo es enferma por su permanente falta de respeto hacia los límites con que debería manejarse para poder realmente vivir en ?sociedad?, sino que hace gala de una enorme hipocresía, condenando actitudes de otros sin primero analizar su propio comportamiento.
Esto no sólo es válido en lo que hace al medio en que nos movemos diariamente, sino que lo es también en nuestras propias consideraciones de los acontecimientos mundiales. Valgan como ejemplos las diferentes ópticas con que se juzgan hechos como los protagonizados por los Estados Unidos en Irak, con falaces argumentos pretendiendo justificar su intervención; los de la Unión Soviética, invadiendo países despóticamente; China que so pretexto de mostrar cara reluciente en el concierto mundial, victimiza a sus propios ciudadanos para que no evidencien sus miserias.
Sin embargo, este mundo ?civilizado? que hoy nos corresponde vivir no puede cambiar si no es parte del correcto ejercicio de la ?libertad?. Un pequeño vocablo usado irresponsablemente por quienes desde cualquier ideología o conveniencia política o simplemente personal, que no hacen más que pisotear los derechos de aquellos a quienes gobiernan y dicen representar. No es menos cierto que en lo individual también nos comportamos en igual forma, no respetando los derechos de quienes nos rodean, satisfaciendo únicamente nuestros propios deseos y caprichos.
Simplemente, se trata de reconocer que invariablemente mis derechos comienzan y finalizan, precisamente, donde comienzan y finalizan los del que tengo al lado. Respetando esa premisa, podríamos disfrutar de una vida saludable y llena de satisfacciones, no tan solo en lo material, sino en la evolución diaria y constante como personas. En este sentido valdría la pena recordar que uno de los principales motivos de muestro mal humor radica en la impunidad con que se manejan los marginales.
Estos marginales no son sólo aquellos que delinquieron robando, violando o matando, sino también aquellos a quienes la sociedad les ha encomendado el difícil e imprescindible deber de apartar de la sociedad a esos delincuentes. Sin embargo, esos magistrados o mandatarios de la sociedad que los sostiene son tan o más delincuentes cuando permiten y posibilitan con sus fallos y acciones que aquellos a quienes llamamos con razón ?delincuentes? deambulen impunemente entre quienes pretendemos vivir en sociedad, e invariablemente para repetir su raid delictivo y atentatorio contra la sociedad a la que no respetan ni valoran.
Si nos detenemos a analizar nuestro propio comportamiento, seguramente, encontraremos variados y múltiples motivos para ver que no honramos a la ?libertad?, que no implica hacer todo aquello que se nos ocurra o venga en gana, sino sólo aquello que no afecte ni ofenda los derechos y dignidad de quienes nos rodean.
Honrando a esa libertad, sin confundirla con libertinaje, podremos realmente vivir en sociedad. De otra manera, el individuo debería vivir en condición de ?solo?, pero no existe lugar en el mundo donde pueda hacerlo y la humanidad eligió precisamente vivir en sociedad, para la cual se impusieron los límites que permiten hacerlo razonablemente. Aquellos que libremente decidieron no respetarlos deben ser apartados de esa sociedad a la que no quieren pertenecer, pero de la cual se sirven e impedirles que repitan una y otra vez las mismas tropelías. Repito, esto vale también para aquellos que, debiendo poner límites a esas vulneraciones, se valen de una embaucadora dialéctica para dejar a los delincuentes entre nosotros.
Existe un camino para que la sociedad se desenvuelva aceptablemente, es conociendo nuestros derechos y haciéndolos respetar, así simultáneamente respetaremos los de los otros. Ojalá lo podamos interpretar y llevar a cabo.
Julio Pérez Roca
DNI 5.191.636
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