ENTREVISTA IMAGINARIA SOBRE BASE REAL A DOROTHEA FUGL, LA ESPOSA DE JUAN
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La doctora en Historia María Mónica Bjerg, tandilense, que ahora trabaja en la Universidad Nacional de Quilmes, es descendiente de dinamarqueses.
Los mismos que por centenares, llegaron de la mano de Juan Fugl en la segunda mitad del siglo XIX y contribuyeron fuertemente al crecimiento pujante de esta ciudad y alrededores.
En el libro ?Vivir entre dos mundos. Las fronteras del sur de la Argentina. Siglos XVIII y XI?, publicó un artículo titulado ?La vida de una mujer europea en un pueblo de frontera?, referido a Dorothea, la mujer de Juan Fugl.
Con el debido respeto por la valiosa investigación y por la histórica figura, publicamos una síntesis a través de una entrevista imaginaria.
O mejor dicho, solamente las preguntas son imaginarias. Haga de cuenta, querido lector, que a través de un túnel del tiempo pudimos sentarnos en sendos sillones, mano a mano, con aquella pionera. El brillante trabajo de Mónica Bjerg y los diarios que dejaron Dorothea y Juan, para la posteridad, hicieron el resto.
ENTRE EL PARENTESCO Y EL AMOR? LAS MIRADAS?
-¿Es cierto que usted tenía un parentesco directo con Juan Fugl?
-Sobrina. Yo apenas tenía ocho años cuando él abandonó Lolland con rumbo a Buenos Aires primero y al Tandil más adelante. Mi papá era un granjero que estaba bastante bien económicamente y se casó con la hermana mayor de Juan.
-Entonces ustedes se empezaron a mirar con otros ojos? recién después del primer regreso de Fugl a su tierra.
-Así es. Yo me casé a los veinte años, el 25 de junio de 1859. El ya andaba por los 48.
-¿Cómo reaccionó su familia?
-¿Con respecto al casamiento o por mi decisión de acompañarlo a Juan al Tandil?
-Las dos cosas.
-Entiendo que ha sido muy duro para ellos, porque esperaban que yo me casase con algún muchacho de nuestra aldea, Lolland, y estuviese bien cerquita de mis padres. Además, había sido elegida heredera por ser la menor de tres hermanas.
SUEÑOS DE AVENTURA Y UNA VIDA DISTINTA?
-¿Por qué lo siguió a Juan Fugl? ¿Por enamoramiento o por sed de aventura?
-¡Mmmhh! ¡Qué pregunta! Yo creo que en el fondo me fascinaba sobremanera aquella vida libertaria que había emprendido Juan. Tal vez lo haya idealizado por eso también. Pese a mis modales algo refinados, me consideré siempre una muchacha soñadora. Ya cuando empecé a ser adolescente sentí que quería para mí misma algo distinto a esa vida por tantos siglos igual, que mis ancestros habían transcurrido en aquella isla de pescadores y campesinos.
-¿Se vino para estas tierras a poco de casarse?
-Apenas dos semanas después. Salimos en pleno verano, mes de julio, y llegamos cuando estaba por terminar el verano de aquí, de principios de 1860. Llegué embarazada de algunas pocas semanas.
?ESTO ERA APENAS UN CASERIO??
-¿Cómo encontró a aquel Tandil de hace casi un siglo y medio atrás?
-Esto era apenas un caserío rodeado de una dilatada campaña en la que la desolación era interrumpida por pequeñas aglomeraciones de población rural asentada a la vera de un curso de agua o de una laguna, cerca de alguna pulpería y de una estancia importante. Chapaleofú, La Macedonia, Los Huesos, La Tinta, eran algunos de esos lugares.
-Con usted y Juan viajó otra mujer desde Dinamarca.
-Sí, Grethe, sirvienta de la familia. Tenía diez años más que yo. Decidió su viaje para seguir a su novio, Thorvald Petersen, un peón que también había optado por Tandil. En realidad, a Juan lo seguimos en ese segundo viaje suyo una docena de daneses más.
-¿Cuándo nació su primer hijo?
-En noviembre de 1860. Y en los años siguientes nacieron cinco niñas, pero solamente dos sobrevivieron. Eran tiempos de muchas pestes.
-¿Ustedes vivieron por donde ahora está el Dique?
-Claro, cerquita del actual murallón, donde tuvimos el famoso molino. No se olvide que Juan fue el primer sembrador de trigo y el primer industrial harinero y panadero que tuvo Tandil.
-¿Usted también realizaba las tareas del campo?
-En todo eso andaba más mi marido, pero yo también lo hice. Grethe ayudó mucho a Juan en la cosecha de trigo. Al año siguiente de haber llegado aquí, o sea en el verano de 1861, los recuerdo a ambos en medio de un sol abrasador juntando los granos.
?MIENTRAS ATENDIA AL BEBE, PREPARABA CONSERVAS DE MELON??
-Y usted, mientras, ¿qué hacía?
-Durante ese verano tan ardiente y seco, yo me dediqué a preparar conservas de melón, lavaba la ropa blanca y atendía a mi bebé. Además, comíamos las verduras que yo sembraba y cosechaba, como zanahorias, remolachas, arvejas, perejil.
-O sea que el hogar y la huerta absorbían su tiempo y su energía.
-Sí, claro. A veces mientras Grethe lavaba ropa en el arroyo, yo me ponía a preparar la masa de una torta grande de trigo. A la noche, después de acostar al niño, cosía. Comúnmente los martes preparaba sopa. Y en tiempos de melones verdes, hacíamos sus cáscaras en conserva con vinagre y azúcar.
-¿Mucha gente iba de visita a su casa?
-Sí, por casa pasaba a diario una nutrida concurrencia de vecinos, conocidos, amigos, y empleados. Me acuerdo que en otra de las jornadas de calor agobiante y viento seco, yo estaba cocinando un asado en la casita de enfrente y llegó Juan acompañado de Ramón Santamarina. Les serví café y conversamos mucho.
-Los visitantes la encontraban siempre haciendo algo?
-La paz del lugar se prestaba para hacer cosas. O para recibir de otros. Por ejemplo una tarde en que yo estaba ordenando la ropa blanca, llegó el hijo de Luis con una fuente de budín de leche hervida, almidón, azúcar y canela. Otra vez estaba haciendo sopa con bollitos de harina y llegó el cura católico que se retiraba del pueblo, a despedirse de Fugl. Siempre venía gente. Por esos mismos días, debimos demorar el almuerzo porque cuando volvimos de la iglesia nos visitó la hermana de Misia Marcelina, aprovechando el buen tiempo.
-¿Usted era gustosa de recibir tanta gente?
-Al principio sí. Me encantaba la vida social. Además era una costumbre recíproca. Se visitaba y se devolvía la visita. Pero, como todo, llega un momento en que eso se convierte en rutina. Que no hubiera sido nada complicado de no ser por la fatiga que siempre producen los embarazos, la propia maternidad y la partida de Grethe, que se mudó al pueblo para emplearse con otra familia.
?AQUELLA VEZ QUE FUIMOS
REPRENDIDAS POR FUGL?
-¿En algún momento sintió por ello algo de fastidio?
-Sí, por supuesto. La primera vez fue a fines de octubre de 1860, cuando sólo faltaban semanas para que diese a luz a mi primer hijo. Por todo lo que le dije, y porque además?
-¿Además qué??
-Fugl.
-¿Tuvieron alguna diferencia?
-Nada grave, pero yo anduve unos días malhumorada porque junto con Grethe habíamos sido reprendidas por Fugl, quien con severidad señaló varios errores en el desempeño de nosotras, las mujeres, en las obligaciones domésticas. Comenzó con lo de las gallinas; después con que hay que ahorrar leña, luego con que nos olvidamos de atar las vacas por la noche. Y la única verdad era que yo tenía tanto que hacer que la cabeza se me volvía confusa cuando muchas obligaciones diferentes me invadían.
-¿En qué momento exactamente Grethe abandonó la casa de ustedes?
-Cuando mi primer hijo tenía siete meses. Nos dejó para emplearse con Suessy, un pulpero norteamericano que al parecer le ofreció mejor sueldo.
-¿La disgustó esa partida?
-Sí, porque el vínculo que ambas habíamos mantenido superaba la relación sirvienta-patrona. Grethe formaba parte del hogar. Siempre la vimos como de nuestra familia. Pero últimamente se la veía disconforme y malhumorada.
-¿Llegaba al llanto?
-Sí, solía llorar alegando que tenía mucho trabajo. Su alejamiento nos dolió, y en particular a mí pues me dejó con mucha más labor, pero también sin tanta compañía. Ella había sido para mí una fuente de contención, no sólo porque compartíamos una importante porción del tiempo, sino también porque era la única mujer del pueblo con la que podía hablar en danés. Además, su partida me privó durante algún tiempo, del cotidiano placer de escribir mi diario, por falta de tiempo.
?TUVE UN TIEMPO DIFICIL QUE EL PROPIO
FUGL LO RECONOCIO EN SU DIARIO?
-Además, la carga doméstica seguramente aumentaría luego de cada nuevo nacimiento.
-Mire, al respecto aquí tengo un apunte en mi diario, del mes de abril de 1863. ¿Le interesa que le comente algo?
-¡Por supuesto!
-Yo estaba apenas recuperada de un absceso en un pecho, con un bebé de un mes en brazos y un niño de algo más de dos años que se le dio por llevar al patio los cuchillos y los tenedores y rompió una taza de porcelana. Yo me encontraba en la panadería que mi esposo tenía en el pueblo ayudando a la hora de la venta del pan. Invocaba la protección de Dios para que todo marche, y escribí unas líneas como protestando por tanta rutina de tener que hacer la comida, cuidar la casa, de la niña que quiere estar todo el tiempo levantada, de los Fugl y de mi persona.
-¿Esos tiempos fueron una dura prueba para su resistencia física y moral?
-¡Qué le parece! ¡Si lo reconocía el propio Fugl!
-¿En qué circunstancia?
-En su propio diario. El escribió que por esos años tenía la cabeza ?llena de molinos y maquinarias? y no aceptaba ninguna interferencia que pudiese perturbar sus proyectos. ?Fue un tiempo difícil para mi mujer [?] que tenía que enfrentar las muchas obligaciones del hogar en soledad [?] algunas veces la encontraba triste y llorando amargamente?. Eso escribió textualmente mi marido. Yo misma lo leí.
EL PROXIMO DOMINGO: SEGUNDA Y ULTIMA PARTE.
. EL NOVIO DE GRETHE. SUS PRETENDIENTES.
. EL CURA QUE VENTILABA LOS PROBLEMAS DE ALCOBA?
. LA SOLEDAD Y EL ACOSTUMBRAMIENTO.
. LAS MIRADAS ANTE AQUELLA VESTIMENTA EUROPEA
. FIESTAS MAYAS.
. NIÑAS, EXAMENES Y PREMIOS.
. VISITA AL TERRUÑO DEL CACIQUE
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