Calidad de vida
Magdalena Mariano, de la danza a Aguahara, comparte una experiencia acuática consciente que ya es un auge
Magdalena es profesora de Danzas Contemporáneas y, en medio de una búsqueda por resignificar su vocación, apareció Aguahara, una técnica de relajación y movimientos conscientes en el agua que tiene una gran aceptación en la ciudad. Como facilitadora de esta práctica, pretende sacar la belleza interior de cada persona y acompañar a crear una experiencia única y personal desde el cuerpo.
Magdalena Mariano tiene 30 años y desde pequeña vive en Tandil. Se recibió de profesora de Danzas Contemporáneas en Mar del Plata y buscando qué vuelta de rosca darle a su trabajo, se embarcó en diferentes experiencias y formaciones que la ayudaron a descubrir su camino.
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Además de ejercer la docencia en distintos niveles, es instructora de Pilates, de Yoga Integral y de Aguahara, una técnica novedosa que ha tenido una gran aceptación en Tandil.
Aguahara es un trabajo acuático consciente –puede ser danza acuática, meditación en movimiento o estiramientos y masajes–, siempre basado en la escucha del propio cuerpo. Hay una intención de relajar, de entrar en estado meditativo, pero, en definitiva, se trata de encontrarse con uno mismo. El método fue desarrollado por el investigador alemán Alexander Siebenstern, que nació junto al mar Báltico y vivió toda su vida en contacto con el agua.
Así, en la sesión surge la posibilidad de observar las tensiones, las realizaciones y alegrías, y todo lo que pueda surgir en contacto con el agua, ese líquido tan primigenio que posibilita la vida y que retrotrae al vientre materno.
Todo esto lo cuenta Magdalena en una charla con El Eco de Tandil, en la que con profunda dulzura compartió que siempre estuvo embarcada en búsquedas en torno a su vocación y de a poco, las oportunidades fueron apareciendo.
-¿De qué manera te iniciaste en Aguahara?
-Una noche estaba mirando videos en YouTube y apareció un video de Watsu, que es otro método de trabajo corporal en el agua y se lo comenté a una amiga que es profesora de expresión corporal. Ella me dijo que se trataba de Aguahara pero a mí ese nombre no me sonaba, pero insistió en que tenía que ver de qué se trataba porque me iba a volver loca. Y me puse a buscar videos e información. Indagando un poco más, me enteré de que había una formación en las Termas de Guaviyú, en Uruguay, que dictaba Siebenstern, y hacia allá fui. Fueron 15 días tipo retiro, viviendo en comunidad, haciendo trabajos en el agua y en la tierra, que se hacen otras experiencias de trabajo físico consciente
-¿Cómo empezaste a ofrecer esta experiencia en Tandil?
-Vine muy embalada y me puse a conseguir piletas, a mandar mails para ver qué pasaba, sobre todo para no olvidarme de los movimientos. Lo hacía con cierta ingenuidad porque era un proceso que empezaba a decantar. Y un día caminando por Pinto pasé por el hotel Plaza, entré y pregunté, y justo estaba uno de los dueños, Miguel, que me ofreció el espacio para practicar. Entonces empecé a ir con personas de mi confianza para afianzarme. Me abrieron las puertas sin ningún problema y es algo que agradezco de corazón.
Después, de a poco, comencé a buscar otros lugares para ofrecer la experiencia en diferentes espacios y hubo una gran apertura en un montón de lugares, en hoteles y complejo de cabañas. Y se fue dando, la verdad es que nunca lo pensé como una vinculación laboral sino como algo extra, como algo más para mí.
La carrera de la danza es hostil y la disponibilidad del cuerpo no siempre es la misma, hay otros métodos de encuentro con el cuerpo que son más amables, como el yoga y Aguahara, por ejemplo.
-¿Te sorprendió la buena recepción que tuvo en la ciudad esta técnica?
-Sí, no pensé que iba a ser así, la apertura de los espacios, tanta disponibilidad de piletas, la receptividad de la gente. Más allá de mi experiencia personal y de cómo me había atravesado a mí, eso es muy subjetivo y no sabía si iba a gustarle a los demás tanto como a mí.
-En concreto, ¿de qué se trata una sesión?
-Es una experiencia de meditación y relajación dinámica en el agua porque es en movimiento, aunque hay espacios de quietud, y se invita a la persona a un estado de presencia, de silencio, escucha e introspección, es una experiencia intransferible.
También es un espacio abierto a la improvisación porque yo no sé qué va a pasar en el encuentro, cómo es la persona que viene, su vínculo con el agua. Me gusta aclarar que no es una terapia y que yo no soy una terapeuta. Por supuesto que la experiencia tiene alcances terapéuticos porque el agua de por sí lo es y la sesión se adapta a cada persona. Tengo una conversación previa antes de comenzar, hago algunas preguntas y creo un espacio vacío para que expresen lo que quieran.
La sesión dura algo de 50 minutos y en todo ese tiempo la persona tiene el poder de terminar la sesión, de indicar que algo no le gusta, de preguntar algo, de sumergirse o no, de establecer por sí misma el tiempo de sumersión. Es la voluntad consciente de cada persona y hay quienes prefieren no hacerlo.
-¿Qué te da el agua?
-El agua relaja, nos ayuda a soltarnos, a encontrarnos desde un lugar no verbal y es una experiencia cocreada. Quiero generar la mayor posibilidad de libertad en la sesión; yo no doy la sesión, sino que aprendo y recibo, facilito lo que el agua propone, el masaje lo hace el agua y se genera una experiencia muy genuina.
También soy muy cuidadosa con las palabras y con todo, prefiero detenerme un kilómetro antes que pasarme cien metros, porque las personas somos muy delicadas y soy muy cautelosa.
Hay gente que le tiene miedo al agua y hay que ser cuidadoso con eso, se puede flotar tocando el borde de la pileta y eso puede ser mucho para alguien, por eso hay que correrse de las expectativas.
-¿Existe algún requisito para acudir a una experiencia de Aguahara? ¿Todos pueden hacerlo?
-Me gusta sugerir que no coman dos horas antes para evitar que les caiga mal. Y después no, solamente llevar los elementos personales y estar abierto a la experiencia de encontrarse con el agua desde un lugar no convencional.
Se puede trabajar de manera individual, en pareja (sentimentales, padres e hijos, amigas), o grupal. Con niños no he trabajado mucho y las veces que lo hice siempre con la madre o el padre en el agua también.
Las embarazadas pueden hacerlo a partir del tercer mes y hasta los ocho, por las dudas. Es hermoso para las embarazadas por el tema de la gravedad, poder entrar al mundo horizontal y desprenderse del peso de tu cuerpo. Me gustan las parejas gestantes también, ver cómo se conectan con el bebé y las panzas se mueven.
Hay una palabra, ‘íntasis’, que significa belleza interior, y la sesión despierta eso, algo interno muy hermoso y preciado de cada persona.