Manuel Massolo Sanllorenti, autor de “Dictadura a diario/duelo a destiempo”
El arte en la reconstrucción y militancia de la memoria
Manuel Massolo tiene 45 años, es terapista ocupacional y hace solo 11 años pudo reencontrarse con los restos de su mamá, después de toda una vida. Manuel es hijo de María Eugenia Sanllorenti, tandilense desaparecida durante la última dictadura cívico militar, y desde muy joven supo que el arte era un gran catalizador de incertidumbres y un modo de recuperar fragmentos de su historia a través de las voces de quienes la quisieron y conocieron.
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Recientemente presentó en el ciclo “El Hall se Muestra” –organizado por la Facultad de Arte, a través de su Secretaría de Extensión - una intervención plástica denominada “Dictadura a diario / Duelo a destiempo”, donde realiza un ejercicio de búsqueda, transformación y memoria, a partir de la prensa gráfica durante la dictadura.
“Esta muestra tiene como soporte las intervenciones sobre artículos de la prensa aquellos años. Traerla a Tandil es muy especial, siempre. También es volver para abrazar a mi abuela y es regresar a Buenos Aires siempre con una nueva historia o anécdota sobre mi mamá que para mí es clave para seguir construyendo esa imagen que nunca va a completarse. No tengo intención de que termine este proceso: yo he ido cambiando a medida que fui creciendo y me he hecho nuevas preguntas porque fui necesitando nuevas respuestas. Hoy puedo aprender y re preguntar: antes estaba en un lugar pasivo de escucha”, subraya.
-¿Cómo fue crecer con la incertidumbre acerca del destino de una madre a la que te arrebataron de todos los territorios (reales y simbólicos)?
-Fue distinto, según pasaban los años. Agradezco haber crecido en una familia en la que siempre me dijeron la verdad. Siempre tuve la foto de mi mamá en la mesita de luz y, a falta de esa mamá, tuve muchas: mis abuelas, mis tías, mi papá y su pareja que estuvo conmigo desde muy chico y con quienes formamos un nuevo núcleo familiar cuando nos instalamos en la Patagonia, a mis 5 años.
Agradezco siempre el esfuerzo que hizo toda mi familia por cuidarme y permitirme vivir una infancia feliz, aún con la dolorosa certidumbre de que mi mamá estaba muerta, que nunca la iba a ver. Cuando vas creciendo y haciendo tu propio camino necesitás saber qué pasó, por eso la restitución de sus restos fue uno de los hechos más importantes de toda mi vida, a pesar de todos los sentimientos ambiguos que despertó. El trabajo que hace el Equipo Argentino de Antropología Forense es fundamental para que los familiares y amigos tengamos la oportunidad de reencontrarnos con nuestros seres queridos.
Cuando encontraron los restos de mi mamá, no supe qué sentir, mucho menos qué hacer. Fue mi abuela quien me dijo “yo quiero ir y vos tenés que venir conmigo”. Fuimos con ella y con mi esposa Ivana. En ese momento, nunca antes, empezó el duelo por la muerte de mi mamá, por eso lo llamé “duelo a destiempo”, porque pasaron 34 años para estar frente a sus restos, saber cómo había muerto –porque vi los impactos de bala en sus huesos- para que la certidumbre de su muerte me transforme y me permita cerrar una etapa y abrir nuevas. Esa transformación se ve en las obras que he hecho a lo largo de estos años.
Tres momentos
“En relación a mis obras, reconozco tres etapas bien marcadas: la primera tiene que ver con la época en que no sabíamos nada de lo que había pasado con mi mamá. Ese sentimiento se refleja en una serie de cuadros donde pinté sobre los croquis que hicieron los sobrevivientes de los más de 300 centros clandestinos de detención. En la segunda etapa, se puede apreciar cómo todo mi universo se transformó al momento de encontrar los restos de mi mamá y empezó a suceder ese duelo a destiempo que habilitó el tercer tiempo de mi obra, con un enorme tramo hecho durante la pandemia.
Creo en el arte como transformador de diferentes sensaciones, emociones y circunstancias personales tanto para el que lo hace como para el que lo puede observar. Pintar fue parte de mi búsqueda personal, de mi historia. Mostrarlo fue también un hecho transformador, entrar en contacto con la mirada de otras personas y que se transforme con el tiempo en posibilidades de compartir mi propia historia, de militar a través del arte y hacer visible aquel momento de la historia argentina a través de mi historia personal pero que nos sacudió a todos como sociedad.
Todos, desde mi abuela que tiene 97 años hasta mi hijo que tiene 6, están directa o indirectamente atravesados por lo que sucedió durante la dictadura militar y hacer estas muestras me permite invitar a la mirada del otro a conocer un momento personal pero también de toda la sociedad”, agrega Manuel.
-¿Cómo has reescrito metafóricamente tu propia historia, de acuerdo con estos 3 momentos que destacás en tu obra?
-El hecho de poder compartir estas obras en diversos espacios fue dando sentido al proyecto y representa una forma de poner en evidencia el despojo violento por parte de los genocidas y sus cómplices: despojo de un familiar, de un cuerpo, de su identidad, de sus derechos, saqueo de sus pertenencias y de su dignidad. Transformarlo, resignificarlo, compartirlo con la mirada de muchos otros inaugura todo el tiempo otras perspectivas, lo enriquece, lo transforma en memoria colectiva, con la búsqueda de justicia, con la condena a sus responsables y el cumplimiento de las penas en cárceles comunes, con la identificación y restitución de los restos y de las identidades de los nietos. Y también con el arte.
Los tiempos de la memoria
“Dictadura a diario/Duelo a destiempo” también fue una investigación y una búsqueda de años, otra posibilidad de hacerme de nuevos fragmentos que completen mi historia. En principio, parecía un trabajo imposible conseguir los originales pero de a poco fueron apareciendo; luego, los fui transformando a partir de un proceso creativo y sanador que ayudó con mi duelo a destiempo. Empecé con los que tenían que ver con mi madre, secuestrada y desaparecida el 1 de diciembre de 1976, en La Plata; pero, al mismo tiempo, ese recorrido me permitió reconstruir cómo la dictadura se valía de los grandes medios, los convertía en aliados para difundir los valores que creían correctos y el modo en que había que “sanar y limpiar” a la sociedad. “Dictadura a Diario/Duelo a destiempo” completa una trilogía que comenzó hace 12 años con la serie “Centros Clandestinos” y tuvo su continuidad con “Restitución”, cuyo conjunto circuló como “Memorias del Despojo” en diversas universidades, espacios de la Memoria, centros culturales, museos y la Legislatura porteña”, agrega Manuel.
Maru
María Eugenia Sanllorenti de Massolo, “Maru”, fue asesinada a fines de 1976. Su muerte fue tratada por la prensa de la época como uno de los cientos de falsos enfrentamientos informados en un comunicado oficial de las Fuerzas Armadas, como puede leerse en la tapa de los diarios del 2 de enero de 1977. Este método fue utilizado para “blanquear” la eliminación de los “desaparecidos” y luego enterrarlos como NN en cementerios públicos y en fosas comunes, sin informar a sus familias. Así fue también con ella, enterrada en el cementerio de Vicente López. El Equipo Argentino de Antropología Forense tuvo a su cargo la restitución de sus restos que descansan finalmente en paz, desde octubre de 2011, en nuestra ciudad.
Nuevo espacio de exposición
“Duelo a destiempo” se montará a partir de mañana, en la Facultad de Ciencias Exactas de la Unicen (Campus) y permanecerá abierta al público hasta el 6 de agosto, fortaleciendo de este modo el trabajo colaborativo de los distintos claustros académicos en proyectos de interés institucional para la comunidad.