La primera mujer que se le animó a Tandilia
En 1974, cuando tenía dieciséis años, Beatriz Gandolfo participó en la competencia que con el tiempo se transformaría en un clásico del atletismo. Hoy, recuerda aquel domingo de fines de octubre y cuenta detalles de su incursión en un espacio hasta entonces reservado para varones.
El domingo 27 de octubre de 1974, se desarrolló la segunda edición de Tandilia, la prueba atlética local que con el tiempo tendría resonancia a nivel nacional.
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Fresco estaba el recuerdo del triunfo conseguido el año anterior por el correntino Ramón Cabrera. Y esa vez, la victoria lograda por el arrecifeño Alberto Ríos compartió cartel con un hecho llamativo, como era la presencia de una mujer entre los participantes.
Beatriz Gandolfo fue la pionera en formar parte de la competencia y completó el recorrido, desde la zona de La Movediza hasta el Lago del Fuerte, al cabo de 1 hora y 36 minutos.
Gandolfo, que por entonces tenía dieciséis años, le contó a este Diario cómo fue aquella jornada y su rápido alejamiento de la actividad deportiva.
“En el club Santamarina se practicaban todas las actividades atléticas, con el profesor Silvio Battaia. Yo hacía lanzamiento de disco y otras disciplinas, en los torneos locales. Con las chicas del grupo empezamos a desafiarnos a ver cuál corría más cantidad y hacíamos circuitos fuera del club. Se nos ocurrió anotarnos en Tandilia, aunque después no me siguió ninguna y terminé haciéndolo sola. Era un poco la rebelión de la edad. ‘No se puede, porque es para varones’ era el concepto que estaba instalado”, recuerda con detalle.
-¿Cómo fue ese último domingo de octubre del ’74?
-Recuerdo que llegué al lugar de largada y dije que quería anotarme. En esa época, la inscripción podía hacerse en el mismo día. Al principio los organizadores no querían, después me dijeron que podían permitirme correr pero en un circuito reducido, que no iba a pasar por el Parque Independencia, sino que seguiría derecho por Rodríguez hacia Alvear y de ahí a la zona del Dique. Me parecía ridículo, me puse firme y me permitieron hacer la prueba normalmente.
-¿Alguien la había alentado a correr?
-Sí, hubo gente que me animaba. Mi mamá tenía una especie de hospedaje o pensión, en calle Garibaldi, y ahí se alojaban los que venían a correr de otras ciudades. Uno de ellos era Julio Gallardo, de Rauch, que ese año fue segundo en Tandilia. Él fue uno de los que me alentaba a participar. Pero en general la idea era que “no se puede”.
-¿Qué recuerda de la carrera?
-Lo mío era muy básico. No estaba preparada como están las chicas ahora, aunque entrenaba bastante por la Ruta 226, yendo hasta la zona de El Paraíso. Hice buena parte del recorrido caminando. Otra cosa que recuerdo es que me asistieron con agua, en la parte del Parque Independencia, y sin querer me mojaron las zapatillas. Me las saqué y terminé haciendo la última parte descalza.
-¿En algún momento se le cruzó por la cabeza abandonar?
-En lo físico, sí. Pero por otro lado estaba el orgullo que me empujaba a seguir hasta el final.
-¿Cómo tomaba el público su presencia?
-Yo salí antes que el resto de los participantes, así que al principio iba sola. Después me computaban el tiempo real. Y a la gente trataba de no escucharla, aunque había muchos que me alentaban. Supongo que lo tomarían con curiosidad.
-¿La llegada fue como cumplir un desafío?
-Fue cumplir con algo que me había propuesto. Estaban mis compañeras esperándome, ahí en el playón del Lago. Y Ramón Bedoya me regaló su trofeo, como un reconocimiento a lo que había hecho. Me dijo que era una “súper hazaña”.
-¿Al poco tiempo ya era habitual que corrieran mujeres?
-A los dos o tres años, agregaron la categoría femenina. Después, ya las chicas empezaron a entrenarse para Tandilia y otras pruebas de calle que fueron apareciendo. Pero eso no fue por mi participación, sino que ya había procesos de cambios y era inevitable que sucediera.
-¿Por entonces era alumna secundaria?
-Fui a Sagrada Familia, hasta que me casé. Retomé en el Instituto Cáneva, en Olavarría, con alrededor de veinte años. La hermana Alicia, de SAFA, me había dicho que iba a andar rodando por la vida.
Tenis, exigencias y rebeldías
-¿Qué otra actividad deportiva practicó?
-Jugué al tenis, en Independiente. Era socia del club, vivía cerca de la sede de 9 de Julio y España.
-¿Formó parte del equipo que comandaba Raúl Pérez Roldán?
-Claro, él era el entrenador. Y había jugadoras como Virginia Arca, Mariana Pérez Roldán, Graciela Pérez. Recuerdo que en esa época estaba Adrián Pérez, que representaba a Uncas. A las chicas nos gustaba verlo jugar, porque era como un bailarín, con estilo.
-¿Cómo convivía con el carácter rígido de Pérez Roldán?
-Yo era y sigo siendo rebelde, así que mucha bolilla no le daba. Si me mandaba a hacer seiscientas vueltas a la cancha, yo daba dos y me iba a la pileta. Amo mi libertad y no me gustan esas exigencias. Conozco algunas historias que abonarían los diretes de los últimos tiempos. Cuando leí lo que dijo su hijo Guillermo, con respecto a su sufrimiento, vinieron a mi mente aquellas épocas.
Otra maratón
-¿Qué fue de su vida después de aquella participación en Tandilia?
-Hice atletismo poco tiempo más, en octubre del ’75 me casé y empecé con otra maratón. Formamos la familia, con mi esposo Claudio Serrano, y me dediqué de lleno a eso y a otro tipo de actividades, ya fuera del deporte.
-¿Cómo se compuso esa familia?
-Con ocho hijos, que tienen entre 44 y 26 años. Sebastián está en Albany, Estados Unidos. Arturo vive en Necochea, es escritor. Alejandra es abogada, vive acá. Federico, en Neuquén, hace obras de ingeniería civil. Andrés vive en La Plata, Elizabeth en Mar del Plata, Miguel y Juan Esteban. Ninguno se dedicó demasiado al deporte, salvo Elizabeth que hizo gimnasia artística durante un tiempo. Además, tenemos cuatro nietos.
-¿Qué otro tipo de actividad laboral desarrolló?
-Estudié Ciencias Económicas, fui profesora de Ciencias Jurídicas y Contables en la Escuela Técnica, hasta mi jubilación en 2015. Actualmente, con mi esposo, estamos en atención de adultos mayores, con apoyo espiritual y emocional.
-¿También en el ambiente educativo incursionó en un espacio masculino?
-De alguna manera sí, porque di clases en la Escuela Técnica de Alem, en la época en que todos los profesores y alumnos eran varones, con materias que eran de electromecánica y construcción. Justo había arrancado Informática y yo buscaba empleo. Dejé mi currículum a la secretaria, Mabel Cabrera, que era empleada administrativa al igual que el secretario. En marzo me llamaron para ofrecerme horas. Trabajé veintiocho años ahí.
-¿Vivió todos los cambios que hubo en ese establecimiento?
-Sí, con el tiempo pasamos de la escuela de varones a la escuela mixta. También fueron sumándose profesoras. Nunca tuve que defender mi condición de mujer, sino que desarrollé mis trabajos con total normalidad.
-¿Cómo se lleva con los movimientos feministas actuales?
-Debo aclarar que lo mío no fue iniciar un movimiento feminista, sino más bien un reclamo de justicia. Solamente pensaba que correr es una actividad que se puede desarrollar independientemente del género. Ahora, noto que muchas chicas se dejan usar por ciertos movimientos. No estoy de acuerdo con muchas cuestiones de género que se plantean a nivel social.
-¿De qué manera evalúa el atletismo actual?
-Considero que no tiene desarrollo en Tandil. Debería ser trabajado en los barrios, porque es un deporte completo, que no tiene alto costo y permite la superación de las personas. Serviría para que muchos chicos puedan desarrollar una actividad sumamente sana. En esa época de mi juventud, el club Santamarina nos cedía sus espacios para los entrenamientos, con gran generosidad. Hoy veo que las instituciones perdieron ese lugar, que está más ocupado por los gimnasios y los grupos de entrenamientos.